Artículo firmado con con María Xosé Porteiro
COE Logo Quadri

La paradoja del 75º aniversario del Consejo de Europa: Celebrar a las mujeres no es compatible con negarles el liderazgo

En el año 2024, el Consejo de Europa conmemoraba su 75º aniversario destacando la contribución de 75 mujeres que marcaron la historia de la organización. Sin embargo, la ausencia total de liderazgo femenino en su cúpula institucional en la actualidad lanza un mensaje contradictorio y negativo. Mientras se exalta el pasado, el presente evidencia una preocupante regresión en la representación femenina en los puestos de mayor responsabilidad y visibilidad.

Una celebración con sombra de desigualdad

La iniciativa de homenajear a las 75 mujeres que contribuyeron al devenir del Consejo de Europa podría interpretarse como un paso positivo hacia el reconocimiento del papel femenino en la construcción de los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho en Europa. Sin embargo, los hechos desmienten la narrativa de avance: a finales de 2024, todos los puestos de liderazgo de la organización estaban (y siguen estando en estos momentos) ocupados por hombres.

La ausencia de mujeres en estos cargos no es una simple casualidad estadística. La pauta es clara: en los últimos procesos de nombramiento, los hombres han sustituido a otros hombres o a mujeres, pero ninguna mujer ha sido designada para suceder a hombres o a otras mujeres en puestos clave. Esta dinámica perpetúa una estructura de poder masculina que impide la consolidación de un liderazgo femenino coherente, justo y sostenible.

Un Consejo de Europa sin liderazgo femenino

En diciembre de 2024, los cargos más relevantes de la organización estaban ocupados exclusivamente por hombres:

Este monopolio masculino en la toma de decisiones y en la representación institucional es un retroceso alarmante para una organización cuyos principios fundacionales son la igualdad y los derechos humanos.

Un problema estructural y global

La exclusión de las mujeres en el nivel más alto no es una situación exclusiva del Consejo de Europa, sino un reflejo de un problema estructural que afecta a muchas instituciones internacionales, gubernamentales y privadas. En numerosos organismos multilaterales, parlamentos nacionales, empresas y universidades, la presencia femenina en los puestos de poder sigue siendo minoritaria.

Las razones de esta desigualdad son complejas y multifactoriales, pero algunas de las barreras comúnmente identificadas incluyen:

  • Sesgos en los procesos de selección: La preferencia normalizada por hombres con perfiles tradicionales de liderazgo perpetúa la desigualdad.
  • Techos de cristal: A pesar de su preparación y experiencia demostradas, las mujeres encuentran más dificultades –a veces, insuperables– para acceder a posiciones de poder.
  • Prejuicios de género: A menudo se las percibe como menos capacitadas para liderar, aunque acrediten credenciales iguales o superiores a las de sus compañeros.
  • Doble estándar: Las mujeres líderes suelen ser evaluadas con criterios más estrictos y sometidas a estereotipos que no afectan a los hombres en los mismos cargos.

Estrategias para el cambio

Para avanzar hacia una equidad de género real, las organizaciones internacionales, los gobiernos y las empresas –es decir, en los ámbitos público y privado– deben adoptar medidas concretas y decididas. Una de las estrategias más eficaces es el establecimiento de cuotas obligatorias, como las aplicadas en España, que han demostrado reducir la brecha de género. Además, es crucial fomentar programas de asesoramiento y redes de apoyo que permitan desarrollar habilidades clave para el liderazgo.

Otras medidas necesarias incluirían:

  • Mayor transparencia en los procesos de selección, para evitar discriminaciones y garantizar la igualdad de oportunidades.
  • Promoción de mujeres en puestos clave, asegurando que haya candidatas en cada proceso de nombramiento.
  • Cambio cultural y educativo, que fomente desde la infancia la equidad de oportunidades y la participación igualitaria en espacios de liderazgo.
  • Voluntad política, ya que sin un compromiso real de las instituciones y de su dirigencia, ninguna política de equidad resultará efectiva. La implementación de medidas debe ir acompañada de un esfuerzo institucional decidido para cambiar patrones arraigados de discriminación y desigualdad.

Reflexión y acción urgente

La celebración del 75º aniversario de la creación del Consejo de Europa en 2024 debería ser una oportunidad para estimular el avance hacia una representación igualitaria y no para encubrir una realidad preocupante. La historia de las 75 mujeres que contribuyeron a la organización no puede ser un simple ejercicio de memoria sin consecuencias en el presente. El reconocimiento real pasa por garantizar que las mujeres no solo sean parte de la historia, sino también del futuro del liderazgo institucional en Europa y en el mundo.

El nombramiento a principios de 2025 de una mujer, Thórdís Kolbrún Reykfjord Gylfadóttir, como Enviada Especial del Secretario General del Consejo de Europa para la situación de los niños de Ucrania en 2025, representa un pequeño pero significativo avance hacia una mayor inclusión femenina en los puestos de responsabilidad. Este hecho debería marcar un cambio en la tendencia de liderazgo dentro de la organización, pero debe ir seguido de esfuerzos más amplios para garantizar una representación equitativa y duradera de las mujeres en todos los niveles de decisión.

Cabe recordar que ya en 1992, el Consejo de Europa auspiciaba el “Manifiesto de Aarhus”, que preguntaba: “¿Hasta cuándo podemos tolerar una semidemocracia?” En ese documento se reconocía que la mujer no es una minoría, sino más del 50% de la población, y que su marginación supone una falla estructural para las democracias que se consideran “plenas”. Una democracia verdadera no puede existir sin la participación equitativa de las mujeres en la toma de decisiones que afectan a toda la sociedad. El reto sigue vigente: la igualdad en el liderazgo no puede ser una aspiración abstracta, sino una realidad que las instituciones deben hacer efectiva y cuyo incumplimiento debe acarrear no solo una sanción ética, sino también acciones y medidas concretas y eficaces.