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China-Taiwán-Japón: el anzuelo de la tensión

Kao Chin, clic para aumentar
Hace unos días, una diputada aborigen encabezó una protesta en la capital nipona, exigiendo al gobierno japonés disculpas y compensaciones para los aborígenes taiwaneses que murieron en combate durante la segunda guerra mundial reclutados a la fuerza como soldados de las unidades terrestres imperiales. La diputada Kao Chin (a la izquierda en la foto) ha exigido además que el gobierno japonés retire las lápidas que hacen mención a los soldados taiwaneses en el Santuario Yasukuni en Tokio.
 

El triángulo China-Japón-Taiwán siempre se ha significado por su extrema complejidad. A las tradicionalmente difíciles relaciones entre China continental y Japón, se superponía la ambigüedad de los vínculos entre Tokio y Taipei. En el diferendo que enfrenta a Formosa y China, Japón constituye una referencia regional de primera importancia. Entre 1895 y 1945 ha sido la potencia ocupante de Taiwán, dejando una significativa impronta en el ámbito económico, político y cultural que aún hoy es objeto de enorme controversia, pero en la que se advierten, a diferencia del continente, no pocos valedores del compromiso nipón con el desarrollo económico y educativo de la isla, sentando las bases del posterior divorcio con el continente.

Hoy Japón es el tercer cliente de Taiwán y su primer proveedor (25%), seguido de EEUU (12,9%). Japón, además, constituye una pieza clave en el esquema de seguridad de la isla de Taiwán. Ambos factores, económicos y defensivos, encuentran importantes complicidades, tanto en el gobierno de Koizumi, como en el de Chen Shui-bian y sus aliados, en especial, la TSU del ex presidente Lee Teng-hui, abiertamente filonipón.

Hace unos días, una diputada aborigen encabezó una protesta en la capital nipona, exigiendo al gobierno japonés disculpas y compensaciones para los aborígenes taiwaneses que murieron en combate durante la segunda guerra mundial reclutados a la fuerza como soldados de las unidades terrestres imperiales. La diputada Kao Chin ha exigido además que el gobierno japonés retire las lápidas que hacen mención a los soldados taiwaneses en el Santuario Yasukuni en Tokio. La historia, al igual que en el continente, puede llegar a ser un factor de enturbiamiento de las relaciones bilaterales, aunque el peso político en Taiwán de las demandas aborígenes sigue siendo marginal, y aún pueden ser acusados de servir de quintacolumna a los propósitos continentales.

Más difícil de descalificar resultan las demandas a propósito del dominio de las islas Diaoyu (reivindicadas por China y Taiwán) o Senkaku (como las califican los japoneses), situadas al noroeste de Taiwán, en el mar de China oriental, y ahora protagonistas por los intereses pesqueros que las circundan, convergentes en una amplia franja de la zona económica exclusiva reivindicada por ambos gobiernos. El pasado 21 de junio, el presidente del Yuan legislativo, Wang Jin-pyng, del KMT, se embarcó en una fragata de la Armada taiwanesa para capitanear a un grupo de diputados dispuestos a desplazarse a la zona de conflicto que enfrenta a los pescadores taiwaneses y japoneses, estos protegidos por la armada nipona, la más importante de la región y de las mayores del mundo (a pesar de ser Japón un país pacifista y dedicar un máximo del 1% del PIB a gastos de defensa).

El conflicto tiene una doble lectura interna. En primer lugar, que el presidente del Parlamento taiwanés se embarque en esta contienda solo se explica por su aspiración a ganar la carrera interna en el seno del KMT, una vez que Lien Chan, su actual presidente, ha anunciado su renuncia a seguir liderando el principal partido de la oposición. En segundo lugar, una vez más, sirve para partir las aguas entre el campo panazul y opositor, soporte de las reivindicaciones frente a Japón que aproximan la isla al continente, y el campo panverde, que enfatiza su posición altiva frente a Beijing pero procura manejar con cuidado las relaciones con Tokio, su aliado necesario.

La decisión del gobierno de Taipei de desplazar un navío a la zona se ha producido después de reclamarlo la oposición y ante la advertencia de los propios pescadores taiwaneses de cambiar la bandera de Taiwán por la de China continental en sus barcos si el gobierno de la isla no les protegía adecuadamente. Los pescadores de Taiwán, que obtienen en esta zona la cuarta parte de sus capturas, contemplan atónitos como los marineros del continente no son molestados por las patrulleras de Japón. Solo entonces, el ministro de defensa de Taiwán, Lee Jye, ha admitido la posibilidad de intervenir en la zona.

A finales de este mes podrían iniciarse las negociaciones entre Japón y Taiwán. Desde 1996 se han sucedido catorce rondas de contactos, sin que se hayan producido resultados. Y tampoco ahora se esperan.

Xulio Ríos (AIS, 24/06/2005 e La Insignia10/07/2005)