No es posible otra China

La conclusión del título es lo que podría deducirse de una primera y superficial lectura del resultado de las elecciones presidenciales y legislativas celebradas el sábado 14 en la República de China o Taiwán. El presidente saliente Ma Ying-jeou y su partido, el KMT, ganaron ambos procesos frente a una oposición liderada por el PDP de Tsai-Ing wen y con el hándicap añadido de la presentación de una tercera lista afín, la del PPP de James Soong, quien obtuvo un resultado prácticamente irrelevante (2,7%), si bien compensado con la superación del mínimo del 5% en las elecciones legislativas, obteniendo tres diputados.

Muchas cosas había en juego en estas elecciones, pero, sobre todo, la continuidad o no de la política impulsada por el KMT para facilitar la normalización con China continental. El eje de dicha política es el llamado “Consenso de 1992” que, en suma, viene a recrear la vigencia y respeto muto del principio de que solo existe una China, aunque ambas partes difieran en su interpretación (para unos es la República de China, para otros la República Popular China). La oposición soberanista, por el contrario, niega la existencia de este consenso (fraguado en 1992 entre representantes de ambas partes en Singapur), calificándolo de invención y, reafirmándose en el statu quo, proponen un consenso entre los taiwaneses para consolidar la realidad actual de conformación de dos estados a cada lado del Estrecho de Taiwán.

El KMT y sus postulados ganaron estas elecciones. Las ganaron con un fuerte apoyo de la clase empresarial (desde magnates como el patrón de Evergreen a dueños de pymes), con pronunciamientos más explícitos que nunca; con el apoyo de EEUU, cuyo ex representante en la isla, Douglas H. Paal, no dudó en calificar de “vago” el consenso propuesto por el PDP; con el apoyo de China, aunque discreto, por temor a efectos advero; y con el apoyo de 6.891.139 electores (el 51,6%), es decir, con 768.875 votos menos de los obtenidos en 2008 y que no alcanzaría siquiera sumando los 369.588 obtenidos por su rival aliado, el PPP.

Por el contrario, aun perdiendo, la oposición demostró una gran fortaleza. Obtuvo el 45,6% (41,55% en 2008) y 6.093.578 sufragios (648.629 más que en 2008), confirmando los pronósticos que le aventuraban un mayor respaldo, si bien no pudo alcanzar su objetivo de desbancar al KMT al fracasar la expectativa de un arrastre de votos nacionalistas a favor del PPP.

En el Yuan legislativo, se verificaron las mismas tendencias: el retroceso del KMT y el incremento del PDP no alteran la radiografía esencial del espacio político parlamentario: el KMT logra una mayoría absoluta sobrada con 64 escaños (17 menos que en 2008) frente a los 40 del PDP (13 más que en 2008).

Los resultados infunden tranquilidad en China continental. La continuidad de la política auspiciada por Hu Jintao consistente en promover el entendimiento económico, su mejor arma, sin descuidar la seguridad y rebajando al mínimo la confrontación diplomática, como primer paso para lograr el acercamiento político está garantizada. No obstante, lejos de suponer esta victoria un cheque blanco para los unionistas, el incremento de los partidarios de la identidad taiwanesa revela tendencias de fondo en la sociedad y plantean riesgos futuros que no deben obviarse.

Para lograr sus objetivos, Beijing necesita aplicar más pedagogía que prisa y en esa perspectiva no hay mejor forma de erradicar temores que propiciar una evolución interna que sea susceptible de atracción. Mientras así no sea, el PDP, quien probablemente no ha encontrado aun su techo electoral, tendrá oportunidades, con o sin Tsai Ing-wen, para seguir desafiando la estrategia convenida entre el KMT y el PCCh. A fin de cuentas, la simple aritmética electoral no puede obviar la otra evidencia de un país prácticamente dividido en dos a la hora de visionar su presente y su futuro y tanto China continental como el KMT deben tomar en consideración ese nivel de exigencia (que facilita un buen argumento al KMT para obtener concesiones añadidas en cualquier negociación).

Cabe esperar, no obstante, que en este segundo y último mandato Ma de un nuevo impulso al acercamiento con China continental, acelerando las negociaciones económicas pendientes pero introduciendo también nuevos ingredientes en la agenda bilateral, entre ellos, el anhelado acuerdo de paz que a buen seguro hará vivir nuevos episodios de alta tensión política en la isla.