El anuncio del ayatollah Alí Khamenei de "bendecir" las negociaciones directas entre Teherán y Washington para encontrar una alternativa viable a la estabilización de Irak, puede suponer una posible vía de acercamiento entre dos países que, por razones de la misma posguerra iraquí, se están posicionando como las dos principales fuerzas geopolíticas de Oriente Medio.
EEUU e Irán no mantienen relaciones diplomáticas desde 1979, tras el triunfo de la revolución islámica del ayatollah Ruhollah Khomeini, quien acusaba a la nación estadounidense de ser el "Gran Satán". Sin embargo, sí existieron contactos indirectos puntuales, como por ejemplo el caso "Irán-Contras" en la época de Ronald Reagan. Incluso, durante la disputa del Mundial de fútbol Francia 1998, las selecciones de ambos países posaron ante las cámaras, en un inusual ambiente de cordialidad, antes de iniciar el encuentro.
Pero la distensión no ha sido la tónica entre Washington y Teherán. El actual gobierno de George W. Bush ubica a Teherán dentro de su particular "eje del mal", país al cual vinculan con el terrorismo internacional mientras su programa nuclear causa preocupación en Occidente. Pero dentro de los complejos canales diplomáticos, la geopolítica juega un papel primordial para una repentina nueva fase.
Este inédito cambio de enfoque en Teherán parece mantener un amplio consenso dentro de los principales órganos de decisión. Las palabras de Khamenei ya habían sido vaticinadas por Alí Larijani, uno de los más altos representantes del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, quien había declarado a mediados de mes que existía una alta probabilidad de que negociadores iraníes y estadounidenses se sentasen en la misma mesa para tratar el asunto iraquí.
El discurso de Khamenei, máximo representante del Consejo Supremo de la Revolución, órgano principal de poder en Irán, completa este cambio de estrategia diplomática en momentos en que la puja por el programa nuclear iraní bien pudiese provocar otro conflicto armado en Oriente Medio. Khamenei respondió horas después a un discurso del propio Bush en el cual ya se estipulaba la posibilidad de estas negociaciones, que no tienen ni fecha ni lugar definidos y que pudieran celebrarse dentro de un ambiente de hostilidad y desconfianza.
Para el actual gobierno estadounidense, Irán puede constituir un contradictorio caso: por un lado, una fuente de conflicto internacional; por otro, un agente necesario para garantizar un mínimo de estabilidad en la caótica transición iraquí, a tenor de la influencia iraní en la comunidad chiíta de Irak y su posición dominante en el actual gobierno de ese país . Incluso otros factores contribuyen a los contactos, tales como el retraso de la discusión del dossier nuclear iraní en el Consejo de Seguridad de la ONU, previsto para esta semana, y que obedece a la reanudación de negociaciones entre Irán, Rusia y China para completar el programa de enriquecimiento de uranio.
En este sentido, Laríjani está activando sus contactos personales con el principal aliado iraní en Irak, el ayatollah Abdul Aziz al Hakim, e indirectos con el embajador estadounidense en Bagdad, Zalman Khalilzad, facultado desde Washington para hablar con representantes iraníes pero "sólo y estrictamente sobre Irak".
A pesar de los aparentes buenos oficios, muchas incógnitas quedan en el aire. En primer lugar, qué tipo de negociación política interna se llevó a cabo en Teherán para que Khamenei diese su aval a
los contactos con la principal potencia global, la cual a su vez constituye su principal enemigo.
Resulta poco creíble que el provocador presidente iraní, Mahmud Ahmadíneyad, hubiese aceptado fácilmente iniciar este proceso de negociación, aunque viniese "bendecido" por el que es considerado su mentor y protector político. Por ello puede intuirse que, entre la clase teocrática y la elite política iraní, pudiera estar desarrollándose un silencioso pulso de poder sobre esta y otras posturas diplomáticas oficiales.
En segundo lugar, cómo será interpretado este gesto en EEUU e Israel. Las iniciales y optimistas palabras de Bush fueron matizadas por la secretaria de Estado, Condoleeza Rice, quien certificó que en las "futuras conversaciones" (lo que demuestra que ya es un hecho consumado), sólo se hablará de Irak y no del programa nuclear iraní. Para enfatizar que nada ha cambiado, ambos reafirmaron a Irán como miembro principal del "eje del mal" y "promotor central del terrorismo". Sin duda, una posición tan firme como contradictoria.
En Israel, inmersos en una semana decisiva para las elecciones generales que anunciarán el sucesor de Ariel Sharon, existe cierta incredulidad y desconfianza ante las palabras de Khamenei. El gobierno israelí reconoce que, tras la desarticulación del régimen de Saddam Hussein, Irán se está convirtiendo en la principal baza de poder en la región, por lo que su actuación directa en la posguerra iraquí podría reforzar aún más esa posición. El programa nuclear iraní, así como la victoria de Hamas, han sido los dos principales temas de la campaña electoral israelí, superando ampliamente asuntos internos como la demografía, el programa económico o el ascenso de los niveles de pobreza socio-económica.
En medio de este ambiente enrarecido, una agencia de prensa iraní cercana a los sectores reformistas, publicaba unas supuestas declaraciones del ex presidente Mohamed Khatami, quien vaticinaba un ataque militar de EEUU e Israel contra Irán, para un mes después de la discusión del programa nuclear iraní en la ONU. En medio de ciertas cábalas o pronósticos, analistas políticos, diversos medios y consultoras de opinión estadounidenses barajan una posible guerra contra Irán para el primer trimestre del 2007. En cierto modo, los planes militares ya están cerrados desde hace bastante tiempo.
En Washington, Teherán y Tel Aviv, el frenético ritmo de acontecimientos auguran momentos de tensión y cierta distensión. La posguerra de Irak es apenas un apéndice más de una disputa que convierte a EEUU, Irán e Israel como los principales protagonistas del poder en Oriente Medio. En este panorama, resalta la ausencia del mundo árabe como factor de peso en este cálculo de poder.