20081007 evian abdoulaye wade

África bajo el dragón chino: ¿autoritarismo o revolución?

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 Abdoulaye Wade; clic para aumentar
Varios Estados occidentales se han mostrado preocupados por el creciente peso de China en África. El presidente Wade de Senegal (en la foto) ha manifestado en más de una ocasión considerar la ayuda china como satisfactoria en el corto plazo: “He logrado más en una junta de una hora con el presidente Hu Jintao (…) que lo que logré durante todas las reuniones orquestadas de los lideres mundiales en la reunión del G8”. China ha abierto su economía a las inversiones extranjeras y ha introducido un gran número de elementos de mercado que la han transformado en un exportador neto de capital.
 

Cuando hacemos referencia a la cuestión africana dentro del marco de la política china en estas décadas, podemos sacar amplias conclusiones que pueden transportar nuestros análisis hacia temas tan profundos y complejos como los derechos humanos y la seguridad nacional. Muchos analistas internacionales observan en esta situación una vía de conflictividad sostenida e irreversible, bajo una convivencia forjada sobre la desconfianza en un territorio sacudido por continuas crisis.

A medida que el mundo de las tensiones se acrecienta con rapidez, una sola realidad toma fuerza sobre la situación actual africana fuera de la coacción socio-cultural que sufre su población: su ubicación geoestratégica en el contexto mundial. La ausencia de alternativas deja muy poco margen a una solución diplomática para la región en el mediano plazo, tomando en cuenta la importancia para China de sostener y asegurar su frontera de abastecimiento desde Asia Central y la injerencia norteamericana en Oriente Medio.

Este artículo analiza la situación influyente de China en el marco de los intereses económicos chinos en África, las estrategias, realidades y perspectivas bilaterales frente a EEUU.

África en China, ¿espejismo de Occidente?

La emergencia de China como un poder global ascendente acopia atención firme, mucho en Asia, pero cada vez más en África y América Latina. La nueva asociación estratégica sino-africana reveló en la Cumbre del FOCAC, entre Beijing y la región, un momento histórico sin precedentes en las relaciones bilaterales de inicio del Siglo XXI(1). China abrazó ambiciosamente este enlace multilateral, donde 43 representantes de Estado y un total de 48 delegaciones africanas, incluyendo el Presidente Hu Jintao y entonces – Ministro de Relaciones Exteriores Li Zhaoxing, se convocaron durante el 2007.

Estos pasos son reflexivos, en cuanto a las “sensibilidades” agudas de Beijing en África, percibiendo la necesidad de materializar una mayor inversión diplomática en pos de fortalecer las capacidades africanas en áreas tales como infraestructura, mercados o crecimiento económico. La historia nos ha señalado este último elemento eficaz y necesario en una potencia emergente que busca consolidar sus ejes políticos y estratégicos. Varios autores mencionan estos aspectos; Paúl Kennedy (Ascenso y Caída de los grandes imperios)(2), admite la plataforma económica para que una nación se convierta en gran potencia. La lectura que hace China de su propia historia, exacta, es haberse aislado de la Revolución Industrial que revirtió a Europa desde mediados del XIX a mediados del XX, la consecuencia fueron evidentes.

China tiene fijada su atención en la prioridad económica y en lo demás su modus operandi en el exterior varia según sus intereses; Taiwán en América Latina, o la inquietud que le despierta la presencia norteamericana en Asia Central. El desenredo analítico implanta de forma activa que el protagonismo chino en política internacional no es proyectar su predominio, al menos que su desarrollo económico dependa de ello. Eugenio BREGOLAT, Ex embajador de España en China y autor del libro: La segunda revolución China, menciona muy acertadamente; “Los chinos no juegan ese juego, los chinos les dirían a los rusos… “the economy stupid, the economy”(3). Beijing no ha colonizado ningún sitio del mundo como la Inglaterra Victoriana, fue más bien parte de ese proceso traumático de apertura hacia Occidente.

