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La “guerra” dialéctica Bush-Chávez

 Jenny Figueredo, clic para aumentar
El punto álgido llegó la semana pasada, cuando la retórica dio paso a acciones concretas. El gobierno venezolano expulsó a John Correa, agregado militar naval de la embajada estadounidense, acusado por Chávez de manejar supuestas actividades conspirativas junto a militares de la Fuerza Armada Nacional. La reacción en Washington no se hizo esperar: expulsaron a la ministra consejera de la embajada venezolana en EEUU, Jenny Figueredo (en la foto con el puño en alto). Ésta fue recibida en Caracas con todos los honores en un acto político donde no descuidó en declarar que se sentía "orgullosa por haber sido expulsada por el gobierno de Bush".
 

Si se tomaran al pie de la letra las noticias más recientes, existe una sensación de que EEUU y Venezuela se encaminan hacia la ruptura definitiva de sus relaciones. El cada vez más elevado tono conflictivo entre el Departamento de Estado y el gobierno bolivariano y un preocupante e infantil toma y daca diplomático, parecen presagiar un 2006 repleto de sucesos en las tensas relaciones entre Washington y Caracas. Si bien esta puja tiene aparentes tintes irresponsables y ridículos, no deja de representar una coyuntura alarmante.

Paralelo al apretado calendario electoral de este año en América Latina, Chávez espera revalidar su presidencia el próximo mes de diciembre. Todo apunta a que conseguirá la reelección, tomando en cuenta que sigue cosechando sólidos niveles de popularidad, que las arcas financieras fluyen al elevado ritmo de los precios petroleros y que la oposición política se encuentra desorientada, sin candidatos visibles e, incluso, con limitado margen de operatividad, a pesar de que su estrategia abstencionista en los pasados comicios legislativos de diciembre de 2005 mezcló un ambiguo efecto que transita entre lo exitoso y lo riesgoso.

En la Casa Blanca calculan que seis años más de presidencia de Chávez hasta el 2013 provocarán mayores dolores de cabeza para el principal consumidor del petróleo venezolano en una coyuntura en la cual el encarecimiento de los precios del mercado de crudo amenaza con estallar si la crisis nuclear con Irán se prolonga al Consejo de Seguridad de la ONU y, eventualmente, se active la aplicación de sanciones o la posible respuesta militar occidental.

Por si fuera poco, Venezuela y Cuba ya anunciaron que votarán a favor del programa nuclear iraní una vez se discuta en el Consejo de Seguridad. Y como la crisis de Oriente Medio parece venir instalándose en el llamado "patio trasero" norteamericano, el líder del partido islamista Hamas, vencedor de las legislativas palestinas, Khaled Mashal, ya anunció una gira por Venezuela, Brasil y Argentina, con la finalidad de recaudar fondos entre la activa diáspora árabe y palestina que tiene, en el caso de Chávez, a un sólido benefactor. El objetivo es contrarrestar el previsible corte financiero europeo e israelí al futuro gobierno palestino.

Insultos de ida y vuelta

La crisis actual entre Washington y Caracas da a conocer también un rosario de calificativos propios de una retórica barriobajera, impropia de altas esferas diplomáticas. A finales de enero, en una inusual declaración, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, no tuvo reparos en comparar a Chávez como un "nuevo Hitler" para América del Sur, por la "perniciosa influencia expansiva de la revolución chavista".

En diciembre pasado, el presidente venezolano habría realizado una declaración que la fundación Simon Wiesenthal calificó de "antisemita". Sin mencionar al pueblo judío, Chávez arremetió contra los que "asesinaron a Cristo en la cruz". A los ojos de EEUU e Israel, esta declaración ubicó a Chávez al lado de líderes conflictivos como el presidente iraní Mahmud Ahmadíneyad, cuya generosidad hacia las declaraciones antisemitas le llevaron a instar a "borrar del mapa a Israel" e, incluso, exigir a Alemania y Austria que cedan territorio en el centro europeo para reubicar allí al Estado israelita.

