Angela Merkel: El ocaso de la guerrera

Desde los inicios del proceso de integración europea, hace más de setenta años, Alemania y Francia han constituido sus motores fundamentales. El que los gobiernos de estos dos países encarnen hoy la fortaleza que intenta resguardar los valores de la Unión Europea y de la democracia liberal, frente al asedio populista, responde a una vieja tradición. Ello no significa, desde luego, que en sus propios espacios nacionales dichos gobiernos se encuentren exentos de un asedio similar. Más aún, sus respectivos líderes evidencian una trayectoria muy distinta en cuanto al ascenso del populismo europeo. Emmanuel Macron es una figura nueva, que intenta reconfigurar las estructuras tradicionales de Francia y de la Unión Europea para garantizar su supervivencia. Por el contrario, a pesar de sus convicciones pero en función de sus acciones, Angela Merkel ha tenido gran responsabilidad en el emerger populista en Europa.

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Desde los inicios del proceso de integración europea, hace más de setenta años, Alemania y Francia han constituido sus motores fundamentales. El que los gobiernos de estos dos países encarnen hoy la fortaleza que intenta resguardar los valores de la Unión Europea y de la democracia liberal, frente al asedio populista, responde a una vieja tradición. Ello no significa, desde luego, que en sus propios espacios nacionales dichos gobiernos se encuentren exentos de un asedio similar. Más aún, sus respectivos líderes evidencian una trayectoria muy distinta en cuanto al ascenso del populismo europeo. Emmanuel Macron es una figura nueva, que intenta reconfigurar las estructuras tradicionales de Francia y de la Unión Europea para garantizar su supervivencia. Por el contrario, a pesar de sus convicciones pero en función de sus acciones, Angela Merkel ha tenido gran responsabilidad en el emerger populista en Europa.

Mientras en su limitada trayectoria Macron logró cortar de cuajo la cruzada hacia la presidencia de los populistas, Merkel se presenta como factor de incubación por excelencia del resentimiento anti sistema en Europa. Este último papel lo jugó por caminos diversos pero convergentes. A través de su imposición de políticas de austeridad draconianas a los países endeudados del Sur de Europa. Por vía de su insistencia en políticas de austeridad que mantuviesen bajo control los déficit fiscales europeos, aún frente a la evidencia de sus altos costos sociales. Al tratar de imponer un sistema obligatorio de cuotas de recepción de inmigrantes a los países de la Unión. Desarrollando políticas domésticas que estimulaban nuevos flujos migratorios hacia Europa. Buen ejemplo de esto último se puso en evidencia en agosto de 2015, cuando declaró que su país estaba listo a abrir las puertas a cientos de miles de inmigrantes más, luego de haber recibido a más de un millón de desplazados de Siria y del Medio Oriente en los dos años precedentes.

En definitiva, mientras el limitado expediente Macron evidencia un claro intento por frenar la expansión populista, el abultado expediente Merkel ha sido la fuente que más ha nutrido esa expansión. Frente a ello, de poco valen las convicciones anti populistas que la Canciller alemana pueda albergar. A su cuenta debe cargarse el emerger de partidos y movimientos como Podemos, Cinco Estrellas, Syriza, Justicia y Ley, Fidesz y tantos otros a lo largo y ancho de la geografía europea. Más aún, en su propio país es directamente responsable de que el partido Alternativa para Alemania haya obtenido 92 escaños en el Parlamento Federal, siendo la primera agrupación política de extrema derecha en lograr tal hazaña desde los tiempos del nacional socialismo. En las elecciones de septiembre de 2017, Alternativa para Alemania no sólo se constituyó en la primera fuerza de oposición, sino que llevó a la Democracia Cristiana a su peor resultado desde 1949 y a los Social Demócratas a su mayor derrota electoral en un siglo. Las dos últimas elecciones regionales han confirmado la tendencia al fortalecimiento del populismo anti sistema y al debilitamiento creciente de los dos grandes partidos tradicionales.

Hace algunos meses, Angela Merkel parecía dispuesta a la contrición y la enmienda. De acuerdo a Brookings Institution: “La Canciller alemana Angela Merkel ha abandonado su largo silencio en relación a las propuestas de reforma europea hechas por el Presidente Emanuel Macron… La Canciller extiende así su mano no sólo a Francia, sino al Sur de Europa agobiado por problemas económicos… La actitud de Merkel representa una disculpa implícita a la intransigencia de sus políticas económicas… La Señora Merkel acepta que la economía más rica de Europa, la alemana, debe contribuir más que las otras… La Señora Merkel acepta que su insistencia por imponer cuotas de inmigración al resto de los miembros fue un error. Por el contrario, busca ahora estándares comunes de asilo, con el establecimiento de una frontera europea real… Su nuevo tono es claramente conciliador” (Constanze Stelzenmuller, “Germany’s Chancellor offers a unifying economic plan to mollify a divided Europe”, Brookings, June 6 2018).

Sin embargo, luego de los vapuleos sufridos por la Democracia Cristiana en las dos últimas contiendas electorales regionales, Merkel tira la toalla. Su anuncio de no competir nuevamente por el control interno de su partido y de retirarse de la política al finalizar su actual mandato, señala el ocaso de su carrera y sienta las bases para salir del cargo anticipadamente. Por más que sus políticas fuesen responsables de muchos de los desajustes que hoy vive Europa, la estatura casi mítica de Canciller alemana apuntalaba y resguardaba a la Unión Europea. Hasta la aparición de un relevo alemán, Macron se proyecta como el nuevo timonel del proyecto unitario europeo. Pero con su propia popularidad doméstica y sus ambiciosos planes de reforma europea en caídas libre, Macron no pareciera estar en capacidad de cumplir ese papel. Es la hora para que los populistas pasen al ataque, como bien lo está demostrando Roma.