¿China desnaturalizó su enfoque sobre África o fue Occidente? Beijing apoyó muchos movimientos revolucionarios insurgentes y otras sediciones independentistas en África Subsahariana, a la búsqueda temprana de relaciones diplomáticas con los nuevos Estados manados de la era colonial(4). La inversión diplomática sé torno ampliamente lucrativa durante la Guerra Fría, principalmente cuando las facultades occidentales se hallaron más proclives a la injerencia directa que en la actualidad. Desde luego, medio siglo después, la solidaridad china sistemáticamente cultivada y trabajada en esos años, ha dado resultados eficaces con una gama de naciones africanas.

La política multidimensional actual china se efectúa sobre un mecanismo más complejo, ambicioso y con riesgos mayores en su vínculo con África. Beijing desafía las múltiples acusaciones de parte de la UE y los Estados Unidos: nuevo colonialismo (¿?); poca atención al medioambiente; además, el desenvolvimiento de las comunidades chinas en la región, sus actividades lucrativas, en muchos casos ha perjudicado el empleo local y en otros ha sido factor de desarrollo.

Datos de la Aduana china afirman que durante el año 2007 cerca de 400.000 ciudadanos chinos solicitaron visas para trabajar en Angola y Nigeria. Esto puede llegar a simbolizar un aspecto negativo en términos de fuerzas laborales o por el contrario se transformará en un mayor ímpetu productivo por la mano de obra cualificada proveniente del gigante asiático. Los capitales chinos se caracterizan por una ida y vuelta constante; comprando y vendiendo en África, materializando grandes inversiones en infraestructura en zonas como Addis Abeba, o en Accra, Ghana. El enfoque de Beijing con ajustes dentro de su política global, asume un rol como núcleo central de la reconstrucción y desarrollo africano; tal vez seamos testigos del progreso paulatino regional bajo las fortalezas y preferencias del “modelo chino”(5).

Varios especialistas en temas africanos, como el Lic. Ezequiel A. Escudero del CAEI (Argentina)(6), asumen el compromiso económico chino como un elemento enlazado estratégicamente al acceso de energía y materias primas esenciales. Sobre la base diplomática, Beijing ha mostrado una nueva determinación para completar el proceso de aislamiento sobre Taipei, reduciendo su capacidad de Free Riding en África. China ha tomado igualmente un papel más activo en la esfera de seguridad, contribuyendo con soldados y policías a las Fuerzas de Seguridad de la ONU en operaciones de Paz. Esto se ha transformado en el ABC sino-africano.

Durante el año 2005, China formuló y llevó a cabo un accionar amplio para fortalecer cambios en la reducción de pobreza y ampliar las áreas de cultivos en determinados Estados africanos, patrocinado cursos de tecnologías de producción de semilla, uso básico del agua para agricultura y sistemas de riego, a través del Ministerio de Comercio y el Ministerio de Agricultura. Beijing ahondó también sus compromisos en temas de salud y control endémico(7). El ministro de Salud, Gao Qiang, anunció una donación de 8 millones de dólares USA a la OMS en el año 2007, para construir centros de emergencias públicos en varias regiones castigadas por enfermedades y desnutrición.

Los mecanismos efectivos bilaterales o multilaterales en términos de asistencia financiera por parte de China son destacados sobre África. Empero, no es factible rectificar algunos esfuerzos en este ámbito y que correlación tendrán con las políticas impulsadas por el FMI o el Banco Mundial en cuanto a los resultados futuros. Hay montando interés en interpretar el impacto de esta praxis en la cooperación; ¿afrontar nuevos préstamos animará la continuación de una nueva carga deudora para África? Beijing esta concediendo crédito preferencial en la región al igual que en Centro América y el Caribe a través de Exim Bank de China.

