¿Será India una nueva China para América Latina?

En la década comprendida entre 2003 y 2013 el comercio entre América Latina y China creció a una tasa promedio de 27% por año, llegando a la cifra de 289 millardos en 2013. Más aún, en apenas 14 años dicho comercio se multiplicó 35 veces (R. Roett, G. Paz, Paz, Latin America and the Asian Giants, Washington DC, 2016). Los países más beneficiados por ello fueron los de América del Sur, exportadores de recursos naturales. Sin embargo, a partir de 2013 el énfasis hacia los servicios y el consumo doméstico en China, afectó seriamente ese comercio y produjo una caída en el precio de las materias primas latinoamericanas.

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En la década comprendida entre 2003 y 2013 el comercio entre América Latina y China creció a una tasa promedio de 27% por año, llegando a la cifra de 289 millardos en 2013. Más aún, en apenas 14 años dicho comercio se multiplicó 35 veces (R. Roett, G. Paz, Paz, Latin America and the Asian Giants, Washington DC, 2016). Los países más beneficiados por ello fueron los de América del Sur, exportadores de recursos naturales. Sin embargo, a partir de 2013 el énfasis hacia los servicios y el consumo doméstico en China, afectó seriamente ese comercio y produjo una caída en el precio de las materias primas latinoamericanas.

Sin embargo, mientras el comercio con China se contrajo, el comercio entre India y América Latina ha venido creciendo de manera constante. Más aún, sus porcentajes estarían emulando a los que caracterizaron al comercio con el otro gigante asiático. De acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo, el intercambio entre estas economías evidencia un claro potencial para el comercio masivo (M. Moreira, India: Latin America’s Next Big Thing?, Inter American Development Bank, Washington DC, 2010).

Hasta el presente, la naturaleza del comercio entre India y América Latina reproduce el marco que caracterizó a la de China con nuestra región: India nos compra recursos naturales mientras nos vende manufacturas. El valor de las exportaciones latinoamericanas hacia India creció tres veces entre 2003 y 2013, sin embargo el de las importaciones provenientes del país asiático creció cinco veces durante el mismo período.

Aún más, el porcentaje del crecimiento de las cifras comerciales se aproxima a las que caracterizó al comercio con China, partiendo sin embargo de un nivel mucho más bajo. El comercio entre América Latina e India creció 22 veces entre 2000 y 2014. No obstante, el total del comercio alcanzado para 2013 fue sólo 43 millardos de dólares. Es decir, apenas un 15% del alcanzado con China para ese momento (R. Roett y G. Paz, citados).

La balanza comercial con India está resultando mucho más beneficiosa para la región, sin embargo, que la que caracterizó a nuestra relación con China. En 2014 India compró 29 millardos de dólares de la región, mientras nos vendió 17,53 millardos. Ese mismo año China nos compró 95,3 millardos de dólares, mientras nos vendió 190,38 millardos (E.R. Ellis, “Indian Chinese engagement in Latin America and the Caribbean: A Comparative Assesment”, Washington DC, March, 2017).

Pareciera claro, entonces, que el comercio con India resulta altamente beneficioso para los exportadores de recursos naturales en América Latina, lo que refiere esencialmente a los países de América del Sur. Lo que queda aún por demostrar, no obstante, es si existe efectivamente el potencial para el intercambio comercial masivo al que aludía el Banco Interamericano de Desarrollo.

De partida podría argumentarse que un país con 1,3 millardos de personas y una tasa de crecimiento anual del 7%, como es el caso de India, está en capacidad de replicar el ejemplo de China. Sin embargo, las cifras anteriores sólo cuentan una parte de la historia. La otra parte es que el modelo de desarrollo indio no ha seguido la estrategia clásica de las economías asiáticas, es decir, la de enfatizar una industrialización de mano de obra intensiva.

Por el contrario, India ha privilegiado a los servicios por sobre la industria y a la manufactura de alta tecnología por sobre la de mano de obra intensiva. Como resultado ha resultado exitosa en los servicios de alto nivel de sofisticación, como lo es por ejemplo la informática, y en la manufactura basada en el conocimiento intensivo. Ello parecería poner de manifiesto, que India jamás podría evidenciar el efecto imán que la manufactura de mano de obra intensiva china tuvo sobre nuestros recursos naturales.

Todavía más, si India se decidiera a emprender una segunda revolución agrícola, a través de ambicioso desarrollos agroindustriales, no sólo podría alcanzar la autosuficiencia alimentaria, sino pasar a competir con América del Sur en sus mercados de exportación.

La contrapartida a lo anterior, y aquí nuestras expectativas mejoran sustancialmente, serían los inmensos desarrollos en infraestructura que India tiene planteados. En efecto, dicho país se propone alcanzar las cifras de inversión en infraestructura de China, lo que implicaría dedicar a este rubro el 9% de su PIB. Un buen ejemplo de ello está representado por el proyecto del Corredor-Industrial Dehli-Bombay, el cual se encuentra sobre el tapete desde hace algunos años. El mismo tendría un costo de 90 millardos de dólares y aspiraría a beneficiar a seis estados del país.

India reconoce que el talón de Aquiles de su economía es la falta de modernización de sus infraestructuras. Ello quedó demostrado en 2012 por un apagón que afectó a 600 millones de personas en 20 estados del país. De allí la prioridad que otorga a este rubro. De materializarse el mismo, el efecto imán que caracterizó a China podría efectivamente reproducirse en relación a India.