Armenia vuelve a la órbita rusa

Armenia merece un viaje por su interesante y milenario patrimonio cultural y artístico. Desde Erevan impresiona ver en el horizonte el majestuoso monte Ararat, símbolo nacional del país, hoy situado en territorio turco. También observar de cerca los cambios que vive este pequeño país de Europa oriental. En la capital destacan los edificios oficiales de la época soviética. Han pasado 23 años desde que recuperó su independencia en 1991 pero la alargada sombra rusa sigue allí. La Geografía condicionó la Historia. Armenia, situada entre Rusia y Turquía sigue siendo víctima de los avatares e intereses de sus dos grandes vecinos. El Genocidio sufrido en 1915-1916 permanece vivo en la memoria de todos los armenios repartidos por el mundo cuando se acerca el centenario de aquella matanza.

Apartados xeográficos Rusia
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Armenia merece un viaje por su interesante y milenario patrimonio cultural y artístico. Desde Erevan impresiona ver en el horizonte el majestuoso monte Ararat, símbolo nacional del país, hoy situado en territorio turco. También observar de cerca los cambios que vive este pequeño país de Europa oriental. En la capital destacan los edificios oficiales de la época soviética. Han pasado 23 años desde que recuperó su independencia en 1991 pero la alargada sombra rusa sigue allí. La Geografía condicionó la Historia. Armenia, situada entre Rusia y Turquía sigue siendo víctima de los avatares e intereses de sus dos grandes vecinos. El Genocidio sufrido en 1915-1916 permanece vivo en la memoria de todos los armenios repartidos por el mundo cuando se acerca el centenario de aquella matanza.

Armenia solo ha sido independiente dos veces: en 1918-1920 tras caer los imperios zarista y otomano y a partir de 1991 tras desmembrarse la URSS. Pero podría recaer bajo la órbita de la Rusia de Vladimir Putin. Hay razones políticas y económicas. Las disputas territoriales y el resentimiento contra Turquía, que  aún no reconoce su responsabilidad en el genocidio armenio, impide restablecer las relaciones con Ankara. Además, sigue sin resolverse  el conflicto del Alto Karabaj (1988-1994), un enclave que la URSS cedió a Azerbaiján en 1921. Fue recuperado por las tropas armenias en mayo de 1992 y se firmó un inestable alto el fuego en 1994. Pero Azerbaiján, un país musulmán ligado culturalmente a Turquía, disfruta de cuantiosos recursos petroleros, se está rearmando. Rusia tiene bases militares en Armenia para controlar la frontera turca de la OTAN y se arroga el papel de árbitro en los diversos conflictos latentes en la Región.

Hay dos Armenias. La interior no cortó su cordón umbilical con Rusia. Tras recuperar la independencia en 1991, la vieja oligarquía ligada al poder soviético llenó el vacío dejado por la URSS y acaparó el poder político y económico. Controla el país manteniendo sus nexos políticos, económicos y militares con Rusia. Pero la mayoría de la población, 3,1 millones de habitantes, no disfruta de las ventajas de la supuesta democratización del país y sigue emigrando. Los cementerios industriales que recuerdan la época soviética son visibles en todo el país. Se culpa de la prematura caída de la URSS a Gorbachov y no al derrumbe de un sistema económico comunista insostenible. Muy en la línea de lo que hoy pregona Putin. Ahora prima un capitalismo oligarca. El 80% de los armenios hablan ruso e influenciados por la propaganda de Moscú añoran las seguridades de empleo y vivienda barata de la etapa soviética. En Erevan solo se sigue la televisión y la prensa rusa que fomentan viejas nostalgias. Y apoyan la intervención rusa en Ucrania. También la conservadora Iglesia Cristiana Armenia mantiene estrechos nexos con la ortodoxa rusa.

En cambio, la otra Armenia, la dinámica y emprendedora diáspora exterior que suma más de seis millones, repartida por todo el mundo y muy presente en EEUU y Francia, invirtió mucho en un país que parecía apostar por democratizar, modernizar y abrirse al comercio y la inversión internacional. Se esperaba un giro hacia Occidente. Armenia era una de las  repúblicas ex soviéticas que, en el marco del “Paternariado Oriental”, iba a firmar un acuerdo de Asociación y Libre comercio con la UE en la Cumbre europea de Vilnius de noviembre de 2013.

Pero, unas semanas antes y sin avisar a Bruselas, el presidente Serge Sarkissian cambió bruscamente su posición. Tras ser presionado por Putin en Moscú, anunció el 3 de septiembre que Armenia no firmaría el Acuerdo con la UE y se “inclinaba” por entrar en una unión aduanera con Rusia. Y se sumará a la Unión Económica Euroasiática (UEE) firmada el 29 de mayo de 2014 por Rusia, Bielorrusia y Kazaskstan que entrará en vigor el 1 de enero de 2015. Una apuesta arriesgada y compleja. Armenia no tiene frontera común con Rusia y ni con los demás miembros de la UEE. Los pasos fronterizos con Turquía y Azerbaiján están cerrados. Y sin salida al mar, solo los tiene abiertos con Georgia e Irán. Pero Georgia, que tiene un conflicto territorial con Rusia que ocupó en 2008 el 20% del territorio georgiano, sí firmó el pasado 27 de junio en Bruselas, al igual que Ucrania y Moldavia, el trascendental Acuerdo con la UE. Y el paso fronterizo con Irán, país afectado por el embargo occidental, aún es poco operativo.

El Gobierno se “entregó” a Moscú y entrará en la UEE a cambio de “seguridad” militar y provisión de armas porque teme otro enfrentamiento con Azerbaiján por el territorio de Alto Karabaj. E incluso votó el 27 de marzo contra la resolución de la Asamblea General de las NNUU condenatoria de la anexión rusa de Crimea, sumándose a los votos de 11 países, entre ellos Corea del Norte, Sudán, Zimbabwe y Siria. Una actitud difícilmente comprensible en Washington y Bruselas. Azerbaiján votó en contra de Moscú y Kazakhstan se abstuvo. Pero Erevan sufre su primer contratiempo con Moscú. Mientras Rusia incorporará Crimea a la UEE a pesar que las NNUU no reconoce la anexión, a Armenia no podrá hacer lo mismo con Alto Karabaj.

En 2012, la UE representaba el 29,7% del comercio exterior armenio, seguida de Rusia (23,5%) y China (7,6%). Hoy, es Rusia el gran socio comercial e inversor. La situación cambió en los últimos años. Las grandes empresas rusas copan la mitad de las inversiones extranjeras y van controlando los sectores económicos estratégicos: energético, nuclear, ferrocarriles, telecomunicaciones, etc. Gasprom pasó en febrero a controlar la empresa estatal de gas, ahora denominada Gasprom Armenia y proveerá de energía a bajo precio a los armenios. Rosatom se hará cargo de la vetusta central nuclear cercana a Erevan y Rosneft anuncian inversiones en el sector industrial. También Russian Railways renovará la red ferroviaria del país de la época soviética que conecta con Rusia. Además, las remesas del más de un millón de armenios que trabajan en Rusia representan el 80% de las que recibe el país que, a su vez, representan el 20% del PIB. Las relaciones bilaterales resultan desequilibradas.

La economía de Armenia creció un 7,2% en 2012, cayó al 3,5% en 2013 y podría volver a crecer un 4,6% en 2014. Pero la dependencia económica y energética con Rusia parece irreversible.