Cambio climático y déficit de recursos alimenticios

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) anunció el 30 de mayo, que las emisiones mundiales de CO2 ligadas a la combustión de energías fósiles alcanzaron unas cifras record en 2010, agravando los perniciosos efectos del cambio climático. China e India, cuyas economías crecieron un 10,3% y un 9% respectivamente, son el origen del 75% de tal incremento. En 2009, las emisiones se habían reducido debido a la crisis económica global. Pero, un año después, algunos países y sus empresas siguen contaminando por encima de los parámetros acordados en Kyoto y Cancún. Una delicada cuestión abordada en la conferencia anual de la Asociación Internacional del Comercio de Emisiones celebrada la semana pasada en Barcelona.

Pero los países desarrollados, que han deslocalizado empresas contaminantes en otros países, tampoco asumen su responsabilidad histórica. En la reunión del G8 celebrada en Deauville los días 26 y 28 de mayo, EEUU, Canadá, Rusia y Japón no se comprometieron a dar continuidad al Protocolo de Kyoto, que expira el 2012. EEUU nunca lo ratificó. En cambio la UE sí lo hizo y aceptó reducir sus emisiones que provocan el efecto invernadero, un 20% hasta 2020 en relación a las de 1990. Pero es insuficiente. A nivel internacional, otra ronda de conversaciones tendrá lugar del 6 al 17 de junio en Bonn, previa a la Conferencia sobre el Cambio Climático que se celebrará en noviembre en Durham (Sudáfrica). No cabe esperar que se alcance un ambicioso acuerdo internacional a menos que EEUU y China vayan al unísono. Sin compromisos, todo irá a peor.

La situación es cada vez más compleja. Los interrogantes sobre la seguridad de la energía nuclear abiertos tras la catástrofe de la central de Fukushima, ¿obligarán a replantear las políticas energéticas? Alemania decidió cerrar sus centrales nucleares para 2022. Pero es una excepción. EEUU, Francia, China, Corea del Sur siguen con la vía nuclear. Sustituirla es harto difícil a medio plazo. Requerirá una firme apuesta por otro modelo sostenible de crecimiento económico, asentado en las economías verdes y las energías renovables. Un objetivo a largo plazo. Pero, a corto plazo, además del riesgo nuclear, ya son evidentes los riesgos derivados del cambio climático. Se multiplican las grandes catástrofes causadas por situaciones meteorológicas extremas que golpean duramente las economías de muchos países, principalmente en vías de desarrollo que no cuentan con las capacidades de prevención o reacción.

Los fenómenos climáticos provocan desde inundaciones en Pakistán y Australia hasta incendios y sequías en Rusia y Brasil que conllevan a graves crisis alimenticias que afectan a las poblaciones más pobres y desprotegidas. El resultado: un alza del precio de los recursos alimenticios que amenaza la seguridad alimenticia de varios países. En el 44º conferencia anual del Banco Asiático de Desarrollo (BAD) celebrada los días 3 al 6 de mayo en Hanoi, se remarcó que un alza del 10% de los alimentos podría incrementar en 64 millones la cifra de pobres en Asia. La región ya concentra unos 600 millones que ingresan menos de 1,25 dólares usa diarios. Tampoco otros continentes quedan indemnes. Un tercio de la población africana sobrevive con menos de 1,25 % usa diario. Además, el incremento de los precios de los alimentos tiene un gran impacto inflacionista sobre las economías, susceptible de provocar conflictos políticos y sociales. Los que sacuden desde Marruecos al Yemen son un claro aviso al respecto.

El informe “Perspectivas alimenticias mundiales” publicado el 7 de junio por la FAO alerta sobre las crecientes tensiones en los mercados agrícolas, causadas por los especuladores financieros que provocan fluctuaciones en los precios de los recursos alimenticios, al igual que ocurre con los energéticos. Una razón de peso que justifica que el G20 convocase una sesión especial, los días 22 y 23 de junio en París, para tratar sobre la necesidad de nuevas reglas que controlen los mercados de futuros que fijan los precios internacionales. Se pretende limitar las operaciones especulativas que causan las fluctuaciones y la volatilidad de los precios. Además, la sequía también afecta a determinados países europeos. Otra amenaza al aprovisionamiento de alimentos básicos para las poblaciones de los países pobres. Otro dato revelador: algunos gobiernos y empresas multinacionales, también China, Corea del Sur y países del Golfo Pérsico, se lanzan a la adquisición o arriendo de tierras cultivables de África, Asia y América Latina para asegurarse el suministro de alimentos.

Hoy, mil millones de personas de los 7.000 millones que pueblan el planeta padecn hambre. La demanda de alimentos crecerá a medida que crezca la población mundial que podría alcanzará los 9.000 millones en 2050. Un último dato escandaloso: frente a los mil millones de hambrientos existen otros mil millones que “sufren” por sobrepeso u obesidad. En el 18º Congreso europeo sobre la obesidad celebrado los días 25 al 28 de mayo en Estambul, se lanzó una llamada de alerta a los gobiernos para reaccionar contra un problema que afecta negativamente a los sistemas de salud pública en los países desarrollados pero también en los emergentes.