Turquía entre Europa y Asia

Turquía se debate entre Occidente y Oriente. Nada nuevo en su larga historia. Su posición geoestratégica, con un pie en Europa y otro en Asia, condicionó durante siglos la política exterior turca. Aspiró a ser una potencia europea. En la época de mayor apogeo del imperio, su poder llegó hasta las puertas de Viena. Pero tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, el imperio otomano fue troceado con intervención de las potencias europeas, principalmente Gran Bretaña y Francia, que aplicaron los acuerdos secretos Sykes-Picot de 1916.

Apartados xeográficos Europa
Idiomas Castelán

Turquía se debate entre Occidente y Oriente. Nada nuevo en su larga historia. Su posición geoestratégica, con un pie en Europa y otro en Asia, condicionó durante siglos la política exterior turca. Aspiró a ser una potencia europea. En la época de mayor apogeo del imperio, su poder llegó hasta las puertas de Viena. Pero tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, el imperio otomano fue troceado con intervención de las potencias europeas, principalmente Gran Bretaña y Francia, que aplicaron los acuerdos secretos Sykes-Picot de 1916.

Sin embargo, el renacido Estado turco fundado por Mustafá Kemal Atatürk en 1923 siguió mirando hacia Occidente. Fue el primer país musulmán que reconoció a Israel en 1949, ingresó en la OTAN en 1952 y aspira a ser miembro de la UE. La economía se modernizó e internacionalizó tras entrar en la OCDE en 1961 y en la OMC en 1995. Actualmente participa como país miembro de pleno derecho del G20. Pero la eclosión del fuerte liderazgo político ejercido por Recep Tayyip Erdogan está moviendo la posición de Turquía en el tablero del gran juego geoestratégico que se juega en un Oriente Medio incendiado por el cruento conflicto sirio e iraquí de futuro incierto.

1.   Una compleja política exterior

Turquía tantea recuperar su antaño esfera de influencia otomana en los Balcanes, el Mediterráneo oriental y Asia Central. El primer ministro Erdogan lanzó en enero de 2013 un mensaje a la UE afirmando que Turquía podría acercarse a la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), integrada por Rusia, China y varias repúblicas centroasiáticas. Pero no es factible que un país miembro de la OTAN entre en la OCS.

La política exterior turca está en una encrucijada. La evolución de las frustradas primaveras árabes iniciadas en 2011, la caída en 2013 del presidente egipcio Mohammed Morsi, líder de los Hermanos Musulmanes, la recién creación del Califato Islámico en tierras de Siria e Irak y una posible irrupción de un Estado kurdo, son factores que complican y limitan las capacidades de maniobra de la diplomacia turca en la región. Su posición reacia a sumarse a la frágil coalición internacional impulsada por EEUU contra el Estado Islámico (EI) y su actitud contraria a dar apoyo a los kurdos sitiados en la ciudad  de Kovane, en la frontera turco-siria, ha maltrecho las relaciones políticas con EEUU, la UE y otros países miembros de la OTAN.

Los turcos consideran más peligrosos para sus intereses internos a los nacionalistas kurdos que a los radicales islámicos del EI. Además, la larga y porosa frontera de más de 1.000 kilómetros con Siria se convirtió en un espacio propicio para el paso de los yihadistas extranjeros pero también para los turcos, que se sumaron al EI. Y para el tráfico ilegal de todo tipo, desde armas hasta el petróleo extraído y vendido procedente de los pozos sitos en los territorios ocupados. Ankara se queja de la enorme carga económica y social que conlleva el dar cobijo en su territorio a más de un millón de refugiados sirios a los que se suman ahora los iraquíes. Finalmente, Erdogan decidió en septiembre participar, si bien con muchas reservas, a la coalición internacional contra el EI. Mejor tarde que nunca.

2.   Turquía sigue llamando a las puertas de la UE

Ankara llamó a las puertas de Bruselas en 1987 y Turquía fue aceptada en diciembre de 1999 como país candidato a entrar en la UE. Pero esta sigue haciendo oídos sordos a las aspiraciones europeas turcas. El proceso negociador se relanzó en 2005 y se presume será largo. Está más bien bloqueado. Solo se concluyó hasta ahora uno de los 35 capítulos de las negociaciones. Una situación frustrante para aquellos ciudadanos turcos que desean una mayor modernización de las instituciones públicas ante la creciente influencia de los grupos conservadores partidarios de reforzar las relaciones con los países vecinos musulmanes. Un informe de la Comisión Europea de 8 de octubre resaltó la conveniencia de iniciar las negociaciones sobre dos capítulos claves: Justicia y Estado de Derecho.

