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Ucrania: ¿Responsabilidad de quien?

 A partir de 1997 la OTAN comenzó un proceso de expansión hacia el Este. Imbuido de la argumentación liberal, según la cual cada país debía elegir libremente su destino, dicha organización desestimó las voces del realismo político. Figuras como Henry Kissinger, Kenneth Waltz, John Mearsheimer y el propio padre de la política de la Contención George Kennan, estuvieron entre quienes desde Estados Unidos alertaron contra los riesgos de jugar con el fuego de las obsesiones de seguridad rusas. En efecto, la ausencia de una geografía que naturalmente la proteja ha determinado el que históricamente Rusia haya buscado esta salvaguarda por vía de estados tapones y de la profundidad territorial. De hecho, George Kennan advirtió contra el peligro de antagonizar innecesariamente a Rusia en momentos en que aquella no representaba una amenaza para nadie.  
Liñas de investigación Relacione Internacionales
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 A partir de 1997 la OTAN comenzó un proceso de expansión hacia el Este. Imbuido de la argumentación liberal, según la cual cada país debía elegir libremente su destino, dicha organización desestimó las voces del realismo político. Figuras como Henry Kissinger, Kenneth Waltz, John Mearsheimer y el propio padre de la política de la Contención George Kennan, estuvieron entre quienes desde Estados Unidos alertaron contra los riesgos de jugar con el fuego de las obsesiones de seguridad rusas. En efecto, la ausencia de una geografía que naturalmente la proteja ha determinado el que históricamente Rusia haya buscado esta salvaguarda por vía de estados tapones y de la profundidad territorial. De hecho, George Kennan advirtió contra el peligro de antagonizar innecesariamente a Rusia en momentos en que aquella no representaba una amenaza para nadie.  

Sin embargo, Rusia se encontró ante un proceso de compresión continua y en procura de poder preservar un perímetro esencial de protección y defensa. De allí el que bajo la lógica argumental de los llamados realistas, lo natural era que países como Georgia, y muy particularmente Ucrania, se sumasen a la lista conformada por Suecia, Austria o Finlandia. Es decir, estados neutrales que no asumían una militancia pro OTAN o pro rusa. Al mantener vivas las esperanzas de Ucrania de incorporarse a la OTAN en algún momento futuro, Occidente fue responsable de no trasmitirle a este país un necesario sentido de los límites. 

La expansión de la OTAN vino acompañada de la proyección paralela de la Unión Europea hacia el Este. Esta acción de tenaza combinada fue generando una presión continua sobre Rusia. La misma fue complementada con la llamada Agenda de la Libertad promovida desde Washington. En su búsqueda de difusión de la democracia, ésta estuvo directamente vinculada a la llamada Revolución de los Colores en tres ex repúblicas soviéticas. Incluyendo a Ucrania entre las mismas. 

Hubo pues un alto nivel de responsabilidad por parte de Estados Unidos y Europa en lo que hoy ocurre en Ucrania. Sin embargo, en contrapartida hay un conjunto hechos que no pueden obviarse. En primer lugar, las demandas desmesuradas que formuló Putin antes de la invasión a Ucrania y que se presentaron como condiciones para el retiro de sus tropas. Entre ellas estuvo la de exigir que la presencia armada de la OTAN volviese a las posiciones previas a las de su primera expansión de 1997. Ello implicaba la remoción de todas sus tropas y equipos militares de Europa Central y del Este, lo que equivalía a retrotraerse a los niveles existentes al momento de la desintegración de la Unión Soviética. Pretender devolver el reloj de la historia bajo la amenaza de la acción bélica ha constituido siempre una opción inaceptable. Haber aceptado condiciones de este tenor hubiese representado, en efecto, un acto de apaciguamiento apto para incrementar las exigencias rusas a niveles aún mayores. 

En segundo lugar, encontramos la carga general de revisionismo histórico de Putin. Ella trasciende lo ocurrido tras el colapso soviético para situarse dentro una visión mítica de la grandeza rusa. Dentro de la misma, Rusia asume un carácter providencial y una misión histórica. Heredera del Imperio Romano por intermedio de Bizancio, de quien absorbió sus claves culturales fundacionales, Rusia se presenta como una “Tercera Roma”, siempre convocada a los grandes momentos de la historia. Imbuido de las ideas de pensadores como Ivan Ilyin, quien planteaba la sagrada defensa de la vasta masa territorial Euroasiática, Putin se ha evadido de la realidad para pasar a moverse en los espacios míticos. Dentro de estos, Ucrania perdía el derecho a una existencia independiente para volver a situarse en los tiempos en los que era parte del vasto imperio de los zares. Lo cierto es que entre esta visión exaltada de la propia historia (y la de los derechos que de allí derivan) y el Lebensraum de Hitler, no existe demasiada distancia.  

En tercer lugar, el inicio unilateral de una acción bélica, en este caso el acto de conquista de un Estado soberano en violación del ordenamiento internacional, hace perder cualquier base argumental que se tenga. Máxime, cuando ello va acompañado de la destrucción indiscriminada de objetivos no militares y de la matanza numerosa de civiles También Hitler tenía tras de sí un importante argumento histórico a su favor: La expoliación a la que fue sometida Alemania como resultado del Tratado de Versalles. Sin embargo, cualquier punto argumental favorable que Alemania pudiese haber tenido desapareció en el momento mismo en que sus tanques y sus Stukas iniciaron la subyugación y destrucción de Polonia. Haciéndose, desde luego, cada vez más irrelevante ante el incremento de las conquistas y atrocidades cometidas.   

Así las cosas, Occidente no puede evadir una importante carga de responsabilidad con lo que ocurre en Ucrania. Sin embargo, la responsabilidad de Rusia resulta no sólo mucho mayor sino que se acrecienta día a día con cada nueva atrocidad que comete.