La reciente decisión del presidente venezolano Hugo Chávez de comprar la filial venezolana del grupo financiero Santander podría inducir diversas reacciones en España, en especial, las especulaciones en cuanto hasta qué punto se normalizaron las relaciones entre ambos países, tras la reciente visita de Chávez a España.
Esta visita del mandatario venezolano evidenció la voluntad de ambos gobiernos de pasar página a la polémica suscitada durante la Cumbre Iberoamericana de noviembre de 2007, tras el duro trato verbal realizado por el monarca español. El clima cordial de la visita permitió afincar la disponibilidad venezolana de proveer petróleo al mercado español, a precios preferenciales y con la anuencia de inversiones para la empresa Repsol YPF en la Faja Petrolífera del Orinoco.
Es posible que la actual declaración de Chávez para comprar el Banco de Venezuela, el segundo más grande del país, que fue adquirido por el Grupo Santander en 1996 y que, para el 2007, reportó beneficios netos calculados en 221 millones de euros, provoque roces políticos y empresariales con España.
Chávez justificó la operación considerando la disposición del máximo accionista del Grupo Santander, Emilio Botín, de querer vender esta filial venezolana. Este factor está confirmado, tomando en cuenta las recientes informaciones de la directiva del Grupo Santander de haber iniciado negociaciones con el gobierno de Chávez para la venta del banco.
No obstante, tras la venta del Banco de Venezuela pueden existir otras razones, más vinculadas a aspectos internos del escenario venezolano, en particular de los nuevos poderes económicos que se están constituyendo en este país.
El poder de la "boliburguesía"
Es un hecho que, desde hace aproximadamente un mes, trascendieron a la opinión pública venezolana una serie de noticias que delataban la posibilidad de compra del Banco de Venezuela-Grupo Santander por parte de otra organización bancaria, el Banco Occidental de Descuento, así como de Corpbanca, cuyo propietario es Víctor Vargas Irausquin.
Vargas se está posicionado como uno de los "hombres fuertes" del entramado empresarial y financiero de la Venezuela de Chávez. Para más señas, Vargas es suegro de Luis Alfonso de Borbón, sobrino del actual monarca español, lo cual le reporta importantes conexiones fuera de Venezuela.
La actual coyuntura que podría llevar a la compra del Banco de Venezuela denota también varios aspectos clave de la política económica de Chávez. Es notorio que, desde comienzos del 2007, el proyecto oficialmente considerado "socialista" impulsado por el presidente venezolano requiere el control y la re-estatización de diversas empresas consideradas básicas, desde hace unos años en manos privadas.
Entre varios ejemplos, este retorno a manos del Estado venezolano de diversas empresas fue trascendiendo con la estatal petrolera PDVSA y con las empresas mineras de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). Ahora, esta política podría estar acelerándose en el sector financiero, especialmente con un banco con una notable cartera de negocios, de sucursales y de activos bancarios.
Podría así considerarse que, más que los intereses (por demás legítimos) del Estado venezolano en controlar el sistema financiero nacional, lo que también se estaría generando es una nueva manifestación de intereses privados, muy vinculados en sus negocios con el gobierno de Chávez. La presencia de Vargas y de Corpbanca podría ir encaminada en ese sentido, al igual que en otros escenarios empresariales venezolanos asciende la figura de Wilmer Ruperti, considerado desde muchos sectores como el empresario más poderoso de la Venezuela de Chávez.
Dentro del amplio entramado de sectores políticos chavistas, estos empresarios han contado con la anuencia y el respaldo de Diosdado Cabello, actual gobernador del estado Miranda, compañero de armas del presidente Chávez, en cuyo gobierno ocupó varios cargos.
Esta clase empresarial "chavista" es catalogada, coloquial y despectivamente, como la "boliburguesía", acrónimo de la "burguesía bolivariana". Esta nueva clase empresarial ha logrado, de manera indirecta y curiosa, acercar a "chavistas" y "antichavistas": en los sectores populares donde se sustenta el chavismo y en las clases sociales más opositoras a Chávez, la consolidación de estos nuevos poderes económicos han generado un amplio rechazo.
Los dos proyectos
Un hecho esencial que explica la derrota de Chávez en el referendo de reforma constitucional del pasado mes de diciembre estriba en el descontento popular de sus simpatizantes hacia la "boliburguesía". El actual termómetro político venezolano, cada vez más caldeado a medida que se aproximan las elecciones de alcaldes y gobernadores de noviembre próximo, da cuenta de diversos momentos de definición, más allá de las candidaturas, algunas de ellas bajo presión de ser inhabilitadas por razones políticas.
Lo que parece estar en juego en Venezuela es el pulso de diversos proyectos políticos y económicos, especialmente dentro del gobierno de Chávez. Por un lado, la apuesta de cambio hacia el socialismo y el poder popular, impulsado por Chávez y sus seguidores más fieles. Por otro lado, la aparición de nuevos grupos de poder empresariales, decididos a consolidarse en este entramado, incluso vinculados al actual modelo económico, cuya principal manifestación parece ampararse en la preservación de un capitalismo de Estado sustentado por la poderosa industria petrolera.
Conciliar (o bien definir) las demandas populares de cambio con los intereses de diversos grupos de poder vinculados al "chavismo" será, con toda probabilidad, el acertijo más difícil de resolver para Chávez a corto y mediano plazo y el elemento esencial para definir el rumbo de Venezuela. La posible compra del Banco de Venezuela no es más que un pequeño ejemplo del pulso de poder que se vive en el país sudamericano.