El cierre atlántico de Obama

El trauma causado por el Brexit tanto para la Alianza Atlántica como para la Unión Europea, sumado a la necesidad de estabilizar el arco mediterráneo y del Norte de África vía normalización política española y estrategias de seguridad anti-yihadistas, dominaron la agenda geopolítica de la última visita europea del presidente Barack Obama, cifrada en la cumbre de la OTAN en Varsovia y su visita oficial a España. En sus últimos meses en la Casa Blanca, Obama parece persuadido a intentar consolidar los ejes geopolíticos clave dentro de la relación transatlántica, fijados en la necesidad de mantener en pie el polémico TTIP, sumado a la urgente estabilización de la frontera oriental de la OTAN tras la crisis ucraniana y el nuevo status quo con Rusia, sin olvidar la estabilidad de la cuenca mediterránea ante la expansión del terrorismo yihadista. Una perspectiva geopolítica que tiene igualmente en mente evitar la eventual conformación de un posible eje euroasiático entre Rusia y China, que tenga capacidad suficiente para contrarrestar y disputar los intereses hegemónicos del diletante eje atlantista.

Apartados xeográficos Europa
Idiomas Castelán

El trauma causado por el Brexit tanto para la Alianza Atlántica como para la Unión Europea, sumado a la necesidad de estabilizar el arco mediterráneo y del Norte de África vía normalización política española y estrategias de seguridad anti-yihadistas, dominaron la agenda geopolítica de la última visita europea del presidente Barack Obama, cifrada en la cumbre de la OTAN en Varsovia y su visita oficial a España. En sus últimos meses en la Casa Blanca, Obama parece persuadido a intentar consolidar los ejes geopolíticos clave dentro de la relación transatlántica, fijados en la necesidad de mantener en pie el polémico TTIP, sumado a la urgente estabilización de la frontera oriental de la OTAN tras la crisis ucraniana y el nuevo status quo con Rusia, sin olvidar la estabilidad de la cuenca mediterránea ante la expansión del terrorismo yihadista. Una perspectiva geopolítica que tiene igualmente en mente evitar la eventual conformación de un posible eje euroasiático entre Rusia y China, que tenga capacidad suficiente para contrarrestar y disputar los intereses hegemónicos del diletante eje atlantista.

Nuevos rumbos se anuncian en la relación transatlántica motivada por los recientes acontecimientos. Consolidado el temido Brexit definido en torno a la salida británica de la UE, y cuyas consecuencias colaterales se ven ampliadas con la súbita renuncia del primer ministro británico David Cameron al frente de Downing Street este miércoles 13, el eje transatlántico debe ahora acometer una nueva realidad toda vez Barack Obama apura sus últimos meses de presidencia en la Casa Blanca.

En este sentido se predeterminó la última gira europea de Obama, que le llevó la semana pasada (8 y 9 de julio) a asistir a la cumbre de la OTAN en Varsovia, ampliando su visita a España el domingo 10 de julio. Fue en esta visita donde aprovechó para intentar atar nudos inmediatos tendentes a evitar una reproducción automática de los efectos colaterales del Brexit y, particularmente, de la necesidad imperiosa de mantener inalterable, hasta donde sea posible, la Alianza Atlántica ante los nuevos retos que se le presentan.

            Con todo, las tensiones raciales en EEUU tras los tiroteos mortales en Dallas la semana pasada fueron atenuantes que implicaron acortar esta última gira europea de Obama.

El peón español

En su fugaz visita española, Obama cumplió con el protocolo oficial de reunirse con el presidente en funciones Mariano Rajoy, pero amplió sus gestiones con una inédita e histórica reunión por parte de un presidente estadounidense con los líderes de la oposición española salidos de los dos últimos procesos electorales (20-D de 2015 y 26-J de 2016). En este caso, Obama se reunión con el socialista Pedro Sánchez, el líder de PODEMOS, Pablo Iglesias, y el de Ciudadanos, Albert Rivera.

Ambas reuniones no fueron causales, como tampoco la inevitable visita de Obama a la base militar estadounidense de Rota (Cádiz), punto final de su gira europea. Washington observa dificultades en los nuevos retos atlantistas y resulta por lo tanto necesario atar cuanto antes todos los cabos sueltos que, estratégicamente, puedan eventualmente causar problemas a mediano y corto plazo.

Tras la cumbre de la OTAN en Varsovia, donde la Alianza Atlántica adoptó un inédito compromiso oficial para combatir al Estado Islámico, Obama necesitaba asegurar el arco de seguridad mediterráneo y del Norte de África, principales rutas de conexión del terrorismo yihadista hacia Europa.

Para ello resultaba imperioso, entre otras disposiciones, acordar cuanto antes un gobierno de consenso en Madrid, razón por la que amplió su agenda oficial con Rajoy hacia los líderes de oposición, con la vista puesta en persuadirlos a formar gobierno. No obstante, al cierre de esta edición de ZETA, están en curso diversas reuniones entre Rajoy y líderes opositores, en especial Rivera y Ciudadanos, a fin de intentar conformar una especie de troika PP-PSOE-Ciudadanos que permita formar un nuevo gobierno en La Moncloa.

