La celebración de la Expo Shanghai de nuevo atraerá las miradas del mundo sobre China. Como ocurrió con Beijing, la ciudad ha cambiado buena parte de su fisonomía para ofrecer sus mejores galas en un largo circuito que durará hasta finales de octubre (seis meses). Lo reciente de los Juegos Olímpicos, la persistencia de la crisis financiera internacional y sus incertidumbres o el reciente terremoto de Yushu-Qinghai parecen ensombrecer el impacto y atractivo del evento que no alcanza a despertar las expectativas (ni las controversias) de la olimpiada pero sin duda tiene garantizado su éxito.
Con un PIB que equivale a la sexta parte del de India, Shanghai es la mayor metrópoli del país (unos 20 millones de habitantes), posiblemente también la más dinámica y creativa, tanto en términos industriales y comerciales como culturales y artísticos. Símbolo de la apertura al mundo, la ex colonia, en su día víctima de la incontenible agresividad de las potencias occidentales contra China, hoy proyecta sin complejos su influencia sobre el entorno asiático y el mundo.
Más orientada hacia el exterior que al interior de China, Shanghai vive esta Expo como una reivindicación de sí misma, de una universalidad que pese a los cambios derivados de la aplicación de la política de reforma y apertura a escala de todo el país, no tiene parangón en la China de hoy.
La Shanghai actual es directa consecuencia de 1989. Desentendida de cuanto acontecía en la plaza Tiananmen de Beijing, fue a partir de entonces, con la elección de su ex alcalde, Jiang Zemin, como principal hombre fuerte del PCCh, cuando conoció el mayor impulso transformador y reformista, con la aprobación del plan de desarrollo de la zona de Pudong, hoy símbolo del éxito de la estrategia modernizadora del país, la apertura de la primera bolsa de acciones de la China continental o la construcción del gasoducto que le provee de energía procedente de Xinjiang. Ese proceso culminó en 2001 cuando acogió la reunión informal de países miembros de la APEC, por primera vez reunida en China, o la constitución de la Organización de Cooperación de Shanghai, la primera organización internacional que lleva el nombre de una ciudad china en su denominación. La urbe más abierta de China quedaba por siempre asociada a la estrategia diplomática del país.
Shanghai, por otra parte, adjetiva uno de los clanes de mayor proyección e influencia partidario-institucional, asociado a la citada figura de Jiang Zemin (aunque este nació en la provincia vecina de Jiangsu), quien a pesar de haberse retirado en dos tiempos, en 2002 (de la jefatura del Estado y de la secretaría general del PCCh) y en 2004 (de la presidencia de la Comisión Militar Central), sigue conservando un gran poder entre bambalinas como se ha podido comprobar de forma fehaciente en el resultado del XVII Congreso del PCCh celebrado en 2007.
El tema principal de esta Expo evoca el medio ambiente y la tecnología. Los desafíos ambientales de la ciudad y de toda China son ciertamente significativos. Los esfuerzos realizados y en proyecto son de gran envergadura. Cabe reconocer que la sensibilidad ecológica, en la sociedad y en las autoridades, es cada vez más notoria y evidente, si bien tropieza con dificultades objetivas como la insuficiencia de recursos tecnológicos y los intentos, a veces exitosos, de algunos sectores de obviar reglamentos y órdenes, cada día más estrictas. Pero todos comprenden que no habrá nuevo modelo de desarrollo, objetivo prioritario hoy en día, si no se trata adecuadamente el desafío ambiental en una sociedad condicionada por una numerosa población y con recursos extremadamente limitados.
Para los ciudadanos de Shanghai, la Expo se diría que es un proyecto estatal que complicará sus vidas durante seis meses. No necesitaban un evento de estas características para darse a conocer en el mundo pues todos reconocen su pujanza. No obstante, la celebración permitirá a muchos redescubrir la ciudad que en 1921 acogió la formación del PCCh, donde todo empezó, y que hoy aspira, superando a Hong Kong, a significarse como el espejo más revelador y boyante de la nueva modernidad china.