Un año más, pesa la sensación de una crisis sistémica en las relaciones internacionales. Aunque resulta fácil analizar que la naturaleza del actual sistema mundial da cuenta de una evidente potencialidad global de EEUU, su preponderancia como poder hegemónico y unilateral muestra fisuras y contradicciones.
Desde una perspectiva teórica, estamos en el sistema que Samuel Huntington calificó en 1997 como un sistema uni-multipolar pero sin leyes, sin consenso general, sin pautas legítimas. Una extraña y ambigua combinación de unilateralismo con multilateralismo, de "realpolitik" con moralismo religioso y milenarista.
En 2005, año quinto de su mandato y primero de la reelección, el gobierno de George W. Bush tuvo la ocasión de percibir (aunque no sabemos con certeza si lo ha comprendido) que su política unilateral y su estrategia de "guerra preventiva" muestra debilidades e incertidumbres. Oriente Medio y, especialmente Irak, es el ejemplo más cualificado para analizar esta perspectiva: tímidos e ineficientes procesos electorales, manipulaciones políticas, presiones bélicas, sensación de cambio y transición pero más violencia, caos, irresolución de conflictos y desesperanza.
Un actor primordial en Oriente Medio en este año que finaliza ha sido Irán, que con toda probabilidad constituirá el principal reto en política exterior para la administración Bush hasta la finalización de su mandato en 2008. El programa nuclear iraní y la influencia geopolítica de Teherán en el nuevo escenario regional serán los factores de mayor relevancia para EEUU y Europa en la convulsionada región.
Una política oficial inmoral daña por completo la capacidad y la credibilidad de un gobierno como el estadounidense. Por lo tanto, no son saludables para un país como EEUU las reiteradas revelaciones de que su gobierno legitimó el uso sistemático de la tortura, de las violaciones de la legalidad, del excesivo "Estado policial", de las manipulaciones para legalizar determinadas políticas en pro de la seguridad nacional o del "interés de Estado". Los factores colaterales provocados por la sacudida social del huracán Katrina muestran también otras realidades: una fractura social y una insuficiencia de la atención estatal en el seno de la principal potencia mundial.
Si el terrorismo internacional es el síntoma de nuestro tiempo, 2005 también ha sido prolífico. El "yihadismo" internacional ha vuelto a atentar en Europa, concretamente en su punto más apetecible: Londres. Otros escenarios como Jordania, Líbano y Egipto fueron también sacudidos por la dinámica terrorista, vinculados o no a la ideología de Al Qaeda o bien manifestados por las tensiones internas y externas.
Así como EEUU, Europa también vive otro dilema. El proyecto europeísta experimentó una dura lección similar a la recibida por Bush con su política unilateral. El fracaso francés y holandés en refrendar la Constitución europea oscurece cualquier otra aprobación, vía referendo o vía parlamentaria. Francia y Alemania, principales motores del proceso de integración, caminan por senderos de indefinición y zozobra, y no sólo en los aspectos políticos y económicos. París ha sido el escenario de una temible rebelión social inmigrante y racial, con capacidad de expansión. Y la Unión Europea dio la imagen de un proyecto atenazado en su liderazgo y entusiasmo.
Las contradicciones y dilemas transatlánticos permitieron advertir el evidente ascenso de Asia como presumible centro del poder mundial en el siglo XXI. China e India crecen a ritmos vertiginosos, inundan los mercados mundiales e ingresan aceleradamente en las instituciones globales. Japón experimentó en 2005 una etapa de recuperación económica, tras la crisis financiera regional de 1997. A pesar de las evidentes contradicciones socioeconómicas de su desarrollo, China ya piensa y actúa de un modo global. El 2005 ha sido la evidencia de ese despegue aún que está por determinar su verdadera capacidad.
Abriendo nuevos escenarios, América Latina y África tuvieron destinos disímiles en 2005. La primera ha vivido una vaga de cambios políticos y sociales que se consolidarán con diversos procesos electorales en 2006. Países como Brasil, México, Venezuela y Colombia tendrán elecciones presidenciales en el próximo año, mientras el histórico cambio político en Bolivia podría tener una expansión en el área andina, con los próximos procesos electorales en Perú y Ecuador.
La dinámica de integración latinoamericana también presentó dos vías antagónicas. Resulta palpable la pérdida de influencia estadounidense en la región y el ascenso de la influencia del presidente venezolano, Hugo Chávez, y su revolución bolivariana. Los dos son los exponentes de los principales y confrontados procesos de integración hemisférica, el ALCA vs. ALBA, pero aún no se conoce la evolución/involución de los mismos. En 2006, muchos escenarios se definirán en este sentido.
Por último, África también ha sido protagonista, íntimamente ligada al proceso de reforma que inició la ONU en el cincuenta aniversario de su creación. El combate a la pobreza y la pacificación de los conflictos son los principales postulados de la Declaración del Milenio de la ONU, que tiene al continente africano como principal beneficiario. Pero África sigue siendo la gran olvidada del concierto internacional y sus síntomas se traducen en crisis humanitarias en Sudán, guerras en Côte d´Ivoire y el Congo, tensiones entre Eritrea y Etiopía, pobreza rampante, corrupción, falta de apertura política.
En conclusión, ¿qué diagnóstico del 2005 y qué pronóstico para 2006? Un año de transición que presagia otro caracterizado por la complejidad. Estamos en un mundo globalizado pero centrado en problemas locales, aún sin resolución. Se advierten importantes síntomas de cambio, pero también abiertas sensaciones de agotamiento y desesperanza.