El auge militar chino

El anuncio chino de un nuevo aumento de su gasto militar en un 10,1 por ciento en 2015, inferior al 12,2 por ciento de 2014 pero manteniendo la tónica de los dos dígitos desde 1989, coincidió con un informe del SIPRI, el  Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, sobre el gasto militar en el mundo. Según estos cálculos, con cifras siempre discutibles en virtud de las omnipresentes opacidades y disparidad de criterios, China consolida la segunda posición en el ranking global de gastos militares y como tercer exportador global de armamento.

Apartados xeográficos China y el mundo chino
Idiomas Castelán

El anuncio chino de un nuevo aumento de su gasto militar en un 10,1 por ciento en 2015, inferior al 12,2 por ciento de 2014 pero manteniendo la tónica de los dos dígitos desde 1989, coincidió con un informe del SIPRI, el  Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, sobre el gasto militar en el mundo. Según estos cálculos, con cifras siempre discutibles en virtud de las omnipresentes opacidades y disparidad de criterios, China consolida la segunda posición en el ranking global de gastos militares y como tercer exportador global de armamento.

Varios mensajes revelan estas cifras. En primer lugar, hay una evidente voluntad de reforzar el poderío militar. Conviene tener en cuenta que la suma de los presupuestos de defensa y seguridad pública suma más de la mitad del destinado a asuntos sociales, más del doble del presupuesto destinado a educación y el triple del destinado a la salud pública, a pesar de las importantes carencias que en este sentido aun existen en el gigante oriental.

En segundo lugar, ese incremento es inferior al del presupuesto general, el 10,4 por ciento, lo que nos viene a recordar el tradicional empeño chino de preservar cierto equilibrio evitando, sobre todo, repetir el error de la antigua URSS de apostar por un nivel tan alto de gasto militar que acabó por ahogar la economía en su conjunto. En relación al PNB, sigue situado por debajo del 2 por ciento (frente al 3 por ciento de EEUU). Según el SIPRI, los gastos militares chinos sobrepasarían en  un 50 por ciento las cifras oficiales y también el 2 por ciento del PNB.

La apuesta china por modernizar el capítulo de defensa es persistente y duradera, incluyendo los recursos humanos, los equipos y la alta tecnología, con prioridad para las fuerzas navales que deben preservar la seguridad en una inmensa área costera por donde históricamente surgieron sus mayores desafíos y donde persisten sus mayores retos, Taiwan incluido. Sus importaciones, especialmente de Rusia o Francia, han descendido en cinco años un 42 por ciento, lo cual sugiere un firme compromiso con la creación de una industria propia de defensa ambiciosa.

Este sostenido aumento del nivel de gasto militar en el último cuarto de siglo tiene importantes consecuencias en la región, donde las tensiones tanto en el Mar de China meridional como oriental no cesan de aumentar. La reacción de Japón, aumentando su gasto en defensa y reinterpretando el espíritu pacifista de su Constitución, emulada por India o Vietnam, Filipinas, Malasia o Indonesia, dan cuenta del curso de un gran juego en la región cuyo epicentro radica en las afirmaciones de soberanía de Beijing que son  rechazadas por los países vecinos y nutre la hostilidad de los tres grandes rivales estratégicos de China, además de Japón e India, EEUU. El “retorno” de Washington a la región encuentra aquí una polémica especialmente fecunda para transformar su aparente, y reivindicada, neutralidad en un factor influyente en los esquemas de seguridad de la región.

En los últimos tiempos, los diálogos en materia de defensa entre estas potencias y el establecimiento, en algunos casos, de asociaciones estratégicas, sugieren tensiones importantes a futuro si China deja a un lado su discurso de apaciguamiento y cooperación, intentando resolver a toda prisa unas disputas largo tiempo congeladas. Si bien EEUU no tiene fácil atraer a su esfera de influencia a países como India o Vietnam, la reiteración de maniobras navales y ejercicios militares abundan en una calculada utilización mutua que debe preocupar a China por su alcance y consecuencias.

En virtud de estas circunstancias, no pocos países de la región ambicionan desarrollar relaciones, especialmente económicas, lo más amplias posibles con Beijing, pero protegiéndose al mismo tiempo de sus pretensiones territoriales, que consideran abusivas. Frente al conflictivo esfuerzo en defensa, la apuesta por la integración y la cooperación económica y comercial, aun sin disipar del todo las desconfianzas, puede facilitar la recuperación de cierto equilibrio y moderar las tensiones.

Por último, para contextualizar adecuadamente el afán chino por modernizar su defensa no debemos perder de vista las razones históricas. Cuando las cañoneras de Occidente y de Japón la hundieron en la decadencia en el siglo XIX, la lección resulta inevitable: blindar la modernización económica es tanto o más importante que la modernización misma. El esfuerzo más sistemático arranca de los años sesenta del pasado siglo y cabe imaginar que, sin llegar a representar el volumen del complejo militar-industrial estadounidense, también en la China del siglo XXI supondrá un vector esencial de su proyecto nacional.