Del mismo modo, la visita española de Obama parece igualmente persuadir a la OTAN de afianzar sus posiciones con respecto a España toda vez el Brexit deja descolocado el escenario británico, sin olvidar que el peñón de Gibraltar enclavado en la península ibérica bajo soberanía británica es un punto estratégico clave.

Por ello, puede intuirse la adopción de una especie de canje geopolítico post-Brexit. Washington podría estar estudiando potenciar a España como un eventual (aunque no exactamente probable) sustituto o incluso un colchón que amortigüe los desajustes causados por el Brexit dentro de la histórica y hasta ahora inalterable alianza anglo-estadounidense.

Tanto en Madrid como en Varsovia, Obama enfatizó en sus respectivos discursos sobre la necesidad de potenciar políticas públicas orientadas a “disminuir las la desigualdades socioeconómicas”, a fin de evitar una especie de retorno del populismo en Occidente.

El mensaje de Obama era claro, tomando en cuenta el avance de la opción Donald Trump como abanderado republicano y ante la aparición de tendencias populistas en Europa de diversa índole ideológica, tal como se vio en el caso británico impulsado por el nacionalista anti-europeísta Nigel Farage, de las opciones de extrema derecha en países clave (Francia, Alemania) que irán a elecciones generales en 2017, o incluso la opción más a la izquierda que encarna PODEMOS en España. De allí la reunión de Obama con el amplio abanico del espectro político español, incluido el líder de PODEMOS, Pablo Iglesias, a quien elogió públicamente en un gesto que pareció más bien un intento por convencerlo para que entre en el establishment post-Brexit.

El frente oriental

En cuanto al frente oriental de la OTAN y la Unión Europea, la partición de facto de Ucrania, la anexión rusa de Crimea (2014) y las eventuales tensiones que podría estar alimentando el Kremlin en los países bálticos miembros de la OTAN desde 1997, son factores que gravitan en el imperativo geopolítico de Washington de mantener firme sus posiciones en el Este europeo e incluso de cara al espacio euroasiático. Imperativos que aumentan ante las incertidumbres y tensiones que se anuncian para la Alianza Atlántica post-Brexit.

Precisamente, este contexto post-Brexit dentro de la Alianza Atlántica altera los tradicionales ejes gravitatorios de la geopolítica atlantista liderada por Washington. Al eventualmente desplazarse este eje gravitacional con la salida británica tras el Brexit, EEUU debe inmediatamente potenciar nuevos aliados, principalmente en el cometido de mantener la disuasión nuclear y militar ante el Kremlin.

En este apartado, Francia sería un aliado natural de Washington. Pero la tendencia geopolítica en París es evitar una expansión aún mayor de la hegemonía estadounidense dentro de Europa. Vale la pena destacar que Francia no forma parte del Consejo Político de la OTAN tras su retirada en 1966.

Esta necesidad de ejercer un efector disuasivo hacia Rusia se convirtió en el eje de gravitación de la cumbre de la OTAN en Varsovia. Pero Washington observa igualmente cómo Europa se encuentra políticamente polarizada y dividida en cuanto a la postura de considerar a Rusia como un “peligro”, así como en la discusión sobre si sigue siendo necesaria mantener las sanciones económicas contra Moscú.

Con todo, la cumbre de Varsovia aceptó conformar un amplio arco en el frente oriental europeo, desde el Báltico hasta el Mar Negro, focalizado en mantener un nuevo cordón sanitario para disuadir o incluso cercar a Rusia. Estos objetivos entran específicamente a través de la activación de los planes militares expuestos en la Readiness Action Plan (RAP) y la Very High Readiness Action Force (HRF), ampliando el escudo antimisiles y nuevos batallones (4.000 efectivos cada uno) en Polonia, Rumania y los países bálticos.

Esta estrategia de disuasión anuncia un nuevo status quo entre Rusia y la OTAN, observando el mantenimiento de alianzas geopolíticas y posiciones militares que, ligeramente, parece una sórdida reproducción de la guerra fría, aunque sin una escalada militar nuclear que ponga en peligro las igualmente estratégicas relaciones entre Rusia, EEUU y Europa.

En perspectiva, la cumbre de Varsovia y la gira española afianzaron los imperativos estratégicos de un Obama cuya presidencia está en retirada, y ante la necesidad de reafirmar este nuevo status quo. Con ello, las dificultades de aprobación del Acuerdo Transatlántico de Inversiones (TTIP) corren paralelas con la eventualidad de que este estratégico status quo que Obama espera ver afianzando antes de dejar la Casa Blanca en enero de 2017 tenga posibilidad de alcanzarse, dejando un legado a su eventual sucesión presidencial, sea la demócrata Hillary Clinton o el propio Trump.

Esta perspectiva está igualmente enfocada de cara a la posibilidad de que este nuevo status quo atlantista termine potenciando los canales de cooperación estratégica entre Rusia y China dentro del espacio euroasiático e incluso del sudeste asiático y Asia Pacífico. Ambas expectativas estuvieron traducidas en la última gira europea de Obama.