Para quienes seguimos con avidez los cambios cotidianos que se registran en el mundo, las cuestiones ambientales resultan insoslayables. Pero hasta quienes se encuentran alejados de estos temas supieron aquel 19 de noviembre de 2002 del desastre del Prestige pues fue noticia de primera plana en prácticamente todos los medios del planeta. Sin embargo sospecho que no todos supieron dónde había ocurrido la catástrofe y mucho menos sus circunstancias. Por lo visto yo tampoco las conocía.
Octubre de 2022 me encontró como peregrina arribando a Santiago y luego hacia Fisterre y Muxia. Bela Muxia fue mi hogar por casi una semana y allí me llamó la atención encontrar varias paredes del salón empapeladas con fotos —muy pixeladas— de un naufragio… Y volví a leer: Prestige. ¡Pero claro! Encontrar la escultura monolítica en la costa, cerca de la iglesia, de pronto adquirió una realidad estremecedora. Me hallaba en el exacto lugar que representaba el desastre.
Sin embargo fue a mi regreso a Santiago de Compostela cuando pude enterarme de la “historia menos conocida”: las angustias de los pobladores de las costas gallegas desde una semana antes del sinestro, cuando el Prestige envió su primer SOS —el 13 de noviembre—, luego, ante el hecho consumado, su frenética labor de limpieza en miles de kilómetros de costas empetroladas, en las aves marinas que intentaron salvar y el sustento proveniente del mar que no logró sobrevivir y solo se recuperó parcialmente unos diez años más tarde.
Ocurrió que decidí cenar con una amiga. Estábamos cerca del convento de Santa Clara. Sugerí un siempre cálido restaurante cercano “El 13”. Pero al entrar encontramos todo cambiado: cintas retorcidas de vídeos recorrían las paredes, se retorcían en los pisos y salían por la puerta hacia la acera representando los ríos de hidrocarburo que escapaban del petrolero. Las pinturas que originalmente decoraban el lugar habían sido sustituidas por carteles y camisetas negras indicando NUNCA MAIS… Fotos del malogrado buque, playas embetunadas, pescadores desolados, un ave emulando un helicóptero rescatando al capitán del Prestige, fotos de una plaza del Obradoiro y todas las calles circundantes cubiertas completamente por paraguas y banderas de Galicia y de una tremenda ave que se erguía con siniestras manchas negras sobre los paraguas y que ahora colgaba del techo, sobre nosotros, en el restaurante.
Ahí mi amiga me contó que fue la mala gestión de la crisis lo que produjo el mayor desastre. Y sí… comencé a investigar: el buque se mantuvo derivando y derramando su petróleo durante casi una semana por la Costa da Morte, las Rías Baixas. ¡Hasta se intentó remolcarlo con su avería hacia Portugal!1 Sin acuerdo entre armadores, gobiernos y empresas de seguros, el buque permaneció a flote pero en alta mar, sin que nadie lo acercara a un puerto donde podrían solucionar la avería o al menos controlar el derrame, hasta que el 19 de noviembre se partió en dos frente a las costas de Muxia.
La multitudinaria manifestación que llenó las calles, sin estridencias ni saqueos ni enfrentamientos internos, logró que los responsables incapaces de paliar la crisis renunciaran y rindieran cuenta por su ineptitud. Pero esta fiera indignación no fue tan conocida en el mundo.
A 20 años -en noviembre 2022- mientras cenábamos en ese pequeño restaurante ambientado con el NUNCA MAIS, un grupo de actores —reconocí solo a Víctor Mosqueira y a Carlos Santiago— escenificó, con un perfecto manejo de la ironía, aquel dramático capítulo de la historia de Galicia, de España y del mundo.
1 Independientemente del grave incidente diplomático que podía haber ocurrido entre ambos países, me pregunto si alguien pensó en la corriente del Golfo y la inutilidad de remolcar un buque contra la corriente…
Nota de la autora: No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente.