China: ¿Otro Modelo de Socialismo?

Al dirigir una mirada retrospectiva a lo que acontece en el ámbito interno de China, hay coincidencia en sinólogos, académicos nacionales y extranjeros que analizan, y con fuerza plantean la necesidad de retomar y acelerar la quinta modernización: la política. Entre otros argumentos, ponen el acento en que, las lagunas existentes en el orden doméstico en lo referente al espacio  democrático-social, no contribuyen a disipar desconfianzas ni concita el apoyo de los vecinos cercanos. Sin embargo, moviéndonos en el plano de las lecturas que predominan sobre el desenvolvimiento político aportado por la Reforma y Apertura los criterios vertidos tienen aspectos coincidentes y en polos opuestos.           

Así, el abanico que en lo político cubre la gama de interpretaciones, valoraciones y  calificativos en que encuadrar la etapa modernizadora que vive  China, desde 1978-2010, resulta abarcador; pero, de modo abreviado puede reducirse a cuatro extremos principales: triunfo de la burocracia civil-militar, segunda revolución, capitalismo y socialismo. Asimismo, en estos títulos, designaciones o conceptos las variantes se tiñen de matices en dependencia de las posturas que en lo político-ideológico sostengan sus expositores.   

Para comenzar, al definir el régimen de burocracia civil-militar el periodo de reformas iniciado en China (1978-2010), se está describiendo un sector social que disfrutaba de privilegios especiales, cuya relación con los medios de producción es distinta a la del proletariado. En el caso de China engloba una clase social que se desarrolló con la instauración del socialismo en el país. Dicho en otras palabras, lo que Mao combatió como corrientes burguesas en seno del PCCh y el Estado: una nueva burguesía. Parece innecesario aportar muchos elementos para descifrar la fuente nutriente de esta caracterización. Surge en el interregno que sucede a la muerte de Mao por el abandono y las censuras a que son sometidas las políticas instauradas durante la Gran Revolución Cultural Proletaria.

En su esencia, corresponde en sus raíces sustentadoras a los calificados como ultra radicales dentro de las disímiles corrientes que en diferentes partes del mundo han nutrido los ideales socialistas. Por lo general, se desarrolló entre aquellos que, desde la posiciones de izquierda, fueron críticos del estalinismo y del régimen soviético, y por extensión, del socialismo real. Obviamente, principalmente alcanzaron mayor amplificación en el continente europeo. Aunque no faltaron seguidores en otras partes del mundo como fue el caso algunos círculos académicos y teóricos de América Latina1.                  

En realidad, los años 1976-1978, resultaron un momento de transición en el que se afianzaron las fuerzas políticas que, en el núcleo dirigente del Partido Comunista Chino (PCCH), defendían un curso más pragmático en lo económico-social, así como poner freno a la repetición de las políticas que habían agitado al país en los 10 años anteriores. A la muerte del emperador-dios pareció que Hua Guofeng,  nombrado Primer Ministro (desde 1976, al  morir Zhou En-lai), Secretario Presidente del PCCh (1976-1981) y cercano colaborar en los últimos años del finado, se perfiló como sucesor para llenar el vacío de poder dejado por Mao.

Por otro lado, en la cúpula del Buró Político del PCCh se exacerbaron las luchas alrededor del liderazgo que intentaron imponer la llamada banda de los cuatro, dirigida por la viuda de Mao. La última esposa de Mao, Jiang Qing, y Yao Wenyuan (yerno de Mao), Zhang Chunquiao (presidía la Dirección Política del Ejército Popular de Liberación –EPL-), Wang Hongwen (Vicepresidente del PCCh), al aflorar las señales del deterioro de la salud de Mao acentuaron sus actividades para tomar en sus manos la dirección del Estado y del PCCh. Intención expresada (5/4/1976) cuando impusieron la represión a los millares de pekineses congregados en la Plaza de Tiananmen en memoria de Zhou En-lai. Acusaron a Deng Xiaoping de organizar del incidente, calificado de anti maoísta, por lo que fue otra vez defenestrado. 

Estos personajes resultaron las cabezas visibles de las tendencias más  extremistas que, aduciendo que obraran siguiendo la voluntad de Mao, abogaban por continuar lo político-ideológico-económico implantado en el curso de la  Revolución Cultural. Así, la eliminación de la banda de cuatro, la rehabilitación (1977) de Deng Xiaoping, — salido a flote en 1973, al ser nombrado Viceprimer Ministro y Jefe del Estado Mayor del EPL, y apartado nuevamente del poder en 1976 –, el ascenso a la Secretaría General del PCCh (1981) de Hu Yaobang,  conformaron acontecimientos que proyectaron renovadores horizontes en el devenir de la sociedad china, cuya influencia se extiende a nuestros días.

