Este artículo está presente en el IGADI Annual Report 2022-2023 "Globalización e multipolaridade en tempos de Guerra"
Fotografía de Ana Mendes

Cultura de paz en tiempos convulsos: los retos del pacifismo ante la invasión rusa en Ucrania

La invasión rusa en Ucrania ha conmocionado el escenario geopolítico europeo. Sus graves efectos en el ámbito económico, político, social y de seguridad han obligado a realizar reformas y tomar decisiones que hubieran sido impensables meses atrás. ..

La aceleración de la transición energética basada en la descarbonización y en implantación de energías renovables, la modificación de la directiva de acogida a refugiados1, la aplicación de sanciones a Rusia y la utilización del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz para la adquisición y envío de armas a Ucrania, así como el compromiso del incremento de los presupuestos militares2 son algunas de esas medidas, poco antes difíciles de imaginar. Alemania, a pesar de sus traumas históricos, asume un “cambio de época” (Zeitenwende) en el que retorna la política de poder y la guerra en su entorno cercano. Países como Finlandia y Suecia dejan atrás su tradicional modelo de política exterior y de seguridad y la tradición nórdica de apuesta por la paz en el marco multilateral, y con un respaldo mayoritario de sus sociedades, antaño reacias a la Alianza Atlántica, han solicitado su rápida incorporación a esa organización.

Para el pacifismo, la invasión de Ucrania también ha supuesto dilemas políticos y éticos difíciles de afrontar y debatir, entre el rechazo frontal a la guerra y el uso de la violencia, por encima de cualquier circunstancia, y el reconocimiento de que se trata de una guerra de agresión por parte de Rusia, como ha establecido la Asamblea General de Naciones Unidas, ante la que Ucrania invoca el derecho a la legítima defensa, recogido en la Carta fundacional de esa organización y en el derecho internacional, y que reclama el apoyo de la comunidad internacional. Un derecho a defenderse con el que se justifica moral y políticamente el apoyo económico, político y militar que ha recibido ese país para defenderse de la agresión, pero que también conlleva el riesgo de prolongar la guerra y desalentar una solución negociada, y la posibilidad de una escalada militar con potencias nucleares implicadas, con escenarios de destrucción difíciles de imaginar. No es fácil solventar ese dilema. Frente a quienes estarían dispuestos a abandonar a Ucrania a su suerte y llegar a la paz mediante su derrota, y quienes apuestan por vencer y humillar a Rusia, ignorando que no se puede derrotar militarmente a una potencia nuclear, hay pocas salidas. Una de ellas es la que planteó el canciller Olaf Scholz, y ha seguido hasta ahora la Unión Europea: “Rusia no debe ganar, y Ucrania no puede perder”3.

Pero la guerra de Ucrania no es un hecho aislado o aleatorio, y debe ser vista como expresión un momento de ruptura del orden internacional y de crisis de la globalización y del orden internacional liberal, tal y como lo conocíamos hasta ahora. Esta situación ha sido calificada como una un “guerra de interregno”4, en referencia a una expresión utilizada por Antonio Gramsci en 1930. Este concepto resulta útil para explicar el momento actual, que como en el decenio de los años treinta, se caracteriza por el debilitamiento de las estructuras hegemónicas en el plano internacional, y por la aparición de líderes y fuerzas nacionalistas y de extrema derecha, como es el caso de Vladimir Putin, que impugnan el orden internacional con apuestas geopolíticas arriesgadas y terminan recurriendo al uso de la fuerza. En la versión que se ha popularizado del uso de ese término por parte de Gramsci, éste habría afirmado que “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo no termina de morir, y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno emergen los monstruos”.

La invasión rusa a Ucrania es uno de esos monstruos que nos interpela, desafía y plantea dilemas que son necesarios abordar. El nacionalismo e irredentismo extremo que se ha ido afirmando en Rusia ha sido uno de los factores que explican esta invasión y una guerra que ignora los instrumentos existentes en el sistema internacional. Putin nunca ha reconocido ni aceptado la independencia de repúblicas ex – soviéticas como Ucrania o Bielorrusia, y ha planteado abiertamente la necesidad de que volvieran a una gran Rusia.

Desde el pacifismo feminista se ha trabajado históricamente a favor de la prevención de conflictos, el diálogo y los procesos de construcción de paz. Se ha promovido el concepto y práctica de la seguridad humana, basada en las necesidades de las personas y no de los Estados; en la satisfacción de las necesidades sociales, y no en el rearme; se ha alertado de los riesgos que entrañan de las armas nucleares y se ha promovido la ratificación del Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN)5. Se ha abordado los impactos de género que tienen los conflictos armados, que afectan de manera desproporcionada a las mujeres niñas y se manifiesta en violencia sexual, feminicidios y en el reforzamiento de los mandatos de género; y se ha promovido la participación de las mujeres en los procesos de paz, para lograr una paz sostenible y duradera. Esa trayectoria merece reconocimiento y ha dado al pacifismo feminista visiones, experiencias y análisis de extraordinario valor. Sin embargo, ante la invasión rusa de Ucrania, una vez que han fallado todas las medidas preventivas que se hubieran podido adoptar, se plantean enormes dilemas, y el pacifismo, más allá de su rechazo general o abstracto a la violencia y la guerra, debe buscar respuestas concretas a una situación que no entraba dentro de los escenarios imaginables. En esa búsqueda, hay elementos que se deben incorporar al análisis y a las propuestas que se puedan formular.

Esta agresión es una flagrante violación del derecho Internacional, en concreto de los artículos 2.4 y 2.7. de Carta de Naciones Unidas, que aluden a la obligación de resolver las controversias por medios pacíficos, y la abstención del uso o amenaza de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de otro Estado. El ataque de Rusia a un Estado soberano está definido en el derecho internacional inequívocamente como un acto de agresión. Se puede discutir sobre los factores históricos que han llevado a esta situación y los elementos jurídicos, políticos, y morales que rodean ese ataque. Pero es un acto ilegal e inaceptable. Esto ha sido ratificado por la Asamblea General de Naciones Unidas, que adopta una resolución en el mes de marzo de 2022 que condenó la invasión, y exige de manera inmediata a Rusia el cese de las hostilidades y la retirada del territorio ucraniano. La resolución obtuvo 141 votos a favor, 5 en contra y 38 abstenciones. El texto condena las violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos, y exhorta a las partes a respetar el derecho internacional, haciendo mención específica de las Convenciones de Ginebra de 19496. En suma, esta resolución establece un punto de partida esencial para cualquier propuesta de negociaciones de paz: el cese de hostilidades y la retirada del agresor del territorio ucraniano.

Rusia ha cometido crímenes de guerra de manera deliberada y sistemática: ha bombardeado objetivos civiles, como hospitales y escuelas, ha dañado la infraestructura eléctrica, ha bloqueado la salida de alimentos al mar, poniendo en peligro la seguridad alimentaria mundial, y ha utilizado armas prohibidas, tal y como ha sido denunciado ante el en el Consejo de Derechos Humanos. Esos crímenes se están investigando por parte de la Corte Internacional de Justicia, y junto a los que pueda haber cometido Ucrania, no puede haber paz aceptable si quedan impunes. Por supuesto, violaciones del derecho internacional como el uso de la fuerza y crímenes de guerra no sólo se producen en Ucrania, sino también en otras zonas en conflicto. Poner fin a los “dobles raseros” por parte de los gobiernos es una necesidad para tener legitimidad en este y otros conflictos armados y fortalecer el derecho internacional.

Desde el movimiento pacifista se apela a la diplomacia y a la negociación, pero hasta la fecha las iniciativas adoptadas han resultado ineficaces, en parte porque no asumen los elementos antes mencionados, y en parte, debido a que los beligerantes ven posible mejorar sus posiciones en el campo de batalla y se carece de la capacidad institucional o coercitiva para obligar a las partes a negociar. Ni la Unión Europea, ni otras estructuras regionales cuentan con poder o voluntad de promover negociaciones de paz, y rechazan que puedan llevar a la aceptación del hecho consumado de la conquista de territorios por la fuerza. ¿Quiénes deberían sentarse a negociar? ¿La OTAN, la UE, Rusia, Ucrania..? ¿Sobre qué bases? Naciones Unidas ha puesto en marcha diversos mecanismos para promover espacios negociados. Sin embargo, su papel se ha visto limitado por el bloqueo que impone el propio Consejo de Seguridad y sus miembros permanentes.

Las negociaciones de paz, por otro lado, no debieran limitarse al cese el fuego y el fin de las hostilidades entre ambos beligerantes. Será necesario establecer garantías de seguridad aceptables para Ucrania, Rusia, y otros países de Europa, y estas no debieran descansar en alianzas y fuerzas militares enfrentadas. Es necesario reconstruir la arquitectura de seguridad europea, de manera que garantice la paz y la estabilidad, que ofrezca mayor autonomía a Europa respecto a Estados Unidos y la OTAN. Esto implica preservar o reconstruir los acuerdos internacionales sobre limitación y control de armamentos y no proliferación nuclear, que han sido deliberadamente desmantelados, en gran medida por los Estados Unidos, durante las presidencias de George W. Bush y Donald Trump7.

