Yingluck Shinawatra, hermana menor del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, alcanzó una clara victoria del Puea Thai, el partido de “los camisas rojas” de Thaksin sobre el Partido Demócrata del primer ministro Abhisit Vejjajiva respaldado por “los camisas amarillas. El resultado abre un nuevo escenario de esperanza para la sociedad tailandesa, muy dividida por los enfrentamientos políticos, territoriales y sociales. Existen profundas heridas que deben cicatrizar.
Tres instituciones constituyen los ejes del poder: la Monarquía, el Ejército y Thaksin Shinawatra. El rey Bhuminol, en el trono desde 1946, es respetado por los tailandeses. Cuando el rey habla, el pueblo escucha. No gobierna pero su autoridad moral y poder político son indiscutibles. Pero ahora casi no habla y esta postrado. Su avanzada edad y delicadísima salud y la discutible reputación del príncipe heredero Maha Vajiralongkon plantean serias dudas sobre el futuro de la monarquía. La figura de Bhuminol es irrepetible y de difícil sucesión. El Ejército ha intervenido siempre en la política del país. La última, el 19 de mayo de 2010, desalojó violentamente “los camisas rojas” que ocupaban el centro de Bangkok. Dejó 91 muertos y casi 2.000 heridos. Thaksin alcanzó democráticamente el poder en 2001 pero el Ejército dio su enésimo golpe de estado en 2006. En 2007, sus aliados volvieron a vencer en las urnas. Fueron desplazados otra vez por una decisión del Tribunal Constitucional que permitió a Abhisit el acceso al poder, sin proceso electoral alguno. No contaba con un refrendo popular que ahora sí respalda a Yingluck Shinawatra.
Representantes de las tres partes habían mantenido últimamente contactos secretos de alto nivel para alcanzar un consenso institucional, preciso para asegurar la gobernabilidad del país. Yingluck Shinawatra evitó en su campaña electoral, la confrontación directa. Pregonó la reconciliación que se canalizará a través de una generosa amnistía para los políticos, los militares y demás ciudadanos implicados en los últimos conflictos. Thaksin volverá de su exilio en Dubai y se le retornaran sus bienes, confiscados por el Tribunal Supremo. El Ejército y el Poder Judicial deberán respetar el resultado electoral y dejar formar gobierno al Puea Thai. Así la Monarquía podrá afrontar sin mayores problemas la no lejana sucesión de rey Buminol. Y los empresarios contarán con una mayor estabilidad política que permita a la segunda economía del sudeste asiático seguir creciendo.
Sin embargo, cabe confiar que los vencidos respeten esta vez el resultado de las urnas. Algunos grupos monárquicos y militares temían una amplia victoria de Puea Thai. Son los nostálgicos que aún ansían otro golpe militar o judicial para evitar que Thaksin vuelva. Ello provocaría más enfrentamientos sangrientos. Pero cabe esperar que se asiente un gran pacto de Estado entre la Corona, el Ejército y los Partidos Políticos. Solo así se recuperará la plena confianza interna e internacional en el llamado “país de las sonrisas”. Thaksin también sonreirá.