Algunos Estados europeos recelan incorporar un país de 77 millones de habitantes, mayoritariamente musulmán. Alemania, Francia, Holanda y Austria, entre otros Estados miembros, frenan la adhesión a la UE. François Hollande viajó a Turquía en enero en la primera visita de un presidente francés desde hacía 22 años. La negativa turca a reconocer sus responsabilidades en el genocidio armenio perpetrado en 1915 enrareció las relaciones bilaterales. En 2015 se celebrará el centenario del acontecimiento.  Además, François Hollande se comprometió ante los electores franceses a convocar un referéndum sobre la posible entrada de Turquía en la UE. Y Grecia y Chipre se opondrán frontalmente mientras Ankara reconozca y apoye financieramente a la República Turca de Chipre del Norte, constituida tras la ocupación del norte de la isla por el Ejército turco en 1974. Tampoco Ankara quiere ceder ante las exigencias de Chipre. Las conversaciones bilaterales turco-chipriotas siguen estancadas. Ahora cabe sumar las disputas sobre la explotación del los yacimientos de gas descubiertos en la plataforma continental marítima al este de Chipre.

Turquía sigue considerando la integración a la UE como una prioridad estratégica. Pero deberá esforzarse más para cumplir las condiciones políticas y económicas que impone Bruselas. Pero no lo hace. Las actuaciones represivas del gobierno de Recep Tayyip Erdogan y del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), contra los manifestantes en la plaza Taksim en Estambul en el verano de 2013, no ayudan nada a mejorar las relaciones con la UE. Incluso, pudo influir en la derrota de la candidatura de Estambul a la organización de los Juegos Olímpicos de 2020 que finalmente se celebrarán en Tokio. Preocupa en Occidente una posible deriva personalista y autoritaria de Erdogan así como la corrupción política de algunos círculos ligados al poder. Y, sobre todo, el creciente peso del Islam en la vida pública turca. Una tendencias que si no se moderan podrían afectar al “soft power” de un país que es una de las potencias turísticas del Mediterráneo.

Erdogan llegó al cargo de primer ministro tras las elecciones legislativas de 2003 y fue reelegido ampliamente en 2007 y 2011 con el 47% y el 50% de los votos. Se mostró como un ejemplo exitoso de cómo cabe conjugar Democracia e Islam y un buen gestor económico que mejoró el nivel de vida de millones de turcos. El AKP es una bien engrasada máquina electoral que va sumando por victorias las contiendas electorales. También venció en las elecciones locales celebradas el 30 de marzo de 2014, arrasando con el 45% de los votos.

La decisión de Erdogan de acceder a la presidencia de Turquía es considerada por algunos analistas como un intento para perpetuarse en el poder.  Logró convertirse en el primer presidente elegido por sufragio universal tras triunfar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 10 de agosto de 2014. Obtuvo el 51,8% de los votos con una participación electoral del 74% del censo. Seguirá al menos cinco años más en el poder para reforzar su poder autocrático y conservador. Sueña con permanecer más años para ser el gran protagonista de la celebración en 2023 del centenario de la Turquía moderna fundado por Atatürk. El régimen político podría evolucionar desde un sistema parlamentario a presidencialista en una futura reforma constitucional. El Estado, hasta hoy formalmente laico, incrementa sus tintes islamistas. Y Erdogan podría convertirse en el nuevo “sultán” del siglo XXI. Y liderar un “Nueva Turquía” basada en una democracia “con características turcas”, más distante de los valores políticos vigentes en la UE.

El nuevo primer ministro Ahmet Davutoglu, anterior ministro de Asuntos Exteriores desde 2009, reafirmó el 1 de septiembre la pretensión turca de entrar en la UE antes de 2023. Pero para lograrlo, el presidente Erdogan deberá despejar las incertidumbres sobre la futura evolución política del régimen turco.