Para la retórica de Chávez, las ambigüedades no existen. En diversas ocasiones, como la reciente presencia de movimientos sociales alterglobalización asistentes al Foro Social Mundial realizado en Caracas, el presidente venezolano no titubeó en calificar a su homólogo estadounidense George W. Bush de "asesino y genocida". Y si el líder nazi fue el referente de Rumsfeld a la hora de calificar a Chávez, éste reafirmó muy claramente que Bush es el "nuevo Hitler".

El punto álgido llegó la semana pasada, cuando la retórica dio paso a acciones concretas. El gobierno venezolano expulsó a John Correa, agregado militar naval de la embajada estadounidense, acusado por Chávez de manejar supuestas actividades conspirativas junto a militares de la Fuerza Armada Nacional. La reacción en Washington no se hizo esperar: expulsaron a la ministra consejera de la embajada venezolana en EEUU, Jenny Figueredo. Ésta fue recibida en Caracas con todos los honores en un acto político donde no descuidó en declarar que se sentía "orgullosa por haber sido expulsada por el gobierno de Bush".

De las declaraciones se pasó a la movilización de calle. En Caracas, al mejor estilo de las manifestaciones en La Habana contra "el imperialismo estadounidense", el gobierno de Chávez organizó una multitudinaria marcha, repudiando la acción diplomática del gobierno de Bush y reafirmando la defensa de la soberanía nacional.

Curiosa y simultáneamente, en la capital habanera, los gobiernos estadounidense y cubano vienen implementando desde comienzos de año sendas actividades políticas proselitistas, que tienen como escenario los alrededores de la Oficina de Intereses de EEUU en Cuba. De este modo, Chávez ingresa en este círculo, el cual también se traduce en el ámbito armamentístico.

La Revolución se arma

En enero, la pendiente hacia el deterioro de las relaciones venezolano-estadounidenses fue alargándose. Chávez amenazó con comprar más armas a Rusia, China e Irán, si EEUU persistía en su veto ante la compra de patrulleras españolas por parte de Venezuela, cuya patente pertenece a la empresa estadounidense EADS-CASA. A comienzos de enero, Caracas recibió casi en su totalidad el cargamento de 100.000 fusiles AK-47 comprados a Moscú a mediados de 2005.

Analistas de la Forecast International, una firma de la industria militar, ven con preocupación la política de compra armamentística por parte de Chávez. Sus informes más recientes consideran que la compra de armas a España le daría a Chávez capacidad para responder a infiltraciones fronterizas y combatir una insurgencia interna. En realidad, es aún prematuro analizar la naturaleza de las compras armamentísticas a España, previstas originalmente para la lucha antinarcóticos. Pero otro enfoque supone la compra de fusiles rusos, cuya operatividad causa mayor alarma en la población civil.

Sosteniendo las tesis conspirativas, la abogada estadounidense Eva Golinger, una de las más conocidas activistas a favor de la revolución de Chávez, acusó al Departamento de Estado norteamericano de enviar mercenarios militares para instigar acciones conspirativas en Venezuela. Estas denuncias no han sido aún confirmadas, lo cual podría suponer uno más de los constantes rumores que circulan en Venezuela.

El caso es que, para prevenir posibles maniobras militares estadounidenses de invasión a Venezuela, el pasado sábado 4 de febrero, durante la conmemoración del 14º aniversario del intento de golpe militar de Chávez, el propio presidente aceleró la preparación de milicias urbanas para "defender la Revolución", cuyo cálculo espera ascender a los dos millones de reservistas.

En septiembre pasado, Chávez firmó una ley de defensa que convierte la preservación de la República Bolivariana de Venezuela en misión militar, creando una Reserva Militar y una Guardia Territorial de aproximadamente 2,8 millones de milicianos, fieles al presidente y con capacidad para operaciones de resistencia ante cualquier agresión interna o externa.

Todo este escenario plantea una sensación de acoso exterior para el gobierno de Chávez. En Caracas parecen temer una situación similar a la invasión norteamericana al Panamá del general Manuel Antonio Noriega en 1989. De allí la activación de la llamada estrategia de "guerra asimétrica", evaluada por la FAN venezolana en el 2005.

