China-EEUU, ¿hablar por hablar?

 Tang Jiaxuan e Condoleezaa Rice, clic para aumentar
En esos últimos días de julio, Tang Jiaxuan, antiguo ministro de asuntos exteriores de China, cumplimentaba a los principales dirigentes de EEUU, a fin de preparar el próximo encuentro que mantendrán en septiembre Hu Jintao y George Bush. Pero Taiwán ha estado también muy presente en dichos encuentros, tratando de garantizar el compromiso de Washington con el statu quo vigente y al recordar a todos que Taiwán es un asunto clave en las relaciones bilaterales, no dudó en afirmar que nunca se aceptará en Beijing la secesión o la independencia de la isla. (Foto: Tang Jiaxuan e Condoleezaa Rice, Washington 27/07/2005).
 

En los primeros días de agosto se ha iniciado en Beijing el primer diálogo estratégico entre China y EEUU. El encuentro, al máximo nivel, ha venido precedido por la escenificación de numerosas tendencias y fenómenos que acreditan la creciente importancia de las relaciones bilaterales y la manifestación de las principales actitudes que privilegian cada una de las partes.

En paralelo a este encuentro se desarrollan también en Beijing las conversaciones a seis bandas sobre la cuestión nuclear norcoreana, en las que China se desempeña con un notorio protagonismo, al igual que ocurre en otros ámbitos geográficos próximos y de interés para EEUU como es Asia central, donde se incrementan los movimientos para reclamar la retirada de las tropas norteamericanas estacionadas en la zona. China, pues, aparece en cada vez más escenarios como un referente inevitable a tener en cuenta, más allá de su papel exclusivamente económico o comercial, erigiéndose como un referente estratégico de primer nivel.

Con el fin de generar un ambiente propicio, el pasado 21 de julio, el Banco Popular de China anunciaba la reforma del mecanismo de la formación de la tasa de cambio del renminbi o yuan, adoptando un sistema flotante, aunque con un margen inicialmente estrecho pero sujeto a modificaciones, tal y como reclamaban desde hace tiempo las autoridades estadounidenses. El gesto chino, no obstante, no ha sido suficiente para sanar las crecientes heridas que afloran en las relaciones bilaterales (hoy por el textil, mañana por el calzado), en las que abundan numerosos desacuerdos en el orden económico que se “resuelven” por la vía de facto de la vulneración unilateral de las reglas de la OMC, a pesar de las quejas de Beijing, y a los que debe sumarse ahora el mal sabor dejado por haber obligado a la china CNOOC a abandonar la compra de Unocal, debido a fuertes presiones políticas por parte de EEUU a fin de dejar la vía libre a la americana Chevron con una oferta inferior.

Los desaires de Washington no acaban ahí. Cuando el pasado 28 de julio, la Cámara de Representantes aprobaba el presupuesto del Departamento de Estado para 2006-2007, se decidió también recomendar los encuentros entre oficiales de alto rango de Taiwán, incluyendo el presidente y la vicepresidenta o los ministros de defensa o de relaciones exteriores, con sus homólogos de EEUU. Nada puede irritar más a China que un anuncio de estas características y sus autoridades han reaccionado rápidamente, calificando el acuerdo de “grosera interferencia en los asuntos internos de China”.

En esos últimos días de julio, Tang Jiaxuan, antiguo ministro de asuntos exteriores de China, cumplimentaba a los principales dirigentes de EEUU, a fin de preparar el próximo encuentro que mantendrán en septiembre Hu Jintao y George Bush. Pero Taiwán ha estado también muy presente en dichos encuentros, tratando de garantizar el compromiso de Washington con el statu quo vigente y al recordar a todos que Taiwán es un asunto clave en las relaciones bilaterales, no dudó en afirmar que nunca se aceptará en Beijing la secesión o la independencia de la isla. Sin los aspavientos del general Zhu Chenhu, que recientemente había declarado a una revista de Hong Kong que China podría usar, llegado el caso, el arma nuclear para proteger la integridad del país, Tang Jiaxuan, no ha transmitido menor firmeza.

Por si faltaban ingredientes, el 19 de julio se publicaba el informe anual del Pentágono sobre el estado del ejército chino, en el que, una vez más, se abunda en el alarmismo de los “especialistas” que tratan de servir argumentos para seguir hablando de la amenaza china. Obra coordinada por Mike Pillsbury, un sinólogo próximo a los halcones del Pentágono y consejero de Rumsfeld, en ella se sitúa a China como el enemigo estratégico número uno de EEUU, calificando de “histórico” su potencial militar, en condiciones de intimidar no sólo a Taiwán sino también a las fuerzas estadounidenses desplegadas en la región y a países aliados como Japón.

El cálculo sobre los gastos militares ilustra el notable alejamiento existente entre EEUU y China. Según Beijing, para 2003, su presupuesto se situaría entre los 25 y los 30 mil millones de dólares. Para Washington, no menos de 70 a 90 mil millones de dólares, pasando a situarse en tercer lugar, después de Rusia. La diferencia entre las estimaciones de uno y otro es de 60 mil millones de dólares. Pero si tenemos en cuenta que China compra a Rusia, hoy su principal suministrador, una media de 2 a 3 millones de dólares por año en artefactos bélicos, resulta difícil creer en la disposición adicional de otros 87 mil millones de dólares para otros usos. Japón, en su libro blanco de la defensa nacional, presentado el 2 de agosto, insiste también, secundando el discurso estadounidense, en la exageración de la amenaza china, alertando sobre el movimiento de barcos de la Marina de Beijing.

RAND Corporation, conocido think tank estadounidense, califica de muy exagerados estos cálculos, poco fiables, e insisten en que el poder militar chino está sobredimensionado, algo que conviene especialmente a EEUU para justificar su elevado presupuesto y su escalada militar planetaria, incrementar sus ventas en la zona (y en primer lugar a Taiwán) y deteriorar la imagen de China en el mundo, presentándola como un país que apuesta por incrementar su potencial militar cuando no existe ninguna amenaza creíble en su entorno y por lo tanto con propósitos más atacantes que defensivos.

EEUU, con un presupuesto militar de 417,6 mil millones de dólares en 2005, no se contenta con exagerar el poder militar chino, sino que activa toda su fuerza diplomática para condicionar las decisiones de la UE, por ejemplo, o de Ucrania o de Israel, aprobando iniciativas legislativas, como la aprobada en el mes de julio, para castigar a aquellas empresas que vendan armas a China. Trata, por otra parte, de consolidar su presencia en Asia central, y presiona a Vietnam para que le arrienden la base naval de Kamrang, anteriormente ocupada por los soviéticos. Y completar el cerco.

El diálogo estratégico entre EEUU y China, que precede a los primeros ejercicios militares conjuntos entre Rusia y China, que se desarrollarán entre el 18 y el 25 de agosto, no carecerá de contenidos, pero el aumento de la confianza recíproca no será tarea fácil ante tantas y delicadas divergencias.