El primer ecuador de Xi Jinping

Alcanzado el primer ecuador de su primer mandato (iniciado en noviembre de 2012)  al frente de la secretaría general del PCCh, Xi Jinping afronta no pocas diatribas y especulaciones en torno a su modelo de partido y el hipotético cuestionamiento de las reglas no escritas que han guiado su proceder al máximo nivel en las últimas décadas. Sin duda, en el tiempo transcurrido, a la revitalización del PCCh, su actual secretario general ha dedicado tiempo y esfuerzos, convirtiendo este asunto en una de las claves discursivas de su mandato.

Apartados xeográficos China y el mundo chino
Idiomas Castelán

Alcanzado el primer ecuador de su primer mandato (iniciado en noviembre de 2012)  al frente de la secretaría general del PCCh, Xi Jinping afronta no pocas diatribas y especulaciones en torno a su modelo de partido y el hipotético cuestionamiento de las reglas no escritas que han guiado su proceder al máximo nivel en las últimas décadas. Sin duda, en el tiempo transcurrido, a la revitalización del PCCh, su actual secretario general ha dedicado tiempo y esfuerzos, convirtiendo este asunto en una de las claves discursivas de su mandato.

Descartando cualquier atisbo de duda en cuanto a asuntos de gran calado como la separación Estado-Partido o la despartidirización del Ejército Popular de Liberación, propuestas reiteradamente descalificadas en el proceso de debate sobre la mejora de la gobernanza en el país y, muy al contrario, insistiendo en la promoción de una ósmosis a cada paso más estrecha entre los tres actores, el fortalecimiento del liderazgo del PCCh se ha centrado en cuatro aspectos principales.

Primero, la moralidad y la disciplina. El señuelo más evidente es la lucha contra la corrupción (más de 100.000 investigados, incluyendo “intocables” como Zhou Yongkang, ex miembro del Comité Permanente del Buró Político) pero también debe citarse la revisión de no pocos reglamentos internos que apuntan a una mayor exigencia en ambos aspectos a la hora de reclutar nuevos militantes. En su lado oscuro, cabe hacer mención de un alargado clima de sospecha y denostación de la imagen del funcionariado que está provocando un notable número de deserciones en el aparato público. Por otra parte, tampoco se han disipado del todo las dudas acerca de una utilización de la lucha contra la corrupción para debilitar a rivales políticos.

Segundo, la cohesión ideológica, especialmente a través del fortalecimiento de la capacitación y formación descartando cualquier coqueteo con la doctrina liberal occidental. En este aspecto, Xi ha persistido en la continuidad de la trayectoria política del PCCh evitando condenas de determinados periodos convulsos y asumiendo en su conjunto el bagaje histórico de su formación, con sus complejidades y contradicciones. El repunte de la ideologización se erige en torno a la reivindicación de los aun llamados valores socialistas frente a los valores occidentales y de la democracia consultiva frente a la democracia multipartidista, desautorizando igualmente las tesis que apuntan a una progresiva  socialdemocratización que habían alumbrado en su día tras la adopción del principio de la “triple representatividad” durante el mandato de Jiang Zemin (1989-2002).

Tercero, la transformación del partido en una organización de servicio, que pueda dar paso a una burocracia más eficiente y buena gestora, sometida al imperio de la ley. Este aspecto es novedoso. No se trata solo de que el PCCh asuma una posición de vanguardia en el sistema político y en el conjunto de la sociedad china sino que debe interiorizar su condición de instrumento al servicio de la ciudadanía en dimensiones prácticas. La evocación de la campaña de la “línea de masas” ha insistido en la potenciación de este perfil como una de las notas directrices más sobresalientes de su mandato político. La apuesta por la normativización apunta a una reducción de la discrecionalidad del poder en aparente beneficio de una sociedad más consciente de sus derechos y de un Partido que no podría situarse por encima ni al margen de la propia ley.

Por último, el aspecto más polémico, el tipo de liderazgo ejercido por el secretario general. En este sentido, llama la atención el afianzamiento de un cierto personalismo en el proceder de Xi Jinping a quien desde el primer momento, por otra parte, se le atribuyó el afán de una mayor cercanía a la sociedad y sus problemas. El tono de las informaciones que aluden a su gestión, especialmente en los últimos meses, adquiere un progresivo sesgo adulador que se creía finiquitado definitivamente en la política china. No es frecuente que un secretario general en ejercicio promueva la edición de obras propias al estilo del volumen “La gobernanza”, acompañada de estímulos panegíricos que a veces producen sonrojo. Otro tanto podemos decir del resto de su producción editorial que es objeto de grandes tiradas, hecho habitualmente reservado a los líderes cuando han cesado en sus responsabilidades (Mao Zedong o Deng Xiaoping son la excepción que confirma la regla).

La visibilización de un refuerzo de su autoridad a través de la presidencia de numerosos comités de nueva creación, justificados en aras del impulso a la reforma integral, amenaza con debilitar los órganos ordinarios en los que se desarrolla la vida del Partido sugiriendo el advenimiento de un orden más personalista.

Puede que efectivamente esta sea una decisión colectiva que responda a la necesidad de trasladar la imagen de un “líder fuerte y carismático” capaz de “salvar al Partido, al Ejército y a la Nación” en tiempos en que la reforma se adentra “en aguas profundas”, como también un intento de equiparar su protagonismo y estatus al de su homónimo estadounidense.

En cualquier caso, el control del PCCh ejercido por Xi Jinping afecta a los equilibrios internos que han marcado su evolución más reciente. Preocupantes son aún las filtraciones que apuntan a un debilitamiento del consenso como norma de decisión que tras el maoísmo se erigió como principio básico para conjurar el surgimiento de las “dos líneas” que tantas tragedias procuraron al país. O la supresión de la regla de los dos mandatos (pasando a tres) con el único propósito de garantizar al actual secretario general una presencia efectiva más allá de 2022, quizá mediante fórmulas alternativas como la restauración de la presidencia del PCCh en detrimento de la especie de presidencia colectiva que actualmente ejerce el Comité Permanente del Buró Político.

Buena parte de estos presagios se verán desmentidos o confirmados en el próximo congreso en función del nivel de retroceso de la influencia de sus rivales y la conservación o no de sus alianzas y compromisos con los veteranos. Hasta entonces (2017),  se abre un tiempo de particular intensidad en el cual, más allá de las intrigas cortesanas al uso, será el rumbo de la reforma, y sobre todo de la economía, quien dictará el futuro del propio Xi Jinping y hasta del PCCh.