China y los partidos de cartón

 X Congreso de la Liga Democrática de China; clic para aumentar
Estos partidos, atados de pies y manos y carentes de la más elemental autonomía efectiva, han desarrollado una especie de vocación sectorial. Por ejemplo, el Partido Democrático Campesino y Obrero goza de implantación en el sector médico; la Liga Democrática de China, en el sector educativo, científico y tecnológico; la Liga para la Democracia y la Autonomía en Taiwán, agrupa a los taiwaneses que residen en el continente y que participan, lógicamente, del principio de “una China”; la Asociación para la Promoción de la Democracia incluye a reconocidas figuras de la industria cultural y editorial; la Asociación de la Construcción Democrática de China agrupa a hombres de negocio, etc. (Foto: X Congreso de la Liga Democrática de China, celebrado en Beijing do 29 de novembro ao 2 de decembro de 2007. ©CDL).
 

En las últimas semanas se han llevado a cabo en Beijing varios congresos de los diferentes partidos no comunistas que participan en la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino. En el congreso del Partido Democrático Campesino y Obrero de China, inaugurado el pasado 11 de diciembre, Jia Qinglin, miembro del Comité Permanente del Buró Político del PCCh y presidente de aquella Conferencia, fue el encargado de pronunciar el mensaje de felicitación. Xi Jingping, Li Changchun y otros altos dirigentes del PCCh también participaron en actividades similares de los otros partidos, cuyos Congresos se vienen sucediendo de forma encadenada. Si el día 15 finalizaba el del Comité Revolucionario del Partido Kuomintang de China, el 16 empezaba el de la Asociación de la Construcción Democrática de China.

Esta secuencia de celebraciones se viene repitiendo desde finales de noviembre, cuando sus respectivos órganos dirigentes han tenido tiempo y ocasión de “asimilar” las principales conclusiones del XVII Congreso del PCCh, celebrado en octubre. En suma, de lo que se trata es de discutir e incorporar a su teoría y práctica, las directrices emanadas del partido que lidera el país y a cuyo fortalecimiento contribuyen a través de “la cooperación multipartidista y la consulta política bajo la dirección del PCCh” que constituye la piedra angular del “pluralismo” chino. Así, todos ellos han pasado a compartir y defender la concepción científica del desarrollo y el objetivo de construir una sociedad armoniosa, directrices estrella del congreso del PCCh.

En las últimas décadas y con muchos altibajos, estos partidos, atados de pies y manos y carentes de la más elemental autonomía efectiva, han desarrollado una especie de vocación sectorial. Por ejemplo, el Partido Democrático Campesino y Obrero goza de implantación en el sector médico; la Liga Democrática de China, en el sector educativo, científico y tecnológico; la Liga para la Democracia y la Autonomía en Taiwán, agrupa a los taiwaneses que residen en el continente y que participan, lógicamente, del principio de “una China”; la Asociación para la Promoción de la Democracia incluye a reconocidas figuras de la industria cultural y editorial; la Asociación de la Construcción Democrática de China agrupa a hombres de negocio, etc. Todos estos partidos, con una militancia incomparablemente menor a la del PCCh, cuentan con delegados en la Asamblea Popular Nacional y en algunos de sus diferentes niveles territoriales, ya que su implantación es muy irregular y deficiente. También tienen garantizada su participación en la Conferencia Consultiva Política, el espacio más natural reservado por el sistema.

El llamamiento de Hu Jintao a profundizar en la democracia, sobre todo interna, y a multiplicar la presencia de gestores no comunistas en los diversos niveles de la burocracia china, aventura un papel más activo para estas formaciones, hoy limitadas a la función de trasladar “recomendaciones y opiniones”. Cuando se trata de atraer talentos para fortalecer el sistema de toma de decisiones y hacerlo más “científico y democrático”, los profesionales, que constituyen su base principal, al igual que las personalidades sin partido, acaparan más atención, lo que augura una mayor proyección de estas fuerzas, hoy muy instrumentalizadas y carentes de la autonomía más elemental, pudiendo adquirir un papel más significado. Pero los primeros que deben creérselo son ellos mismos, cosa dudosa después de décadas de aprendizaje y práctica de la sumisión y la adhesión inquebrantable al “hermano mayor”.

Por otra parte, el interés mostrado por una mayor democratización del sistema abre un horizonte de expectativa respecto a la función de estos colectivos, pudiendo aguardarse un mayor protagonismo y visibilidad pública de su actividad y sus líderes, si bien excluyendo el desarrollo de un sistema de competencia similar al occidental que atisbe cualquier forma de alternancia. No hay ni vocación ni capacidad para ello. El proceso auspiciado por el PCCh, no obstante, debiera incidir en el fomento de la autonomía de estos colectivos y de su labor de control para que, en efecto, puedan desempeñar un papel dinamizador de la vida política, económica, social y cultural de China, sin por ello, a priori, poner en cuestión la lealtad a las instituciones del vigente sistema político. Si no afloja la cuerda, todo quedará reducido a un ejercicio semántico que no engañará a nadie. El problema radica en creer de verdad que la pluralidad enriquece y no perjudica el progreso y la emancipación social. Pero un pluralismo real no puede establecerse con partidos de cartón.