Brexit: ¿Qué viene ahora?

            El Brexit evidenció la fractura del Reino Unido entre sus élites y sus sectores laborales de menores recursos, entre Londres y la provincia, entre los jóvenes y los viejos, entre su población educada y sin educación, entre Inglaterra y la periferia celta de Escocia e Irlanda del Norte. Ello dentro del marco de la  polarización entre un país volcado hacia Europa, el mundo y la globalización y otro volcado sobre sí mismo que teme a la competencia extranjera, al desfase de su identidad y a la erosión de su accionar independiente. Se trató de un nuevo episodio de la confrontación entre la aldea global y la pequeña aldea, en el cual la última triunfó. Las consecuencias de ello serán profundas y variadas. En esencia estas deben ser vistas desde la doble perspectiva del Reino Unido y del exterior.

Apartados xeográficos Europa
Idiomas Castelán

            El Brexit evidenció la fractura del Reino Unido entre sus élites y sus sectores laborales de menores recursos, entre Londres y la provincia, entre los jóvenes y los viejos, entre su población educada y sin educación, entre Inglaterra y la periferia celta de Escocia e Irlanda del Norte. Ello dentro del marco de la  polarización entre un país volcado hacia Europa, el mundo y la globalización y otro volcado sobre sí mismo que teme a la competencia extranjera, al desfase de su identidad y a la erosión de su accionar independiente. Se trató de un nuevo episodio de la confrontación entre la aldea global y la pequeña aldea, en el cual la última triunfó. Las consecuencias de ello serán profundas y variadas. En esencia estas deben ser vistas desde la doble perspectiva del Reino Unido y del exterior.

            De cara a Gran Bretaña e Irlanda del Norte sobresalen las siguientes consideraciones. Primero, la alta probabilidad de fractura del Estado. Una Escocia, cuya población votó en un 62% por seguir siendo parte de la Unión Europea, considera que las razones que por estrecho margen la llevaron a permanecer dentro del Reino Unido en el referendo del 2014 ya desaparecieron. Su marcha hacia la independencia, por vía de un nuevo referendo, parece indetenible. A la vez, una Irlanda del Norte cuyo 56% votó por mantenerse en la Unión Europea se resiste al establecimiento unas fronteras, que nunca antes existieron, con la República de Irlanda. Ello porque esta última sigue atada a Bruselas. En el peor de los casos esto podría detonar el abandono del Reino Unido por vía de referendo. Alternativamente podría llevar a un resurgimiento de los enfrentamientos fratricidas entre católicos y protestantes en la medida en que unos miran a Dublín y otros a Londres.

            Segundo, una reconfiguración radical del sistema político británico. El Partido Laborista, ya erosionado por la migración de su bastión electoral de Escocia hacia el Partido Independentista Escocés en 2014, confronta ahora un proceso similar en Inglaterra en relación al partido ultraderechista UKIP. El Brexit puso en evidencia la inmensa influencia de UKIP sobre las bases laboristas. Ello podría conducir a la conformación de un nuevo bipartidismo integrado por el Partido Conservador y UKIP. Tal binomio representaría un viraje de la ecuación política hacia una derecha extrema. Sobre todo porque el propio Partido Conservador está pasando a ser controlado por su sector más reaccionario.

            Tercero, la desaparición de Londres como principal ciudad global del mundo. Lo que determina la existencia de una ciudad global es su capacidad de comando y control sobre las estructuras de la economía globalizada. En virtud de su potente centro financiero, Londres detentaba el rango más alto dentro de tal estructura. En la medida en que buena parte del mismo habrá ahora de emigrar hacia Frankfurt o París, para no aislarse de las oportunidades de la Unión Europea, Londres verá achicar sustancialmente su influencia mundial.

            De cara al mundo, comenzando por la propia Europa, también se producen consecuencias fundamentales. Entre las más importantes estarían las siguientes. En primer lugar, la posibilidad de una fractura importante dentro de  la Unión Europea. Esto en virtud de tres consideraciones. El empujón dado a los partidos de corte populista y nacionalista en países como Francia, Holanda o Italia, que propugnan la salida de la Unión Europea por el camino refrendario.  La situación de vulnerabilidad en la que quedan países como Suecia o Dinamarca, tradicionalmente situados bajo el paraguas protector de Londres dentro de la Unión Europea, lo cual podría propiciar su salida. Máxime porque también en ellos la ultraderecha nacionalista es muy poderosa. La soledad de Grecia, la cual podría ser obligada a abandonar la Unión Europea en momentos en que ésta se lanza por la ruta de una mayor cohesión.

            En segundo lugar la revalorización de las opciones populistas, nacionalistas y anti inmigratorias en todo el mundo desarrollado. En la medida en que la pequeña aldea se anota un triunfo resonante sobre la aldea global, se brinda a la primera una legitimidad de la que había carecido. Trump, Le Pen, Wilders, Grillo o Hofer, pueden ahora alardear que el viento del cambio sopla a sus espaldas y que el rumbo de la historia los precede.

            El llamado orden liberal, cuyas mayores expresiones son el atlantismo y la globalización, entran en crisis. La salida de Londres de la Unión Europea deja a Washington sin su canal natural de influencia sobre aquella, haciéndose previsible un choque de voluntades entre Washington y Berlín. A la vez la globalización queda a la defensiva. Sometido a nuevos retos y a poderosas fuerzas de cambio dentro de su esfera, el orden liberal pareciera confrontar la necesidad de un período de introspección. Los grandes beneficiarios de ello serían Moscú y Pekín ante los cuales se abriría un nivel de libertad de acción del cual habían carecido.