20050919beijing us korea north

Corea del Norte: el embrollo nuclear


 Acordo Beijing, clic para aumentar
Parecía que se había dado con la fórmula para fijar avances: conformidad en el objetivo final, y compromiso de avanzar paso a paso de forma equilibrada, sobre la base de concesiones mutuas y recíprocas. No obstante, Christopher Hill, el negociador jefe estadounidense, advertía que ahora se entraba en la etapa crítica, de urgente aplicación de los compromisos asumidos por parte de Pyongyang para que EEUU y las otras partes implementen las ofrecidas a cambio. (Foto: El subsecretario de Estado de Estados Unidos, Christopher Hill, a la izquierda, estrecha la mano del negociador principal norcoreano Kim Gye Gwan, frente al vicecanciller surcoreano Song Min-soon, en Beijing, el lunes 19 de septiembre de 2005).
 

El lunes se anunciaba el final de la cuarta ronda de las conversaciones a seis bandas (las dos Coreas, Japón, Rusia, China y EEUU) sobre la cuestión nuclear de la península de Corea con la sorpresiva firma de una declaración común en la que todos reiteraban que la principal meta del actual diálogo consiste en alcanzar la desnuclearización verificable de la península de forma pacífica.

La cuarta ronda se celebró en Beijing en dos fases, la primera entre el 26 de julio y el 7 de agosto, y la segunda del 13 al 19 de septiembre. En el comunicado se señala que Corea del Norte se compromete a abandonar los programas nucleares existentes, prometiendo volver al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (del que se había retirado a finales de 2002) y a la supervisión de la AIEA (Agencia Internacional de la Energía Atómica). Por su parte, EEUU asegura que no dispone de armas nucleares en la península y que no tiene ninguna intención de atacar o invadir Corea del Norte, ya sea con armas nucleares o convencionales. Corea del Sur, que ha ofrecido al Norte dos millones de kilovatios de energía eléctrica, reitera igualmente su promesa de no recibir o desplegar armas nucleares, de acuerdo con la Declaración Conjunta de 1992 sobre la Desnuclearización de la Península coreana. Japón, por su parte, promete avanzar en la normalización, afrontando su “desafortunado pasado” (no sólo la asunción de las responsabilidades derivadas de la invasión de Corea sino también el futuro de sus ciudadanos detenidos por los servicios secretos norcoreanos en los años setenta). Corea del Norte consigue, además, con este acuerdo, paralizar el anuncio de sanciones económicas avanzado por Seúl y Tokio.

En la nota informativa facilitada por Beijing, anfitrión de las negociaciones, se asegura el derecho de la RPDC al uso pacífico de la energía nuclear, derecho que las demás partes respetan, acordando discutir, más adelante, probablemente en noviembre, acerca de la provisión de un reactor de agua ligera a Pyongyang. Esta tecnología dificulta la producción del plutonio necesario para fabricar las armas atómicas. Antes de la retirada del TNP, el consorcio internacional KEDO (integrado por la UE, Japón y EEUU) había iniciado la construcción de este tipo de reactor en Corea del Norte, pero fue paralizada en respuesta a la dificultad de verificación del abandono del programa nuclear por parte de Pyongyang.

La diplomacia china estaba exultante. El salto de la primera fase a la segunda de esta ronda se había producido después de que un alto responsable chino, el director del departamento de relaciones internacionales del PCCh, Wang Jiarui, se desplazara a Pyongyang para desatascar la crisis, cosa que logró después de cuatro días de conversaciones al más alto nivel. Parecía que se había dado con la fórmula para fijar avances: conformidad en el objetivo final, y compromiso de avanzar paso a paso de forma equilibrada, sobre la base de concesiones mutuas y recíprocas. No obstante, Christopher Hill, el negociador jefe estadounidense, advertía que ahora se entraba en la etapa crítica, de urgente aplicación de los compromisos asumidos por parte de Pyongyang para que EEUU y las otras partes implementen las ofrecidas a cambio.

La declaración, en la que la RPDC obtiene la promesa de ayuda y seguridad a cambio de abandonar su programa, constituye, sin lugar a dudas, el documento de mayor relieve obtenido después de dos años de conversaciones. El reconocimiento por parte de EEUU del derecho de la RPDC al uso pacífico de la energía nuclear es el mayor compromiso que ha asumido hasta el momento sobre la cuestión, señalaba Piao Jianyi, profesor del Instituto de Asia y el Pacífico de la Academia de Ciencias Sociales.

Pero la alegría ha durado bien poco. Al día siguiente de celebrar el acuerdo, Corea del Norte anuncia que no desmantelará su programa nuclear en tanto EEUU no le suministre los reactores de agua ligera necesarios para fabricar electricidad. ¿Como interpretar el anuncio de Pyongyang? ¿Es el acuerdo del lunes papel mojado o se invita a abrir la siguiente etapa de las negociaciones? Para Corea del Norte, se trata de la prueba verdadera de la recuperación de la confianza, pero Nobutaka Machimura, ministro de exteriores de Japón, ha rechazado esta reclamación, señalando que ese paso será la consecuencia de la renuncia de Pyongyang y no la precondición.

Las conversaciones a seis bandas siempre se han caracterizado por su incertidumbre, lenguaje equívoco y suspensiones constantes. El relativo éxito de esta ronda se ha debido, probablemente, a la introducción de un cambio de enfoque, anteriormente centrado de forma exclusiva en el problema nuclear del Norte, y ahora contextualizado en la discusión en torno al mecanismo de seguridad en toda la península y en Asia septentrional. El avance fue posible después de que, en el pasado agosto, EEUU y Corea del Norte desarrollaran conversaciones bilaterales, otra de las novedades de esta ronda, en las que se pudo llegar a un acuerdo de principio: normalizar las relaciones a cambio de la suspensión del programa nuclear militar norcoreano. Esa normalización de relaciones abriría también el camino para incrementar la cooperación en materia energética, comercial y de inversiones, permitiendo el acceso a las instituciones financieras internacionales de crédito.

¿Ha cambiado algo o no ha cambiado nada? La mecánica no es nueva. Se trata esencialmente de subir algún peldaño más, para obtener ventaja en las concesiones a negociar en la siguiente ronda. Así las cosas, a pesar de que el envoltorio formal ha variado, estamos casi como al principio: Washington difícilmente cederá al chantaje norcoreano en tanto no ponga fin a sus ambiciones nucleares, antes de hacer cualquier concesión.

Y volverán a la mesa de negociaciones y muy probablemente tendrán que hacer concesiones. Japón y Corea del Sur no pueden correr el riesgo de tener una potencia nuclear incontrolada como vecina. Tampoco pueden permitir que la situación se deteriore hasta el punto de tener que recurrir a la fuerza. La única salida es la diplomacia y en ella, paradójicamente, Pyongyang parte en posición de privilegio para obtener sus principales objetivos: acuerdo energético, ayuda humanitaria, garantías de seguridad, incluyendo la retirada progresiva de los 32.500 soldados estadounidenses estacionados en el sur… (continuará en la siguiente ronda).