Sin embargo, su interpretación tuvo un significado dual. Para los promotores de la primera lectura la Revolución que dio lugar a la Nueva China entró en su fin.  Había triunfado la línea burocrática civil-militar que tiró por la borda las conquistas de igualdad y justicia social que trajo la revolución al pueblo chino; comenzó un proceso de derechización de la revolución desde los niveles básicos del Partido y Estado.

Mientras, los que vieron en aquellos sucesos el inicio de las gigantescas transformaciones acaecidas en los últimos treinta años en el país, nos lleva a la segunda valoración. En este visual, el paréntesis 1976-1978 abrió un periodo de cambios elevado a la categoría de una Segunda Revolución2.

II

Ante todo, los suscriptores de esta línea celebran el inmenso salto dado por China en lo económico-social, y con menos intensidad, también en lo político con el destape de la reforma apertura, ejecutada bajo la dirección de Deng Xiaoping a partir de 1978. Lo realizado por el país en los rangos del crecimiento y desarrollo económico no tiene paralelo en la historia universal por su dinamismo y escala, y superó al proceso que conoció Estados Unidos en los veinticinco años posteriores a la Guerra de Secesión en 1865-1890. No puede desconocerse que China representa la quinta parte de los habitantes del planeta; y muy pocos ponen en duda que el decursar del siglo XXI llevará el sello que le impregnará el despertar del dragón chino.         

Entre otros muchos aspectos, la variada mirada de los que han valorado de Segunda Revolución los cambios que experimentó, en los más de treinta años pasados la economía y sociedad china insisten, entre otros, en los aciertos en cómo se han combinado la gradualidad al transitar de una economía centralmente planificada a institucionalizar las palancas y mecanismos monetario-mercantiles, e insertarse en los procesos económicos internacionales globalizados, partiendo de una economía-sociedad caracterizada por años de aislamiento, así como llevar la urbanización a la población rural. Todo ello, partiendo de condiciones de bajo desarrollo económico e índices elevados de pobreza y hambrunas recurrentes. 

Por otra parte, no faltan sinólogos y especialista que con fuerza remarcan que China está modelando un mundo en lo económico y en lo geoestratégico; su impacto e inserción en el mercado global encontrará adecuado reflejo en el desempeño de las economías organizadas del planeta. Sin embargo, a pesar del papel que adquiere China en el contexto mundial, no puede afirmarse que todo ha sido color de rosa en las profundas mutaciones habidas desde 1979. Ante todo,  hay que enfatizar los serios problemas que hoy enfrenta: del medio ambiente, la polución, las diferencias de ingresos ciudad-campo, lo dispar de la evolución y desarrollos regionales: Oriente,  Centro y Occidente y las distintas caras que adopta la corrupción  en el país.

En tanto, hay que subrayar que, si bien las alteraciones económico-social que concurrieron en China en las últimas tres décadas han podido calificarse, con más o menos razón de segunda revolución, lo trascendido en la esfera política, al menos en el occidente del planeta, no se examinan con la misma intensidad ni objetividad. Habría que insistir que nunca antes el pueblo chino disfrutó de las posibilidades de expresar sin límites sus cualidades creativas, como en la etapa inaugurada al influjo de la reforma y apertura. No prestar suficiente atención a lo acontecido en la esfera política tiene su explicación; las transformaciones ocurridas en China han tendido a la salvaguarda de un Estado de partido único y no a la copia de los valores de la democracia liberal3.

Sin embargo, llama la atención que, por lo general, los especialistas, sinólogos y académicos que aplauden lo extraordinario de la hazaña económico-social-política de China, provocada por el vuelco que le imprimió el pragmatismo introducido por Deng Xiaoping, no cuestionan el carácter socialista del país. Aunque, ciertamente, hay matices en las posiciones y argumentos más comunes que contienen las investigaciones de unos u otros analistas. Es factible aventurar que, desde el ángulo de los liberales progresistas, de izquierda, e inclusive, los neoliberales de este signo, confían que el propio desarrollo natural de los mecanismos mercantiles terminará por crear la masa crítica necesaria para imponer los valores de las democracias euro- americana.

Así, la propia evolución del proceso reformador conducirá a la ineludible democratización de la sociedad china bajo patrones del liberalismo. Salto que puede suceder cuando, por ejemplo, el PIB per- cápita del país sobrepase los cinco mil dólares anuales; o por las necesidades que impone la propia modernización de la economía, como son el flujo de información libre; imperio de una sociedad del derecho en que todos los ciudadanos estén sujetos a la supremacía de la ley; el crecimiento y afianzamiento social de una clase media, así como el ascenso y pleno desarrollo de la sociedad civil. 

Al  mismo tiempo, al fijar el foco de atención en los economistas, sociólogos, académicos y politólogos chinos, que valoran de positivos los cambios económico-sociales ocurridos en el país exaltados a una segunda revolución, coinciden, tanto los llamados neoconservadores y neoliberales como los de la nueva izquierda en la ponderación con que enjuician el papel del mercado traído por las políticas reformistas. Discrepan, entre otras cuestiones, en el énfasis que, unos hacen en el crecimiento económico; y otros, en las políticas sociales4. Hay terceros que, acentúan las críticas, en la carga negativa que arrastra o han generado las políticas  reformistas en lo social-político.                

III

Por otra parte, más complejo y enrarecido se vuelve examen de aquellos teóricos, filósofos, académicos, politólogos y otros estudiosos de las ciencias sociales que juzgan lo acontecido en China como la renuncia a los ideales socialistas y retorno al capitalismo. Esta valoración de las políticas abiertas en la etapa reformista ha encontrado la mayor difusión entre las diferentes corrientes de izquierda que, en sus proyecciones  sociales, se identifican con las teorías marxistas. Tampoco puede hablarse de coincidencias totales en los puntos de vista que exponen los partidarios de esta vertiente analítica, acerca de la modernización que experimentó el gigante asiático en las dos últimas décadas del siglo XX y el primer decenio del XXI. 

El punto focal de la crítica está enfilado al papel desempeñado por el  mercado en todo el desencadenamiento del proceso reformador y aperturista5. Entre la variedad de argumentos alegados está el hecho recogido como trágico que, del programa de reformas de mercado implementado por el Gobierno de China, se esperaba aportaría renovado vigor al socialismo; y en definitiva conduce al país por un sendero opuesto, a una acelerada pendiente de descenso cada vez más capitalista;  además, prisionera del capital extranjero. Igualmente, las críticas de la izquierda declarada marxista, con contadas excepciones,  remarcan que las reformas chinas han servido para potenciar las fuerzas del mercado y las relaciones sociales capitalistas que le son inherentes a expensas de las socialistas. 

Asimismo, también se alude que el entusiasmo dentro de las variantes de las fuerzas de izquierda generado por los avances obtenidos por China, han caído en descenso en la misma medida que salía a flote en el curso de las reformas las lacras inherentes al capitalismo. No obstante, la percepción del país como modelo positivo de política para el desarrollo, a pesar de la evidente restitución del capitalismo, ha sido posible por el éxito exportador, convertirse en el taller del mundo, y los índices alcanzados en el crecimiento económico. A la vez, aún aquellos que siguen defendiendo las perspectivas socialistas, pocas veces han incorporado en sus estudios el importante papel de las transformaciones ocurridas en China como favorecedoras de la desigualdad en el desarrollo e implantación del capitalismo a escala planetaria.    

Al mismo tiempo, en esta corriente crítica es significativa la oposición a considerar al socialismo de mercado como sustituto adecuado y efectivo del capitalismo. En el caso de China, remarcan la codicia que ha despertado la riqueza que se está creando en detrimento de las necesidades reales de las personas. Por sobre todo, ha fomentado un enorme ejército de reserva de trabajadores industriales, caracterizado por sus bajos salarios y el consecuente coste social que ello representa, crecimiento de las desigualdades en la distribución de las rentas con la inflexible diferenciación entre rico y pobres, los estragos ecológicos, etc. En resumen, niegan estos críticos la vía del mercado como medio hacia el socialismo y que relegue las necesidades más apremiantes de las personas, la igualdad y justicia entre los seres humanos.

Sin embargo, dentro de este pensamiento hay observadores que acompañan sus valoraciones remarcando lo especial del capitalismo que surge en China. Así, emplean en el examen de lo que acontecido en el país a influjos de las políticas modernizadoras implantadas desde 1978, de categorías como capitalismo de los ríos Amarillo y Perlas. Lo interesante de ambos calificativos consiste en recalcar lo diferente de las aplicaciones y direcciones en que se ha incorporado el mercado al funcionamiento de la economía. En el primer caso, el acento radica en el papel a desempeñar por el mercadeo que integra formas colectivas e impulsa el desarrollo industrial. Mientras, en el segundo el énfasis está en la atracción del inversor foráneo; las zonas más beneficiadas han sido las situadas en la costa6.               

No faltan análisis que, en particular, al enjuiciar los resultados de la reforma y apertura señalan que de la asunción del socialismo (con) de mercado en China germinó una variante similar a las condiciones de la clase obrera inglesa del siglo XIX, patrones tercermundistas de apropiación de recursos mediante apoyos políticos,  privatización cercana a las de Rusia, acopladas con los trazos del capitalismo burocrático de China. Lo interesante de esta visión consiste en subrayar lo específico de la fortaleza del capitalismo global, como agente destructor no solo de sociedades pre capitalistas periféricas, sino también de elementos y variantes del socialismo en el Norte-Sur del orbe. Sin tomar en cuenta esta fuerza no es  posible explicarse la distorsión del ajuste socialista mercantil en China7.

Sin embargo, en este especifico enfoque resulta de interés destacar que, al ratificar la pertinencia del socialismo en China, y la posibilidad de su renacer, lo que se enfatiza es el reto que asumió el país al enfrentar la lógica implacable delmercado, al desarrollar un modelo socialista o enrumbado socialmente hacia esos objetivos. Se reconoce que sumarse al mercado para doblegarlo no es tarea sencilla;  sobre todo, la experiencia mostró que todo injerto mercantil como el intentado en una economía centralmente planificada, muta o se modifica al incorporar los mecanismos monetario-mercantiles. Proceso que con carácter y presencia inexorable extenderá su influencia a las esferas social y política.

Siguiendo la anterior guía, la pregunta central en la reforma en proceso en China deberá responder, entre otras muchas variables, cómo el capital privado puede al mismo tiempo ser social, en un mercado socialista para expresar los intereses públicos o sociales. Se trata, ante todo, de definir que es un mercado socialista y cuales sería sus componentes esenciales; y aún queda por resolver el desafío de resistir y superar con el tiempo el mercado mundial capitalista, y sobre qué bases corporativas o institucionales fluirá ese proceso. La respuesta pudiera darla la restitución y formación de un estado socialista fuerte y democrático. Sin embargo, está latente, en los partidarios de esta perspectiva el riesgo de que la economía de China se convierta en un capitalismo de amiguetes.

IV

En otra dirección, la óptica que plantea que China sigue constituyendo un modelo de socialismo pero, por muchos de su rasgo diferente, presenta interesantes aristas  para describir lo sucedido en los últimos treinta años en el país. Lo primero, insisten en la continuidad del proceso modernizador iniciado con la fundación de la Nueva China. El lapso 1978-2010, es la prolongación de las transformaciones habidas entre 1949-1976. Sin los cambios agrarios de los años de 1950, la reforma de la estructura en la propiedad de la tierra, irrigación, uso de semillas mejoradas, progresos en la esperanza de vida, prestaciones mínimas pero sustanciales en educación, salud, infraestructura, la organización del mercado nacional, etc., no es posible entender la etapa de la actual renovación.     

Además, tampoco escapa a la constatación que en China ha surgido una capa de ricos; más de medio millón poseen fortunas superiores al millón de dólares; casi 50 están entre los más ricos del mundo; tampoco se niega que los acaudalados están conectados, utilizan al Estado o giran en la órbita de la estadocracia – nomenclatura clásica aportada por el socialismo conocido, y China con más razón, no ha escapado de este fenómeno –,  que acapara el control del país; pero algo  característico de esta clase rica en China: no ejerce el control del Estado.

Aquí, es importante subrayar el papel que esta apreciación le concede al Estado. También, es especial de la realidad presente de China que, el 30% de los empresarios millonarios son miembros del PCCh; cerca de 40 de los más poderosos participan en la Asamblea Nacional Popular (ANP); el 40% de los propietarios de empresas privadas militan en el Partido. Tendencia que es interpretada como la ampliación de la base nacional y representatividad de todas las fuerzas – obreros, campesinos, intelectuales, trabajadores, militares, etc. – sociales. De paso, esta peculiaridad china parece dirigida a evadir la organización de impulsos empresariales de signos políticos independientes.                           