Petróleo, nada más que petróleo

Situaciones pintorescas de lado, y a pesar de que los barriles de petróleo venezolano siguen llegando a las costas de EEUU (según el Departamento de Estado, en el 2005, las exportaciones petroleras venezolanas a ese país se calcularon en 1,6 millones de barriles diarios), la crisis entre ambos países profundiza la preocupación hemisférica de Washington ante los nuevos modelos políticos y de integración regional.

Del mismo modo, no hay que olvidar la repercusión que tiene en Washington la estrecha alianza de Chávez con Fidel Castro, en un momento en que parece ser vox populi la inminencia de un proceso de cambio o transición en Cuba. Otro escenario lo constituye el hecho de que Venezuela sea vecino de Colombia, con todas las implicaciones que esto conlleva para la política antidrogas y antiguerrilla de Washington en el plano andino.

Como la materia petrolera sigue siendo el vértice clave de las relaciones entre Washington y Caracas, es obvio que los movimientos de la "diplomacia petrolera" chavista y su estrategia continental del ALBA, generan fricción en el gobierno de Bush, ahondadas por el descuido de la política estadounidense hacia los asuntos latinoamericanos y su paulatina pérdida de influencia. El "arma petrolera" de Chávez le ha llevado, en reiteradas ocasiones, a amenazar con suspender el suministro a EEUU.

Los proyectos regionales de Chávez, tales como Petrocaribe, Petroamérica, Petroandina y Petrosur, inquietan a su principal consumidor energético. Hace dos semanas, durante una cumbre con sus homólogos Lula y Kirchner, Chávez impulsó la creación del mayor gasoducto suramericano, cuya longitud de 10.000 km. permitiría crear una red de distribución desde el río Orinoco hasta el río de La Plata, transportando 150 millones de metros cúbicos diarios. Este proyecto tiene también a la Bolivia de Evo Morales como peón de importancia. Venezuela y Bolivia tienen las mayores reservas hemisféricas de gas natural y sus actuales gobiernos manifiestan un marcado rechazo al ALCA estadounidense.

En esta línea se ubica la política oficial venezolana de cara a las inversiones de las multinacionales petroleras, principalmente estadounidenses. La nueva estrategia de la estatal petrolera venezolana, PDVSA, busca diversificar los socios y mercados, sin enfocarse única y exclusivamente en EEUU, país que compra el 70% de las exportaciones petroleras venezolanas. Irán, Argelia y China se han convertido en socios de importancia para el gobierno de Chávez, cuyo país posee unos 72.000 millones de barriles de crudo en reservas probadas, las mayores de todo el hemisferio occidental.

Del mismo modo, el gobierno venezolano revisa unos 33 contratos suscritos en la década de los noventa, con la finalidad de aumentar la fiscalidad de compañías como Chevron-Texaco, Exxon Mobil, BP, TotalFinaElf y Royal Dutch Shell, retirarles el control operativo de los pozos y obligarlas a convertirse en socios minoritarios de PDVSA. En caso de rechazar estas condiciones, Chávez ya les ha advertido a las multinacionales que deben abandonar el país.

A pesar de ello, las relaciones petroleras entre Washington y Caracas siguen siendo sólidas. Retórica de confrontación aparte, la multinacional Chevron-Texaco sigue constituyéndose como el puntal de un negocio que, entre un 30 y un 50% del petróleo venezolano, está siendo explotado por las multinacionales, con una capacidad de producción aproximada de 2,6 millones de barriles diarios. Las reservas de crudo de la Faja Petrolífera del Orinoco son el objetivo principal de extracción de estas multinacionales.

En el 2005, la estela política de Chávez ha sido la más influyente en el ámbito regional, proceso que espera continuar con los distintos escenarios electorales del 2006, principalmente en Perú, Ecuador y Nicaragua. Su oferta de ayuda financiera, sanitaria y petrolera a países vecinos ha provocado fricciones en la Casa Blanca, lo cual acelera los temores y alertas de que la confrontación Washington-Caracas se encamine por otros niveles, ajenos a la política y la diplomacia.