3.   Una potencia económica emergente en el Este del Mediterráneo

Las sucesivas victorias electorales de Erdogan se explican por sus éxitos económicos. Tras sus 11 años como primer ministro, el país es más próspero. En la última década, la economía turca creció una media del 5% anual, el comercio exterior se multiplicó por diez y la renta per cápita se triplicó hasta alcanzar, según datos de la OCDE, los US$ 14.495. El país cuenta con unas crecientes emprendedoras clases medias y un dinámico sector industrial y de servicios. Es una potencia turística que recibió más de 36 millones de turistas en 2013. Turkish Airlines es una de las mejores y más modernas compañías aéreas del mundo y Estambul es un importante “hub” de comunicaciones que Europa con Asia y el noreste de África. La aerolínea transportó 708.000 pasajeros en sus vuelos a España en 2013, un 37% más que en 2012. Las empresas turcas están penetrando con éxito en los mercados emergentes de África, Oriente Medio y Asia Central.

La UE es el primer socio comercial e inversor de Turquía. En 2013 representó el 38,5% de su comercio exterior. Le siguen Rusia (7,9%), China (7%), EEUU (4,5%) e Irán (3,6 %). Desde la óptica europea, Turquía es el 6º socio comercial de la UE. Ambas partes aún se rigen por un anquilosado Acuerdo de Unión Aduanera, vigente desde el 31 de diciembre de 1995, que impulsa el comercio de productos manufacturados, pero deja fuera el sector agrícola, los servicios y el acceso a los contratos públicos. Turquía ha firmado otros acuerdos comerciales con la EFTA, Israel, Macedonia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Serbia, Albania, Túnez, Marruecos, la Autoridad Palestina, Jordania, Líbano, Georgia y Chile. Pero Egipto canceló unilateralmente en octubre su acuerdo comercial con Turquía. También se han complicado las relaciones con Israel.

Pero la prolongada crisis económica de la zona euro también afectó a la economía turca. Tras crecer el PIB un 7,5% en 2011 y 2012, cayó al 2,2% en 2013. Y en octubre, el Gobierno turco bajo del 4% al 3,3% sus previsiones de crecimiento para 2014. La demanda interior es el principal motor económico del país.  El paro si situó en julio en el 9,8%.

Pero la economía es hoy más vulnerable por el incremento del déficit público. La caída de la lira turca respecto al dólar y el euro desde mayo de 2013, obligó al Banco Central a inyectar dólares para sostener la moneda. Las reservas de divisas han bajado hasta solo unos US$ 32.000 millones. Y los inversores extranjeros se muestran más cautos tras observar la evolución de las políticas interior y exterior turcas. Los riesgos geopolíticos se acrecientan ante la posibilidad el conflicto en Siria e Irak se prolongue.

Turquía no es un país fácil para hacer negocios. Ocupa un rezagado 55º lugar entre 189 Estados en el informe “Doing Business 2015” publicado por el 29 de octubre por el Banco Mundial. Cayó cuatro puestos respecto a 2013. También aparece mal situado, en un 45ª lugar, en Índice Global de Competitividad publicado el 3 de septiembre por el Foro Económico Mundial de Davos. Y en el 40º lugar en el ranking de competitividad publicado el 22 de mayo por el Institute for Management Development (IMD) de Lausanne. Y el reciente informe de la OCDE insiste en la necesidad de persistir en las reformas estructurales que permitan relanzar el gran potencial económico del país.

Pero los capitales extranjeros seguirán apostando por comerciar e invertir en Turquía. La inversión extranjera directa creció un 9,8% en los primeros ocho meses de 2014 respecto al mismo período del año anterior. Es un gran mercado con gran potencial de crecimiento situado a las puertas de Europa y con nexos con Asia Central. Además, el Gobierno turco aprobó un ambicioso programa de inversiones para los próximos cinco años, principalmente en infraestructuras de transporte, salud, energía y medio ambiente. Se abren más oportunidades para las empresas españolas que tienen un gran margen para crecer su presencia económica en el país.

Ankara debería rehacer los puentes con Bruselas y en particular con París y Berlín. Las negociaciones con la UE se reanudaron en octubre 2013, una vez celebradas el 22 de septiembre las elecciones legislativas alemanas ganadas por Ángela Merkel. Turquía necesita a la UE: es su primer socio comercial e inversor, representa el 40% de las exportaciones y el 70% de las inversiones extranjeras. Pero también la UE necesita a “una Turquía europea” que siga haciendo de puente entre Europa y Asia. Las barreras no son tanto económicas como políticas y culturales.