En mayo de 2007, el Banco Mundial y el Banco de Inversiones de China, celebraron memorándum de entendimiento (MOU) para profundizar y mejorar la mutua colaboración en Uganda, Ghana y Mozambique(8). El análisis de este modelo “corporativo” y de sus resultados es, precisamente, cubrir un vacío existente sobre la proyección pionera china en la región, la institucionalidad económica y el contexto social y de desarrollo, que tuvo como fin igualmente la condonación de la deuda a varias naciones africanas por un monto cercano a los 3.000 millones de dólares USA.

Ahora, y como lo ha manifestado el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Liu Jianchao, “China necesita de África”; los vaivenes múltiples cooperan a constatar que muchos objetivos multilaterales de corto y mediano plazo arrojaran resultados pocos alentadores. Sin embargo, mediante su enfoque global, Beijing inquiere en los beneficios históricos de su progreso dentro de una comunidad internacional multipolar, equitativa y “democrática” sin alterar el sistema internacional. La apuesta estará en lograr éxito donde otros han fracasado y los desafíos irrumpen para China en trasladar su visión de una asociación estratégica con África en una realidad sustentable ¿será la apertura de una nueva fase inicial de socialismo con “características chinas?”

China-EEUU, ¿qué tal con los vecinos?

La presencia de China en África ha generado un nuevo perfil bilateral a las relaciones sino-norteamericanas, principalmente luego de la Doctrina de Guerra Preventiva impulsada por los Estados Unidos pos 11-S. Washington ha reformulado estratégicamente sobre como comprometerá Beijing sus intereses en la región, en un período de expansión paralela de las obligaciones, re-activadas por crecientes intereses en temas de seguridad energética, seguridad global, antiterrorismo y fomento democrático.

Washington asumió un mayor compromiso militar en la región, expandiéndose significativamente en el Cuerno de África, Sahara/Sahelian y el Golfo de Guinea. Los EEUU anunciaron en el año 2007 la creación de un Cuerpo de Fuerzas Conjuntas, el “US-Africa Combatant Command”, para combatir la insurgencia de corte islámica en Mogadiscio, Etiopía, y llevar adelante actividades antiterroristas en Somalia de Sur, región receptora de grupos armados vinculados a la red terrorista Al-Qaeda(9).

Muchas naciones africanas tuvieron que afrontar las demandas y los efectos de la globalización que se pusieron de manifiesto en la crisis financiera de mediados de los noventa. En África, el discurso sobre seguridad durante la Guerra Fría giró principalmente en torno a las preocupaciones por una URSS emergente y las amenazas de beligerancia insurgente o tribal en puntos críticos de la región. A partir del 11-S, el terrorismo pasó a dominar las preocupaciones regionales sobre seguridad aunque, paradójicamente, para la mayoría de los países de la región esto no era algo novedoso.

Después de los ataques de los Estados Unidos en Afganistán en octubre de 2001, la red Al Qaeda y sus benefactores nacionales (los talibanes) se vieron peligrosamente perjudicados. No obstante, este grupo armado varió su accionar en un movimiento descentralizado en medio de fuertes presiones internacionales, donde la estructura jerárquica de la Red perdió consistencia estática, pasando al anonimato. Los ataques en Túnez, Yemen, Kenya, indican que el impulso del grupo no yace en su ubicación territorial definida, sino en su variabilidad y flexibilidad geográfica, transformando a África en un puente logístico esencial de sus actividades terroristas.

Acharya, Amitav, Subdirector y jefe de investigación y Acharya, Arabinda, Investigador Instituto de Estudios Estratégicos y de la Defensa, Universidad Tecnológica de Nanyang, mencionan como factores principales de la integración en las sociedades africanas a estos grupos, el desarrollo de una identidad musulmana internacional radicalizada y la violencia en las diásporas, asuntos potencialmente graves en los últimos tiempos. Según estos autores, el radicalismo islámico fomenta tensión inherente entre capitalismo secular basado en el libre comercio, derechos individuales y democracia, con el fundamentalismo étnico-religioso(10); ¿puede esta alineación transformarse en la pérdida de valores occidentales (¿norteamericanos?) en África musulmana, en beneficio de países emergentes como China?