Otro rasgo a invocar en beneficio del socialismo con características chinas hunde sus raíces en lo histórico-cultural. En la China actual, coexisten la economía de mercado, clases enriquecidas, libre comercio,  etc., pero ausentes de relaciones integrales de capitalismo. En esta observación lo determinante en el desarrollo basado en el mercado no radica en la presencia de instauraciones y regulaciones capitalistas, sino por la relación que el poder del Estado mantiene hacia capital. Independiente de los aspectos que pueden identificar a una economía de mercado; hay razones para afirmar que, si el Estado no se subordina a los intereses de poderosos magnates, la economía con mercado presentará formas y rasgos del capitalismo pero no será capitalista8

En la milenaria historia China, en los tiempos de las dinastías Ming o Qing en los siglos XV y XVIII ya existían mercados desarrollados en fase superior a los existentes en Europa: comerciantes, asociaciones de mercaderes, bancos, prestamistas, etc.; sin embargo, lo político no estaba sujeto al poder económico. Dicho de otro modo, lo que se quiere destacar es la subordinación de la economía de mercado al Estado, producida por el predominio absoluto de lo político sobre lo económico. Además, aún en China, donde la mayoría de la población (721 millones, 2008) vive en áreas rurales, tiene acceso a la tierra de de modo igualitario. Para muchos investigadores este constituye un punto de vital grado, junto al lugar del Estado, para valorar de socialista la opción china9.  

Por otra parte, prolongar la política que acentuó el esfuerzo modernizador en el desarrollo de las fuerzas productivas, lo que contribuye al poderío integral del país, así como a elevar el bienestar de la población, con el reconocimiento que algunas personas y regiones prosperen primero, como ideal de lograr más rápido la riqueza de la nación, proclamado por Deng Xiaoping, provocó el ensanche de las brechas sociales10. Esta situación debe ser acotada. El proceso de diferencias sociales ha transcurrido en un marco de prosperidad general –500-400 millones, según unas u otras fuentes, salieron de la pobreza–, es muy distinto que la que resulta allí donde hay enriquecimiento de los más ricos, y los pobres, cada vez más se empobrecen.

En las expectativas del socialismo en China no puede dejar de ponderarse el origen revolucionario sobre el que se enmarca la reforma implementada en el país desde 1978. El régimen acude a la legitimidad e identidad que aportó la propia revolución. Cuestión que,  independiente de los tintes que pueda adquirir, aún está presente en las fórmulas políticas y sociales que se adoptan. Asimismo, los dirigentes del Partido, Estado y Gobierno son, y se declaran seguidores de la Revolución que, entre otros logros, dio tierra a los campesinos, liberó a la mujer de ataduras feudales, desterró el dominio foráneo, factores que llevan a mantener y observar cierto compromiso social.                                      

Sin embargo, lo dicho no obvia las acervas críticas de que son objeto los disímiles rostros que encubre la denunciada y combatida corrupción en el país. Los valores revolucionarios reconocidos como oficiales y que se identifican con las causas populares, aún cuando haya actitudes tecnocráticas en los gobernantes, no dejan de estar sujetos a los compromisos encarnados por la revolución. A su vez, la práctica revolucionaria ofrece cubertura a los más desposeídos para que sus reclamos sean atendidos. Los miles de disturbios y protestas que anualmente ocurren en la nación, se hacen al amparo de los símbolos patrios, e incluyen desde legislaciones que protejan a los obreros-campesinos, sindicato, derecho a las tierras que ocupan los campesinos, etc. Sin olvidar la política de precios.

Pero la tradición e identidad revolucionaria no se concentra o agota solo en el plano interno. Las relaciones externas también llevan su sello, particularmente cuando se trata de condenar y rechazar las actitudes imperiales, los intentos de imponer posturas hegemónicas, apoyar las justas demandas de los países en vías de desarrollo, la condena a los ensayos de aplicar políticas colonialista, etc. La salvaguarda de la soberanía, la no injerencia en los asuntos internos, beneficio mutuo y ganancias compartidas que China ha defendido en las relaciones económica internacionales; con igual celo aceptó la recepción de IDE, orientada en función de las prioridades de la modernización. La misma eficacia aplica en las ayuda extranjeras, así como en el trabajo que despliegan las ONG en el país.

Por otro lado, es oportuno recordar que el ciclo de innovación económica originado por la reforma y apertura duplicó el PIB de 1980 en diez años (1990), y resolvió el problema de la subsistencia elemental de la población; para el año 1996  fue cuadruplicado el PIB de 1980; meta que debía alcanzarse en el 2000, y lograr un nivel de vida modestamente acomodado; el XVI Congreso del PCCH en el 2002 confirmó la consecución de este objetivo. A la vez, en otras muchas metas sociales los resultados quedaron lejos de ser satisfactorios. No fue posible entre otras, universalizar la enseñanza primaria obligatoria, eliminar el analfabetismo entre los grupos de edades medias, igual suerte corrió la asistencia primaria de salud, así como facilitar agua corriente al 80% de la población rural.

