Ruptura da globalización?

Ucrania: ¿El fin de la globalización?

La globalización emergió como resultado de una intención política y de una viabilidad tecnológica. 

La caída del Muro de Berlín representó el derrumbe de la preeminencia de la geopolítica y su sustitución por lo económico. La intención política se asoció con el reconocimiento por parte de los gobiernos del mundo desarrollado, y de las instituciones por ellos controladas, de esta nueva realidad. Es decir, de la claudicación de la geopolítica y del peso emergente de la economía. Iniciativas como el Consenso de Washington o la creación de la Organización Mundial de Comercio se inscribieron dentro de este propósito.

La viabilidad tecnológica se asoció al soporte que las tecnologías emergentes pudieron dar a la intención política. En efecto, la informática, las modernas telecomunicaciones y la fuerza expansiva de las comunicaciones marítimas, posibilitaron el surgimiento de las llamadas cadenas de suministro y de las cadenas globales de valor. Las cadenas de suministro se identificaban con gigantescos rompecabezas donde incontables piezas, partes y componentes productivos se movían a través de diversos países y numerosas fábricas para integrarse en una manufactura final sin nacionalidad definida. Las cadenas de valor comprendían el rango completo de actividades globales requeridas para llevar un producto desde su concepción y diseño hasta su fase final de mercadeo, distribución y servicios al cliente. 

Desde hace varios años, sin embargo, la globalización se encuentra amenazada. Nuevamente una intención política y una viabilidad tecnológica resultan responsables. 

La intención política se asocia con la profunda decepción causada en el mundo desarrollado con los resultados de la globalización. Un proceso que estaba llamado beneficiar a las sociedades liberales, que presumiblemente eran las mejor posicionadas para capitalizar un mercado global fluido y rápido, benefició en en cambio a los países en desarrollo. La integración a ese mercado global de 1.3 millardos de chinos o 1.2 millardos de indios, transformó a las sociedades occidentales en fortalezas asediadas. La erosión de la clase media y la evaporación de las industrias tradicionales en dichas sociedades, posibilitó la emergencia de poderosos movimientos populistas reñidos con los ideales liberales. Estas fuerzas, que pugnan por el proteccionismo y el fin de la globalización, han forzado a los sectores liberales a sumarse a muchas de sus propuestas. Ello, bajo el riesgo de verse abandonados por los electores.

La viabilidad tecnológica se ve encarnada por tecnologías que hacen posible el regreso a casa de los procesos productivos externalizados. La convergencia y retroalimentación de la tecnología digital, la robótica, la impresión 3D, la nanotecnología, la bioingeniería y la genómica o la Internet de las cosas, representan la llamada Cuarta Revolución Industrial. Esta apunta a la obsolescencia de las cadenas de suministro y de las cadenas globales de valor. ¿Para qué dirigirse a lugares lejanos para fabricar o para buscar proveedores de servicios, cuando la tecnología permite encontrar opciones tanto o más económicas en casa? 

La globalización, sometida al enfrentamiento de fuerzas que pugnan por su supervivencia o su declive, lleva varios años en equilibrio inestable. Quienes la soportan no son necesariamente quienes la propusieron. Allí encontraríamos a China e India, a las nuevas economías industrializadas, a las ciudades globales, a los beneficiarios de las rutas marítimas internacionales, a los productores de “commodities” o a las grandes cadenas mayoristas. Pero también entrarían allí las instituciones que giran alrededor de la globalización o a la élite económica global que se congrega  anualmente en Davos.

El Covid hizo inclinar la balanza en contra de la globalización. Depender de cadenas de suministro globales, en momentos de pandemia, se tradujo no sólo en una inmensa fuente de vulnerabilidad para las economías nacionales, sino en factor desencadenante de inflación. A decir de muchos, mientras más autónomo resulte un país o un grupo integrado de países en sus fuentes productivas, menor resultará su exposición a las contingencias mundiales. Procesos productivos cercanos al consumidor final, sustentados en tecnología de punta, se presentan así como la opción deseable. Aún hoy, a dos años de pandemia, Shanghái se encuentra bajo confinamiento y su puerto, el mayor del mundo, funcionando a cuenta gotas.

La invasión a Ucrania, sin embargo, pareciera dar el empujón final al declive de la globalización. Esto no tanto por el impacto de ésta sobre las cadenas energéticas y alimenticias globales, en si mismo  altamente significativo, sino porque representa el regreso de la geopolítica por la puerta grande. Ello, que ya venía delineándose por vía de la emergente Guerra Fría entre China y Estados Unidos, queda definitivamente consolidado en Ucrania. Regresar los procesos productivos a los espacios nacionales o regionales se convierte así en garantía de seguridad ante las contingencias de un mundo crecientemente inestable.