Finalmente, desde el pacifismo es esencial escuchar la voces y propuestas de quienes sufren directamente la violencia y la agresión y reconocer su agencia y autonomía8, aunque en ocasiones desafíen nuestros principios y visiones. La sociedad ucraniana y rusa es diversa y plural, con actores y posiciones propias ante esta agresión, que deben conocerse. Existe una izquierda antirracista y feminista en Ucrania que resiste a la invasión rusa, con armas y sin ellas. Como explica Daria Saburova, estudiante ucraniana, rusoparlante y marxista, que está haciendo su tesis en Francia sobre Filosofía y que tiene su familia en Ucrania9 (Saburova, 2022), es necesario superar una posición antimilitarista abstracta, que no tiene en cuenta las circunstancias concretas de esta invasión y las dificultades de la población para una hipotética resistencia civil. En sus propias palabras, “Cuando se habla del armamento de la resistencia ucraniana, debe pensarse ante todo en las necesidades de los grupos de defensa territorial surgidos de la movilización general, así como en la necesidad de protección de las poblaciones civiles con armas que permitan derribar cohetes y repeler los ataques aéreos de los que son blanco. No se puede condenar a la gente común por defender sus propias vidas y las de sus familias. Los ucranianos han decidido no rendirse y nadie debería reprochárselo (…) Los ucranianos no luchan contra la guerra: están a su pesar, en guerra contra Rusia (…) Mientras Rusia se niegue a retirar sus tropas, la protección de las poblaciones civiles dependerá también, ante todo, de la capacidad defensiva del ejército ucraniano y de los grupos de defensa territorial”.

Al mismo tiempo, el pacifismo tiene mucho sentido en Rusia, contra la decisión del gobierno de hacer la guerra. Ha habido múltiples manifestaciones a favor de la paz. La represión ha sido muy dura, y el número de personas detenidas muy alto. Y no es menos relevante el éxodo que se ha producido para evitar la movilización decretada por el gobierno de Putin.

En suma, es esencial reconocer la agencia de la sociedad ucraniana y su capacidad de resistencia y de acción para definir el futuro. Cualquier escenario de futuro tiene que incluir sus necesidades y aspiraciones. Habrá que construir una agenda feminista y pacifista que incluya a las organizaciones ucranianas y rusas y se base en el diálogo con ellas y su mirada de la invasión.

Puedes descargar, en gallego, el IGADI Annual Report 2022-2023, aquí.

Referencias

1 González-Páramo, Ana (2022). “Luces y sombras de la acogida europea al exilio ucraniano”, en Mesa, Manuela (Coord.) Cambio de época y coyuntura crítica en la sociedad global. Anuario CEIPAZ 2021-2022. Madrid: CEIPAZ

2 Bohigas, Xavier (2022). ¿Qué representa el 2% del PIB en gasto militar”, El Salto, 5/7/2022.

3 “Scholz: Nuestro objetivo es que Rusia no consiga lo que se propone”, 2 de mayo de 2022. Disponible en: https://www.swissinfo.ch/spa/ucrania-guerra_scholz–nuestro-objetivo-es-que-rusia-no-consiga-lo-que-se-propone/4756225

4 Sanahuja, José Antonio (2022). “Interregno”, en Nueva Sociedad nº 302. Disponible en: https://nuso.org/articulo/302-interregno/

5 Ver: Campaña Internacional paa Abolir las Armas Nucleares (ICAN) una coalición global de la sociedad civil para promover la adhesión al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. https://www.icanw.org

6 Ver: https://news.un.org/es/story/2022/03/1506132

7 De Fortuny, Teresa y Bohigas, Xavier (2019). “Panorama actual y perspectiva de las armas nucleares” en Mesa, Manuela (coord.). Ascenso del nacionalismo y autoritarismo en el sistema internacional. Anuario CEIPAZ 2018-2019. Madrid. CEIPAZ; Sanahuja, José Antonio (2022), “Guerras del interregno: la invasión rusa de Ucrania y el cambio de época europeo y global”, en Mesa, Manuela (coord.) Cambio de época y coyuntura crítica en la sociedad global. Anuario CEIPAZ 2020-21, Madrid, CEIPAZ, pp. 44-45.

8 Ver: VV.AA.(20022) “Ucrania: diez lecciones de Siria” en Viento Sur, 11 de marzo.
9 Saburova, Daria (2022).¿Por qué la izquierda debe apoyar el derecho de Ucrania a defenderse?, Nueva Sociedad, marzo 2022