En tanto, el desequilibrio entre el desarrollo y crecimiento económico salido a flote desde finales de 1990 e inicio del siglo XXI, llevó al abandono del curso que unos se enriquecieran antes que otros; en lo sucesivo, se planteó, el incremento de los progresos en la economía debe acompañarse del mejoramiento de los índices de bienestar social. Así, el objetivo en el próximo decenios (2020) buscará enraizar la noción de sociedad armoniosa; lo cual significa que, lograr  una sociedad prospera implica que, la desigualdad y la injusticia, constituyen las principales amenazas a la estabilidad y armonía social. En la integración de este concepto se recuperó y coronaron la tradición confuciana, así como  elementos de las conquistas sociales en la historia reciente de China.     

Al mismo tiempo, al valorar lo realizado en el curso del proceso reformador  y aperturista,  aquellos que extienden a China el aval de socialista, no dejan fuera del examen las insuficiencias en el terreno político. En este tenor, no faltan los que señalan del “régimen chino, su condición de dictadura, de régimen autoritario de partido único, implacable represor de toda acción colectiva de desafío y conculcador de derechos universales en su política interna. En China hay un enorme nivel de abuso y brutalidad en el ejercicio del poder, con pena de muerte, censura, tortura y todo lo que abunda en los informes de las organizaciones de defensa de los derechos humanos. En China hay corrupción en  aumento.”11 Sin embargo,  el modelo socialista chino es diferente; aun reconociendo su autoritarismo, se califica de abierto.

Al aplicar el concepto de abierto se está subrayando lo que lo distingue de las variantes del socialismo real. Acaso, sea esfuerzo válido insistir que, en China, se acepta oficialmente las lagunas en el orden político y, a la vez, la necesidad de perfeccionar,  democratizar la gestión, y el ordenamiento estatal y social. Tampoco debe olvidarse que, la sociedad china estuvo estructurada por milenios, en una pirámide jerárquica que encabezó en la cúspide el emperador; con funciones en grado extraordinariamente verticalizadas bajo el orden imperial. El convulso periodo republicano nacionalista (1911-1949) no contribuyó a la introducción de cambios sustanciales en dicho ordenamiento.

Asimismo, la Nueva China, es heredera de ese legado. Además, coincidían las experiencias del socialismo soviético, del que PCCh tomó la práctica vertical de codificación social, aunque ahora avalada por los designios del llamado centralismo democrático, cuyo contenido histórico ha tenido más de lo primero que de lo segundo. En la práctica, comprende la primacía de los órganos superiores, estatales y partidistas, sobre los inferiores y de los ejecutivos sobre los representativos, concentrando la toma de decisiones en el número de los miembros del Buró Político del Partido. En el concreto caso de China, presenta la singularidad que, el poder radica, en última instancia, en la Comisión Militar Central.   

En tanto, lo que constituye la sociedad civil (sindicatos, asociaciones de profesionales, de  género, de protección  a la naturaleza, etc.) fue  organizada a la manera de lo que Lenin calificó de poleas de transmisión, subordinadas a la verticalidad como conjunto de organizaciones para ejecutar las órdenes de la jerarquía superior, y responsables de canalizar las iniciativas y autonomía orientada por los órganos directores. Dentro de este conjunto de herencias, donde cuenta la cultura milenaria, más lo que aportó el modelo experimental del socialismo soviético; en China se acepta la imperfección y la necesidad de reformar, o más exactamente, implementar la quinta modernización: la política. 

Por otro lado, cuando se califica de modelo abierto el ordenamiento autoritario de China, hay que aceptar que en el país se instrumenta, ponen en práctica y estudian los medios y mecanismos que conduzcan a un gobierno basado en el imperio de la ley; en otras palabras, estructurar una sociedad de derecho. La renuncia a gobernar según la autoridad personal y carisma de los líderes, como paso intermedio hacia fórmulas más inclusivas y democráticas, se introdujo en la fase  de la reforma y la apertura, acotar el mandato de los cargos más importantes del PCCh, el Estado y el Gobierno a solo dos periodos de cinco años como máximo. Igualmente, todo dirigente al arribar a los 70 años de edad debe pasar a retiro.

Por paradójico que pueda parecer China, dentro del socialismo conocido, es la única experiencia donde los ciudadanos pueden demandar al Estado. Con la observación adicional  que, en la mayoría de los casos, ganan los pleitos. El  polémico tema de los derechos humanos fue recogido en los ajustes hechos a la Constitución  del 2004; también consta en el agregado que una genuina libertad individual no puede existir sin seguridad económica e independencia. Registra que el proceso reformador destapado en el país, entre otro de sus logros, crea las condiciones para el desarrollo de las capacidades y disfrute pleno por parte de todos los ciudadanos para realizar sus capacidades creadoras, ejercicio de sus derechos y participación activa en la vida político-económico-social de la nación.

