El 30 de agosto se celebraron elecciones generales y los japoneses eligieron a sus 480 representantes en la Cámara Baja. Ha sido una fecha histórica al producirse una alternancia política en el Gobierno de Japón. La amplia victoria del Partido Democrático de Japón (PDJ) acabó con el casi monopolio del poder político en manos del Partido Liberal Democrático (PLD) que ha gobernado el país desde 1955, salvo un breve período de 11 meses, en 1993-1994. El triunfo del PDJ estaba anunciado en todas las encuestas, especialmente tras sus excelentes resultados obtenidos, el 12 de julio, en las elecciones de la Asamblea Metropolitana de Tokio.
El PLD se hundió en los últimos tres años. Después de una excepcional etapa de estabilidad política bajo el liderazgo de Junichiro Koizumi (2001-2006), Japón tuvo otros tres primeros ministros en menos de tres años. Koizumi renunció a su cargo en septiembre de 2006, siendo substituido por Shinzo Abe que derrochó muy pronto la herencia política recibida de su carismático antecesor. El PLD, perdió en julio de 2007 la mayoría en la Cámara Alta que quedó bajo el control del PDJ, entonces liderado por Ichiro Ozawa. La mala gestión gubernamental y las disputas internas dentro del PLD provocaron, en septiembre de 2007, la dimisión de Shinzo Abe, que fue substituido por Yasuo Fukuda. Éste intentó sin éxito recuperar la iniciativa política necesaria para superar la crisis económica pero sus propuestas legislativas quedaron bloqueadas en la Cámara Alta. Anunció su dimisión, el 1 de septiembre de 2008.
Fukuda fue sustituido por Taro Aso, 68 años, cuya ineficaz gestión acabó con la escasa confianza de los ciudadanos en las capacidades del PLD para frenar la profunda recesión y lograr la recuperación económica. Según una encuesta de opinión realizada por el periódico Nikkei los días 20 y 21 de julio, la aceptación de Taro Aso era solo del 20 % y era desaprobado por el 70 % de los consultados. La gran mayoría confiaba más en el PDJ. Con estas cotas de impopularidad y contestado dentro de su partido, Taro Aso disolvió la Cámara Baja el 21 de julio y adelantó las elecciones al 30 de agosto. Aún esperaba ganarlas. Confiaba en los tradicionales apoyos electorales del PLD entre los lobbies económicos y en las áreas rurales. Finalmente, el electorado confirmó en las urnas el cambio político en Japón. Taro Aso asumió la responsabilidad de la derrota del PLD y dimitió de la presidencia del partido.
La coincidencia de la crisis política con la económica y social daba a las elecciones del 30 de agosto una gran trascendencia. Se producirá una reestructuración del mapa político japonés con un nuevo liderazgo llamado a impulsar las reformas estructurales, necesarias para afrontar los grandes desafíos políticos, económicos y sociales del país.
Aunque la mayoría de los analistas daban por descontado la victoria del PDJ, algunos dudan de que pueda conducir a unos cambios radicales en Japón, un país con una mentalidad profundamente conservadora. El PDJ es un partido joven, creado en 1996. Se formó con tránsfugas del PLD, ex social-demócratas y sindicalistas, lo que no asegura su coherencia política. Sin experiencia de gobierno, sí demostró en la oposición capacidades para bloquear desde la Cámara Alta la acción gubernamental. Sin embargo, no se puede negar al PDJ, ahora liderado por Yukio Hatoyama, de 62 años, una buena dosis de decisión y coraje político, cuando presentó, el 27 de julio, su Manifiesto Electoral. Se presentó como un “contrato con el electorado” donde se recogían los principales objetivos y las prioridades políticas, económicas y sociales que el PDJ se comprometió a desarrollar durante los próximos 4 años de gobierno. Destacan entre sus propuestas: la reforma administrativa para reducir el poder de los burócratas, el incremento de la autonomía fiscal de los entes locales, un mayor gasto social para la mejora de los sistemas de pensiones, sanitario y educativo, un mayor apoyo fiscal a las PIMES en detrimento de los conglomerados empresariales, etc.
El Manifiesto Electoral del PDJ anunció una reforma de la Administración Pública para limitar el poder exorbitante de los “burócratas” sobre los políticos. Se pretende corregir el entramado de intereses entre los burócratas, los barones o dinastías políticas y los “lobbies” económicos-empresariales (sectores industriales, construcción, agrarios y ganaderos). Tarea titánica la de controlar unas redes que se asientan en una praxis histórica existente desde la restauración Meijí y que continuó a partir de la postguerra, durante décadas con los sucesivos gobiernos del PLD hasta hoy.
Esta peculiaridad o imperfección del sistema político japonés fue facilitada por los EEUU, cuya prioridad geoestratégica consistió, en plena Guerra Fría, en contener el avance comunista en Asia oriental. La guerra de Corea (1950-1953) hizo preciso una rápida recuperación económica del Japón, retaguardia de la intervención aliada en la península coreana. El desarrollo económico fue protagonizado por el resurgimiento de los Zaibatzu o conglomerados empresariales, rebautizados como “Keiretsu”. Por otro lado, la falta de una “nueva” clase política y de un sistema de partidos consolidado, explica el creciente poder de los burócratas en el país.
El PDJ pretende que los políticos recuperen las riendas efectivas del poder que aún hoy está en manos de los burócratas y que el Gobierno japonés sea el responsable directo de la dirección, la planificación y la ejecución de las diversas políticas. Cabe recordar que Junichiro Koizumi logró con sus promesas reformistas una aplastante victoria en las elecciones de 2005 pero dimitió al año siguiente y aquellas se perdieron en el baúl de los recuerdos. Taro Aso paró la reforma del sistema postal japonés. Las propuestas del PDJ son más radicales que las de Koizumi. Cabe esperar una fuerte resistencia de algunos poderes fácticos a la aplicación efectiva de las reformas que puedan afectarles negativamente a sus intereses.
La gran prueba para el PDJ consistirá, una vez en el gobierno del país, en evitar caer en los mismos tentáculos de los poderes que ellos hasta ahora han combatido desde la oposición. No debe olvidarse que Ichiro Ozama, su anterior líder y martillo acusador contra los últimos gobiernos del PLD, se vió obligado a dimitir el 11 de mayo por un escándalo financiero. Aceptó entre 2003 y 2007 para financiar sus actividades políticas unas donaciones ilegales de una constructora. A pesar de lo ocurrido, Ichiro Ozama conserva un gran poder dentro del partido como responsable de la estrategia electoral.
Este escándalo político aumentó el escepticismo y la desafección entre los votantes, especialmente los jóvenes, que deseaban y votaron por un cambio político en Japón. Aunque muchos mantienen sus reservas sobre si el PDJ será capaz de llevar a cabo las reformas prometidas, pasando de las palabras a los hechos. Entre los indecisos, los escépticos y los reacios al cambio es donde Taro Aso buscó hasta el último día de la campaña electoral los votos necesarios para mantenerse en el poder. El PLD había sido casi enterrado en más de una ocasión. En 1993 perdió el poder pero lo recuperó 11 meses después. En 2005, cuando parecía un partido desgastado, Koizumi alcanzó una gran victoria. Pero, finalmente, el 30 de agosto de 2009, se ha confirmado la alternancia política en Japón. Se trata, sin lugar a dudas, de una buena noticia al consolidar el bipartidismo e incluso el multipartidismo en el sistema político nipón. Se abre una nueva etapa política en Japón.