Hable con ella

Corea del Norte anuncia ahora que tiene previsto construir cuatro centrales nucleares más, según recogía el diario Sunday Telegraph el pasado domingo, como reacción a la suspensión al suministro de crudo. Su falta deteriora sensiblemente las de ya por sí precarias condiciones de vida de sus habitantes.

¿Otra bravuconada más? La escalada verbal va en aumento, si bien conviene señalar que no se aprecian movimientos militares de cualquier signo y que los contactos entre las autoridades del Norte y del Sur evolucionan y se desarrollan a muy buen ritmo, en un clima de entendimiento muy alejado de las tensiones que en ese contexto general solo pueden ser calificadas de “anormalidad”.

Quizás por ello, China, al igual que Rusia, se oponen aún a incluir el tema nuclear de la RPDC en la agenda del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En Seúl, el pasado 12 de febrero, Javier Solana se mostraba reacio a la introducción de posibles sanciones contra la RPDC “por que serían contraproducentes”. Mientras tanto, en Viena, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), decidía informar al Consejo de Seguridad y a los miembros de la Asamblea General acerca del no cumplimiento de la RPDC y la incapacidad de la Agencia para verificar el desvío de material nuclear sujeto a las salvaguardias, por lo que se podría iniciar un proceso que conduciría a la imposición de sanciones contra Pyongyang por su supuesto programa de armas nucleares. También aquí, conviene recordar, se ha expulsado a los inspectores de la ONU.

Sin duda, el Consejo de Seguridad tiene y tendrá su papel en este contencioso. No obstante, resulta evidente que la clave para resolverlo radica en la reanudación del diálogo entre Estados Unidos y Corea del Norte. Por ello, ni Rusia, ni China realizarán denodados esfuerzos de presión. Pekín desestimó expresamente la petición de Washington de participar más activamente en la gestión de la crisis, negativa que tal vez deba reconsiderar en cierto grado ante el problema alimentario que se avecina y que le puede resultar especialmente incómodo.

Todos los países con interés en el arreglo coreano desean que Estados Unidos hable con ella, con Corea del Norte, directamente. Pekín, incluso, se ha ofrecido como sede para acoger las conversaciones. Los contactos entre la Casa Blanca (fundamentalmente a través del subsecretario de Estado, John Bolton) y Zhonnanghai (a través del viceministro de asuntos exteriores chino, Wam Gunagya) se han multiplicado en las últimas semanas, pero sin originar cambios de conducta que evidencien una nueva forma de actuar.

La reclamación de diálogo directo que se formula desde Pyongyang, también cuenta con el apoyo de Corea del Sur. Así lo ha expresado recientemente Chyung Daichul, representante especial del presidente electo Roh Moo-hyun, que tomará posesión de su cargo el próximo 25 de febrero, directamente, al vicepresidente Dick Cheney a primeros de febrero. Seúl, que redobla su apuesta por el diálogo y la negociación con el Norte, teme verse atrapado entre dos fuegos. Por ello urge el establecimiento de mecanismos de consulta intensa para discutir la crisis, que eviten unilateralismos y permitan consensuar las opciones de salida. Y se ha creado ya un grupo consultivo bilateral sobre la RPDC.

Cuantas más trabas pongamos al diálogo, más se enrarecerá el ambiente y más difícil será recuperar esa normalidad que debe propiciar el retorno de Corea del Norte al Tratado de No Proliferación Nuclear. Mejor con Almodóvar que con 007.