Otra exclusividad del modelo autoritario abierto de China en que puede reflejarse su especificidad lo ejemplifica el fenómeno de la corrupción. Ante todo, es reconocida y también son explicitas las medidas de profilaxis  – llegando a penas severas de cárcel y ejecuciones ejemplares — que se aplican, incluidas entre otras, las disposiciones administrativas y rigurosidad en los controles a nivel de Gobierno, Estado y Partido. Pero, no puede dejar de mencionarse que, en la memoria colectiva del devenir histórico de la nación china, esa lacra social remite sus orígenes en la formación del Imperio. Lo nuevo consiste en el conjunto de instrucciones para combatirla y el rechazo que las prácticas corruptas encuentran en la sociedad.   

A la vez, si bien el autoritarismo practicado en China lo encarna la figura del PCCh, no es menos cierto que, de igual modo, combina la experimentación, está abierto a la discusión colectiva en la toma de decisiones, e incorpora la asesoría e investigaciones de la Academia de Ciencias (sociales  e ingenieriles) los cuerpos docentes de las universidades, institutos especializados gubernamentales, Escuela Superior del Partido, etc., para debatir temas concretos. Con la salvedad que tal intercambio de pareceres está acompañado de un clima de entera libertad de pensamiento e integra todo el espectro de escuelas, teorías y metodologías12.                     

Otro factor en los ingredientes que hacen peculiar a China en el orden político, tiene manifestación en el  alejamiento PCCh de la teoría leninista del partido. La aplicación consecuente de la triple representatividad 13 se suma al proceso lógico que ha animado a la renovación económica. Esta nueva categoría abrió la entrada al Partido no solo a obreros y campesinos, sino también a los hombres dinámicos. La dirección de la lucha revolucionaria por la conquista del poder político, la edificación socialista y la modernización, convirtió al Partido en otro que conduce al pueblo para asumir ese poder y que, además, acumula larga práctica y tiempo en su ejercicio.

El PCCh ha pasado de las circunstancias de dirigir al país bajo el bloqueo exterior y un modelo de economía planificada centralmente, a un Partido que guía los objetivos sociales en condiciones de la apertura externa e introducción de una economía de mercado socialista. En este escenario, la triple representatividad se erige en la plataforma de acción para el Partido, en fuente de estímulo para incrementar y desarrollar las fuerzas productivas y el progreso científico-técnico más avanzado; ampliar la visión teórico-ideológica de la militancia y de todo el pueblo para llevar adelante la causa del socialismo con peculiaridades chinas14

A finales del 2010 el PCCh contaba con más de 80 millones de militantes; una proporción aproximada se repartía en unos 12% obreros; 29% funcionarios gubernamentales, personal administrativo de las empresas e instituciones de propiedad estatal y técnicos; 32% campesinos; y el restante 27% soldados, estudiantes y jubilados. Datos, que indican la inversión de la pirámide en la concepción leninista del Partido. Todo lo citado parece avalar que, en efecto  China, y su modelo autoritario es una variante distinta del socialismo conocido, y las fórmulas etiquetadas en occidente no reflejan exactamente: ¿qué es China? Visión que se hace más distorsionada al enfocarse desde los prismas del liberalismo y transpolar sus valores democráticos a una realidad diferente.

V

Finalmente, hay razones para afirmar que, sustentado en valores socialista, China, está en vías de gestar un nuevo modelo económico-social que, aún no ha definido la formación y desarrollo de todos sus perfiles. En realidad, una caracterización más exacta diría que hoy el inmenso territorio del país, parece constituir un extraordinario  laboratorio político-económico-social. Pero, puede asegurarse, que lo nuevo que surja no tipificará al conocido del socialismo real; sus patrones lo alejan del socialismo de Estado; y la fase primaria del socialismo es solo una transición que moldeará los contornos básicos que nutrirán el ordenamiento social en gestación. Los juicios y análisis que lo identifican con el capitalismo, son objetivos en cuanto a reconocer que formas capitalista y socialista coexistirán por largo tiempo.

 Por último, en el curso de la primera mitad del siglo XXI el mundo asistirá a la confirmación del alumbramiento de un nuevo modelo social en China; no parece ocioso apuntar que, al hablar de este país gigante, estamos situados en la realidad de alguien que fue grande y regresa, para situarse en centro de la economía mundial preservando la soberanía, con el retraso de más de dos siglos, en la gran aldea que es hoy la Tierra. Así, China fuerte, próspera, más el Datong: gran armonía, ideal confuciano de relación social derivado de una economía próspera y sociedad estable; tal vez, sugiera que sería más objetivo estudiar el acontecer chino contemporáneo renunciando todo “ismo”, y retornar al milenario pasado; y solo  designar a China como El País del Centro.   

