Falun Gong, otra vez

La policía china ha reprimido con dureza la manifestación de adeptos de Falun Gong realizada días atrás en la plaza de Tiannanmen, justo cuando el mundo estaba pendiente de las celebraciones del Año Nuevo en Beijing. Los seguidores de Li Hongzi han demostrado una vez más su capacidad de organización y de acción para poner contra las cuerdas a las autoridades chinas. La eficacia de la actuación policial no oculta el amplio desconcierto existente entre los dirigentes del Partido Comunista Chino que a pesar de su determinación no consiguen erradicar un movimiento que ha conseguido además afectar a su solidez ideológica interna. En la base social de esta secta, calificada de «herética» por las autoridades, destaca la fuerte presencia de cuadros medios del Partido, del Ejército e incluso de los servicios de seguridad.

La preocupación de los dirigentes chinos en relación a Falun Gong radica en dos cuestiones. En China, practicamente nadie le discute al Estado-Partido su protagonismo en la construcción de la civilización material, pero podían abrigarse serias dudas respecto a la posibilidad de compartir esa primacía en la configuración de lo que Deng llamaba la «civilización espiritual». Falun Gong incide en este último aspecto, pluralizando la cohesión ideológica y social. Por otra parte, en tiempos de cambio, cuando crece el descontento y la reforma agrava el desempleo y las desigualdades, la ausencia de utopías políticas que encauzen las energías emancipadoras facilita que movimientos pseudorreligiosos de estas características cautiven a los decepcionados. El fenómeno pilló por sorpresa a los dirigentes chinos. Todos esperaban que la «polución del espíritu» llegara de la mano del aburguesamiento occidental y sin embargo el peligro más grave surgió desde dentro de la propia sociedad china. Falun Gong se dio a conocer públicamente en 1992 y en pocos años su organización llegó a todo el país agrupando, según algunas fuentes, a varios millones de seguidores.

El qi gong es la base esencial de este movimiento, una técnica que forma parte del bagaje cultural de la China milenaria, si bien practicada hasta ahora por una élite muy exclusiva. El qi gong estuvo prohibido durante la época de Mao, pero en la década de los ochenta, coincidiendo con la extensión de la reforma económica al ámbito urbano, se extendió rapidamente e incluso la propia prensa del Partido llegó a publicar numerosos manuales para facilitar su práctica. Sobre la base del qi gong, Li Hongzhi, el inspirador y líder de la secta, enseña que cada uno debe encontrar su camino practicando la verdad, la compasión y la paciencia; y que es necesario perseverar en el cultivo de la propia energía vital hasta dar con ese punto de enlace con la energía del cosmos que permitirá adquirir un estado más puro. Ese es el objetivo principal. Falun Gong (ley, camino, método) es el instrumento para alcanzar la salvación individual en un mundo en franco declive y que se condena un poco más cada día que pasa. Sus creencias ahondan en el budismo y en el taoísmo, en la búsqueda del equilibrio, de la armonía y de la perfección.

Pero a la par de este discurso, que podiamos considerar naturalmente discutible pero globalmente aceptable, Li Hongzhi aporta un lado oscuro. Está comprobado que falsificó su fecha de nacimiento para hacerla coincidir con el día y mes en que nació Sakyamuni, el Buda Iluminado, a fin de reforzar una inequívoca vocación mesiánica. Asegura que los extraterrestres tomaron el control del planeta y que están detrás de determinados avances tecnológicos recientes como la clonación. En una entrevista publicada en la revista Time, cuando le preguntan si es un ser humano, se limita a afirmar que «usted puede verme como un ser humano». Zhuo Xin-ping, director del Centro de Estudios de las religiones de la Academia de Ciencias, asegura que Falun Gong es una secta basada en el control espiritual de sus seguidores, muy similar a la Verdad Suprema de Japón, o a los davidianos de Estados Unidos.

La represión del movimiento se remonta a 1997, al poco tiempo de Li Hongzhi emigrar a los Estados Unidos por miedo a ser detenido; decisión cuando menos pintoresca si tenemos en cuenta que asegura disponer de capacidad para hacerse invisible. Podía haber quedado todo en casi nada, pero cuando diez mil seguidores se concentraron en Zhongnanhai, en frente de la residencia de Jiang Zemin, se dispararon las alarmas. El Diario del Ejército es especialmente beligerante y clama insistentemente contra el peligro social que representan. Varios miles de miembros del Partido se hallan inmersos en procesos de reeducación.

Las sectas en China

Las sectas (chiao, en chino) tienen una larga tradición en el Imperio Celeste. Se trata de sociedades secretas que forman parte de su peculiar complejidad social. En ellas confluyen factores ideológicos, políticos, religiosos e incluso criminales (caso de las populares tríadas). En algún momento, sobre todo durante los siglos XIX y XX, destacaron por su carácter de oposición total a los poderes constituídos. En aquel entonces, un proverbio aseguraba que «las armas protegen al Emperador; pero las sociedades secretas protegen al pueblo». Sun Yat-Sen, el fundador de la China moderna, y numerosos integrantes de la dirigencia republicana militaron en alguna. En los años treinta, el propio Mao Zedong solicitaba su concurso para luchar contra el invasor nipón. Las clases más desfavorecidas, los campesinos, el proletariado industrial, son los principales componentes de una base social que tiende a crecer en situaciones de cierto distanciamiento o crisis del poder. En suma, son parte de la cultura ancestral y esa misma lectura histórica indica que en una sociedad como la china, pueden ser el mejor instrumento para desafiar el poder establecido.

Mientras conservadores y reformistas prosiguen su debate en el seno del Partido sobre la mejor táctica a seguir (represión o educación), con claro predominio de los primeros, Falun Gong seguirá organizándose clandestinamente, continuará preparandose para «dar el golpe» en el momento oportuno y apretarle de nuevo las clavijas al poder. Un movimiento de estas características no se vertebra a la ligera y más allá de sus excentricidades, que las tiene, los efectos negativos de la reforma parecen caldo de cultivo suficiente para permitirle mantener por un tiempo un alto nivel de adhesión tanto por la ilusión de superar anímicamente las adversidades del presente, como por la ausencia de mecanismos fiables de participación en el sistema, al margen de los rigidamente establecidos.