El terrorismo transnacional encuadró nuevos desafíos para la seguridad de las naciones africanas. Actualmente, la región debe enfrentar signos de consonancia cultural y antagonismo político con la incertidumbre de perturbar la fina armonía religiosa, étnica o racial. Bajo esta dinámica, las vías tradicionales de asociación bilateral o multilateral con EEUU o China, y que sustentan gran parte del entramado de seguridad regional, resignan de ser los apropiados para afrontar los desafíos que supone el terrorismo transnacional. A pesar de ello, la respuesta se sigue formulando sobre la base de medios subregionales; África continúa sin una asociación antiterrorista inquebrantable.

Esta variabilidad en la percepción norteamericana se puede apreciar en el libro titulado The Pentagon”™s New Map: War and Peace in the 21st Century de Barnett, Thomas, profesor y estratega militar del Naval War College(11). Este analista fracciona el mundo entre “Núcleo” y “Brecha”; en el primero hace referencia a las naciones “sumamente desarrolladas”, como el Reino Unido y Japón, entretanto la “Brecha” enlaza a los países “menos desarrollados”, ubicándolos en América Central y del Sur, Oriente Medio, Asia y finalmente África.

Aquellos Estados que conforman el “Núcleo” se comprometen militar y financieramente ayudar a la “Brecha” a instituir lazos de comercio y asistencia científica-tecnológica con el fin de terminar con los conflictos armados, asegurando la Paz regional. Si bien muchos teóricos norteamericanos neoconservadores consideran esta visión sobre la actual Administración Bush y su guerra contra el terrorismo global; ¿en que categoría se ubicaría el accionar chino sobre África? Beijing justifica ““constantemente”“ su pertenencia al mundo en desarrollo (¿Brecha?), aunque su contribución esta más cercana a la categoría de los países que patrocinan el grupo selecto de “Núcleo”.

Estos elementos establecen un marco interpretativo problemático a los que se enfrenta EEUU, donde el cambio de percepción también puede deberse a una confluencia de factores geopolíticos y geoeconómicos en el equilibrio de poder regional. La desvalorización de la “amenaza china” sobre determinados Estados africanos, que hasta hace tres décadas ajustaban políticas de contención con Washington sobre la amenaza “expansionista” e “ideológica” de Beijing, está abriendo el camino hacia un “aterrizaje suave” del gigante asiático en el continente negro.

Tanto en Asia como en África, la guerra de Washington contra el terrorismo internacional, la ocupación y las adversidades en Oriente Medio (Irak post-Saddam Hussein), han asistido a una amplia alteración de la figura y del sentimiento antinorteamericano. A estos aspectos hay que sumarle el hecho del cambio generacional en términos políticos, donde muchos líderes nativos africanos al no poseer ya los obstáculos ideológicos de la Guerra Fría, están re-estructurando sus relaciones con EEUU bajo un lineamiento menos “vehemente”, favoreciendo la “carta china”(12).

Es obvio que los países africanos varían su opinión sobre la “emergencia pacífica” de China o la política unilateral norteamericana. Primero, y el más considerado de los enfoques determina una orientación estratégica confrontativa sino-norteamericana, donde este proceso está posicionando una cooperación-competitiva en la región. La inversión china en el sector de la energía en África, y su dependencia, han expandido un modelo similarmente de enlace energético al de EEUU. Para los países africanos, el mercado chino es simplemente una apuesta estratégica, conseguir presencia allí donde van a surgir más oportunidades en el medio y largo plazo es primordial.

Esta profundización de la interdependencia económica resalta la visión estratégica de EEUU acerca de las relaciones sino-africanas, donde el accionar bilateral puede tener imprevistas repercusiones en el status quo multilateral. China se ha convertido en un país al cual se debe acudir y asociarse ahora. Muchos ven en Beijing una fuente de oportunidades, principalmente porque las empresas encuentran entornos estratégicos heterogéneos, ventajas tecnológicas en costes o de gestión de las que no se goza en otros mercados emergentes. Es una economía donde prácticamente el conjunto de las plazas están en expansión y donde muchas necesidades están aún por implantarse.