 

NOTAS

1.- Para una visión de estas corrientes, entre otras, ver: Rojas, Robinson, China: una revolución en agonía, Ediciones Martínez Roca, S.A., Barcelona, España, 1978; Karol, Kewes S., China, el otro comunismo, Siglo XXI Editores, S. A., México, 1967;  Karol, Kewes S, La segunda revolución China, Seix Barral, Barcelona, España, 1977; Bettelheim, Ch.; Rossanda Rossana, Karol, K.S., China después de Mao, El Viejo Topo, Barcelona, 1978.

2.- Entre otros ver: Bregolat, Eugenio, La Segunda Revolución China, Ediciones Destino,  Madrid, España, 2007; Tamames, Ramón, El Siglo de China, de Mao a Primera Potencia Mundial, Editorial Planeta, S. A., Barcelona, España, 2008; Wu, Xiaobo, La China Emergente, La Transformación del Gigante Asiático desde Dentro, Centro Internacional de Prensa, Beijing, 2010;   Shenkar, Oded, El Siglo de China, Ediciones Granica, S.A., Barcelona, España, 2005.

3.- Ver, Ríos, Xulio, China en 88 Preguntas, Editorial los Libros de la Catarata, Madrid, España, 2010, Págs., 13-43; 84-134; 277-295.

4.- Argumentos y puntos de vistas diferentes pueden consultarse, entre otras en la obras: A los Ojos de Estudiosos Chinos y Extranjeros, Treinta años de Reforma en China, Ediciones de Lenguas Extranjeras, Beijing, China, 2008; El Milagro Chino, Visto desde el Interior, Puntos de Vista de Autores Chinos, Editorial Popular, Madrid, España, 2008; Wang Hui, El Nuevo Orden de China,  Sociedad, política y economía en transición, Editorial Bellaterra, Barcelona, España, 2008; Leonard, Mark, ¿Qué piensa China?, Editorial Icaria, Madrid, España, 2008, Págs. 163-170 

5.- Para un estudio que recoge el más acabado análisis de la visión capitalista de la reforma y apertura en China: Ver, Hart-Landsberg, Martin y Burkett, Paul, China y el Socialismo, Editorial Hacer, Barcelona, España, 2006; otros trabajos interesantes sobre el mismo tópico, Andreas, Joel, Cambio de curso en China, New Left Review, No. 54, Editorial Akal, Madrid, España, 2009, Págs., 11-135; Aguirre, Mark, ¿Puede China estar orgullosa de sí misma?, El Viejo Topo, 264, enero 2010, Barcelona, España, Págs., 25-29. Una síntesis analítica de los debates en, Díaz Vázquez, Julio A., Regalado Florido, Eduardo, China: El despertar del Dragón, Editorial de Ciencias Sociales La Habana, 2007, Págs.365-377. 

6.- Ver, Leonar, Mark, Ob, Cit, Págs.33-69 

7.- Ver, Lin, Chun, La Transformación del Socialismo Chino, El Viejo Topo, Barcelona, España, Págs. 281-319. Enjundiosa obra que debe ser leída por todos los interesados en aproximarse a las complejidades que encierra la reforma y apertura en el proceso de la búsqueda de una vía socialista en China.

8. – Ver, Arrighi, Giovanni, Adam Smith en Pekín, Editorial Akal, S.A, Madrid, España, 2007, Págs. 365- 403.

9.- Ver, Poch-de-Feliu, Rafael, La actualidad de China, un mundo en crisis, una sociedad en gestación, Editorial Crítica, S.L.,  Barcelona, España, 2009, Págs. 49-62.

10.- Se atribuye a Deng Xiaoping la frase: ser rico es glorioso. No es cierto. En realidad es del periodista de la cadena de televisión CBS, que lo entrevistó el 9/1986. Ver, Poch-de-Feliu,  Rafael, Ob. Cit., pág. 53

11.-Ver, Poch-de-Feliu,  Rafael, Ob. Cit., pág. 60

12.-Ver, Leonar, Mark, Ob. Cit., Págs.69-104

13.- Ver, Jiang Zemin, Informe ante el XV Congreso y el XVI Congreso Nacional del PCCh, Beijing Informa, n. 40, 1997, Agencia Xinhua, Beijing, 8 de noviembre del 2002. 

14.- Ver, Díaz Vázquez, Julio A., China: ¿Otro Socialismo? Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2010, Págs. 76-89.