Una paradoja recorre África. El continente ha adquirido mayor peso estratégico en términos económicos y políticos, reforzando su posición internacional. Ese juego de seducción y desconfianza es una realidad que revierte él triangulo de enlace China-EEUU-África; las dos naciones vacilan sobre su relación bilateral, a medida que ésta se torna más “compleja” (calificativo con que el presidente Bush la describe en la actualidad). Ambos Estados evalúan sus concernientes objetivos y alianzas, y lo mismo están haciendo el resto de países con intereses regionales. ¿Se adecuará EEUU en la estructura regional a una variabilidad de poder que le exigiera a aceptar a China como un igual? Ésta parecería ser la tendencia estratégica en los próximos años en una de las regiones con mayor conflictividad mundial.

Gato rojo o gato blanco: ¿puede África buscar el socialismo”puro”?

Hace algunos años comenzó a surgir la posibilidad de “asimilar el modelo chino” como tema para los líderes del mundo en desarrollo. El vertiginoso progreso de China es atribuido a los profundos cambios en el pensamiento y el accionar del liderato político y a las nuevas coyunturas facilitadas a su pueblo. El plato de arroz duradero de Mao Zedong fue dejándose de lado paulatinamente, bajo lo que Bruce J. Dickson y Chien-min Chao, consideraron “crecientes y graduales políticas nacionales”(13). El programa del pequeño Timonel (Deng Xiaoping), alternó el entorno intrínsico del Estado, que paso de un agente de alteración socio-política, a ser un eje dinámico de cambio económico.

¿Cuál es el obstáculo principal de África para aprender de China? Claramente, los Estados africanos están desde hace décadas bajo procesos de re-construcción socio-económica, y aunque de acuerdo a Harry Harding, las capacidades habitualmente, manifiestan distinción por aproximaciones prudentes, pragmáticas y progresivas a las reformas, no hay claridad de saber hasta donde aunará Beijing en el futuro modelo de la región. Ante esta incertidumbre, algunos políticos chinos se muestran reservados del transcurso que ha estado ocurriendo, quedando sin embargo grandes retos.

Varios Estados occidentales se han mostrado preocupados por el creciente peso de China en África. El presidente Wade de Senegal ha manifestado en más de una ocasión considerar la ayuda china como satisfactoria en el corto plazo: “He logrado más en una junta de una hora con el presidente Hu Jintao (…) que lo que logré durante todas las reuniones orquestadas de los lideres mundiales en la reunión del G8”. China ha abierto su economía a las inversiones extranjeras y ha introducido un gran número de elementos de mercado que la han transformado en un exportador neto de capital.

Diversos analistas chinos sobre los asuntos africanos esperan que los futuros líderes regionales reconozcan, luego de un proceso transición, que se pueden acercar hacia la denominada “tercera vía”, tal como lo hizo China (camino intermedio entre el socialismo y el capitalismo) en estos años. Empero, la tercera vía esta insertando importantes dispositivos capitalistas, lo cual pone en riesgo la clase “socialista”, según el examen formulado por el especialista Echeverría V., Pedro. (China: De un socialismo a un capitalismo muy “sui géneris”)(14). En esta perspectiva parece esencial establecer claramente la parte entre las tendencias de fondo que operan desde largo tiempo en el interior del modelo chino y los nuevos hechos surgidos recientemente.

El analista y periodista francés, Guy Sorman(15), supone que China se apartó del socialismo en estos últimos años, convergiendo hacia un crecimiento económico y social consecutivo bajo un tipo de capitalismo “ortodoxo”, no tan exitoso como su propagando lo declara. La teoría puede asumir cierta multiplicidad analítica; ¿si el confucionismo es la base de la ortodoxia económica china, que representan los cuadros políticos? La respuesta simplista seria que la falta de apertura democrática, y el aumento entre los cuadros de la corrupción es efecto del socialismo y, contrariamente, el enérgico desarrollo económico y el bienestar social se deben al capitalismo occidental.

Si el sistema mundial es sujetado por el capitalismo, este montaje hipotético reposa en un examen ingenuo, ya que no asume los vínculos financieros existentes aunque la actual crisis nos afecte. La construcción de un orden interno es una tarea de largo proceso cuyo desenlace se juega en diversos planos. Para que esto sea eficaz, debe ir acompañado de un conjunto de acciones intermedias que aseguren una mayor densidad del enfoque global de China en el contexto de planos de acción internacional, solución de crisis del endeudamiento, integración regional y la puesta en marcha de políticas de desarrollo Sur-Sur.

Pero para avanzar en estos temas, conviene insistir en el hecho de que la inclusión africana como engranaje del crecimiento chino, no ha desembocado en un verdadero auto-centraje de los países de la región con respecto a asimilar el modelo chino. Por su parte, el establecimiento de una relación económica sino-africana de donaciones corre el riesgo de excluir a las economías locales de los mercados financieros internacionales. La consolidación de la hegemonía china, comporta ““además- una modificación sustancial en la estructura de la inversión mundial en África.

Junto a estos factores que se vinculan de manera relativa a la existencia de las relaciones bilaterales, hay que sumarles otros elementos de naturaleza diferente que intervienen también en la explicación de los resultados actuales del vínculo sino-africano en términos de modelo económico. En primer lugar, el carácter progresivo de la base agrícola-industrial, bajo practicas exitosas en el modelo chino; y como segunda medida, una “intervención” estatal que combine profundidad planificada con selectividad productiva(16).

En otro plano, el modelo chino flexibilizó la gestión de la fuerza de trabajo con opciones tecnológicas que orientaron los inicios de la industrialización del país hacia fuera. En el caso del sudeste asiático, las tecnológicas originales se reflejaron en la elasticidad empleo-producción manufacturera alta, permitiendo un ejercicio y aprendizaje industrial masivo. África en su conjunto ha estado sujeta a rasgos característicos de un régimen con extraversión, la ausencia relativa sectorial productiva y la existente perenne de obstáculos de orden estructural internos. El sector exportador está débilmente articulado al aparato productivo lo cual los transforma en enclaves del mercado internacional(17).

Las características del encadenamiento cíclico son difíciles de identificar; la mayoría de las economías africanas sufre una disminución considerable de sus tasas de inversión, agravada por los estallidos de conflictos armados (Chad, Uganda, Etiopía). A partir de un cierto principio abierto por el vínculo con China, la posibilidad que brinda como la alteración a esas carencias de recursos financieros y al dinamismo exportador de materias primas hace pensar que más allá de los desajustes existentes, crecimiento demográfico, bloqueos agrícolas, baja generalizada de producción de alimentos por cantidad de habitantes, el nexo sino-africano puede dar lugar a un vuelco dogmático sin precedentes en África en los próximos años.


Notas:

(1) SCHEARF, 2007. Pág. 5-11.

(2) KENNEDY, 1996. Pág, 34-55.

(3) BREGOLAT, 2007. Pág. 24-33.

(4) SCHNATTERER, 2008. Pág. 2-3.

(5) FUWA, 2003. 8-10.

(6) ESCUDERO, 2008, Pág. 4-6.

(7) ROBINSON, 2006, Pág. 10-15.

(8) PHILLIPS, 2006, Pág. 2-15.

(9) YU, 2006, Pág. 12-15.

(10) VANDEPITTE, 2005, Pág. 1-3.

(11) RABASA, 2005, Pág. 45-78.

(12) GUNARATNA, 2002, Pág. 12-13.

(13) LIU, 2006, Pág. 7-8.

(14) ECHEVERRÍA, 2007, Pág 1, 2, 3.

(15) SORMAN, 1994, Pág. 186-187.

(16) DE LOS REYES, 2007, Pág. 9-10.

(17) DUVERNE, 2007, Pág. 12-13.