Los ataques terroristas del 11 de septiembre han revolucionado buena parte de la estructura política internacional, acentuando tendencias ya latentes con anterioridad o situando nuevas prioridades y alianzas con entidad suficiente como para obligar a repensar las estrategias de los principales actores. Es el caso, sin lugar a dudas, de China, enfrentada, por otra parte, a una transición generacional iniciada en el XVI Congreso del Partido Comunista (8 a 14 de noviembre de 2002), marcado por el declive de Jiang Zemin y el lento auge de Hu Jintao.
En términos globales, en Pekín, a sabiendas de que la amenaza a la seguridad mundial rebasa hoy día cualquier sistema de defensa nacional, se considera que nos encontramos ante un incremento de la interdependencia entre todos los países, no solo ya en el ámbito estrictamente económico, tendencia conocida, sino también en materia de seguridad. Pero afrontar debidamente esa nueva situación es imposible si no se aprovecha la ocasión para avanzar en la globalización política. ¿Es ello factible? Va a depender de la forma en que EEUU conduzca la batalla antiterrorista y que resultados obtenga.
La lucha contra el terrorismo le ha servido en bandeja de plata a EEUU la oportunidad de uniformar el mundo en lo político, asumiendo el papel de líder único del planeta, y expandiendo gradualmente su esfera de influencia: en Oriente Medio después de la guerra del Golfo; en Europa oriental tras la guerra por Kosova; y el control de Asia central con la guerra en Afganistán.
¿Cómo afecta a China la nueva situación? Bush nunca ha ocultado su consideración de China como rival potencial: ha expandido sus ventas de armas y realizado compromisos con Taiwán, ha incrementado su presencia militar alrededor de China, se ha esforzado por construir una “Mini OTAN” en Asia y ha insistido en el desarrollo del sistema del Tratado de Defensa Antimisiles con Japón. Quiere ello decir que Asia, sobre todo Asia oriental, es una zona de especial preocupación estratégica para la Casa Blanca.
Según algunos, el 11S brinda una oportunidad para salvar las deterioradas relaciones bilaterales entre EEUU y China, acentuando la cooperación estratégica y favoreciendo un ambiente estable para la seguridad internacional. Ello es así porque el terrorismo ha trastocado las prioridades, relajando las viejas tensiones y pasando a primer plano la cooperación antiterrorista. ¿Es este un interés común compartido por ambos países hasta el punto de hacer olvidar que no comparten el mismo sistema social ni los mismos valores?
El terrorismo transnacional es un reflejo extremista de las agudas diferencias en la distribución mundial de la riqueza y las diferencias culturales entre el oeste y el este, asegura Jiang Lingfei, profesor de la Universidad de Defensa Nacional. ¿Estará de acuerdo EEUU con esta interpretación? Para Miao Huashou, investigador del Instituto de Estudios del Desarrollo Social de Europa y Asia subordinado al Centro de Investigación sobre el Desarrollo del Consejo de Estado, también es consecuencia de la aplicación de dobles raseros: Washington solía hacer oídos sordos a las violaciones de los derechos humanos y la democracia en países pronorteamericanos, pasando por alto incluso sus actividades terroristas, o apenas expresando alguna crítica superficial, a la vez que les suministraba ayuda secreta.
Según otros, la estrategia dominante de EEUU a partir del 11S consiste en contener a Rusia y China, a la vez que controla a Europa y Japón. Para Yang Chengxu, director del Instituto de Estudios Internacionales de China, EEUU no ha renunciado, todo lo contrario, a la búsqueda de la hegemonía mundial o a imponer patrones geopolíticos como parte de su lucha contra el terrorismo.
La visita de George W. Bush a China a finales de febrero de 2002 significó el primer test serio y directo del nuevo clima. Según Pang Zhongying, profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Qinghua, después del 11S, a la vez que afirmaba la tendencia a la consolidación de relaciones con China, EEUU no abandonó el tono duro al hacer advertencias. Es verdad que ambos países desean promover las relaciones bilaterales y también que existe “un peligro común que borra viejas rivalidades”, pero mientras China busca la moderación al tratar las diferencias, Washington es asombrosamente “franco” al expresar los intereses y las divergencias entre los dos países.
China ha insistido en el establecimiento de una relación constructiva y estratégica en los años 1997 y 1998, pero ese proyecto fracasó debido al bombardeo norteamericano de la Embajada china en Belgrado y las posteriores políticas de la Administración de George Bush, globalmente más severas que las de su antecesor.
EEUU no podía ocultar su preocupación por la creciente influencia china en Asia, donde conserva poderosos intereses estratégicos en los campos político y económico. Los estrategas del Pentágono saben que sin la cooperación china es difícil la paz en Asia, pero no les resulta fácil encontrarle una posición adecuada que no cuestione el orden que imaginan y postulan para la región. Por otra parte, el desarrollo pujante de China y la caída de Japón es su mayor problema estratégico en la zona. El objetivo chino de lograr la modernización y convertirse en una potencia mundial en el siglo XXI no concuerda con el unilateralismo de EEUU, entendido en Pekín como el deseo de tomar las riendas de un mundo en desorden para ordenarlo sin hacer concesiones a ninguna estrategia multilateral.
El antiterrorismo no proporciona la base estratégica necesaria para aproximar a China y EEUU Pesan más los conflictos que los consensos. Ni siquiera las definiciones de terrorismo de los dos países son totalmente iguales, y los consensos son limitados incluso cuando se alude a la raíz del terrorismo y las respuestas antiterroristas. Algunos estrategas chinos están preocupados de que EEUU se aproveche de su actual despliegue estratégico en Asia Central y llegue a ejercer una presión insoportable sobre China.
Se diría que abundan los factores que pueden dar lugar a conflictos, especialmente en el asunto de Taiwán, que no ha cambiado en lo fundamental después del 11S. Ha habido declaraciones de un nuevo signo, como la efectuada por Bush en Shanghai después del 11S, pero en la práctica, la superación de las dificultades y la intensificación de los lazos bilaterales no es fácil. Ambos países mantienen un buen margen de cautela.
La Casa Blanca nunca oculta sus intereses estratégicos vitales en Taiwán y su decisión de proporcionarle ayuda militar si fuera necesario. El 11S no ha alterado este esquema. Taiwán sigue pesando como el conflicto principal que China trata de evitar en sus relaciones con EEUU.
Desde que George W. Bush asumió la presidencia, asegura Liu Hong, del Instituto de Estudios de Taiwán, anexo a la Academia de Ciencias Sociales de China, su administración ha alterado sustancialmente la política anterior, al menos en tres aspectos. Primero, relajando la restricción sobre las visitas de altos funcionarios de Taiwán a EEUU y sobre su tránsito en territorio estadounidense. Con el apoyo del lobby taiwanés, en el Congreso se creó el “grupo de Taiwán” que tiene como objetivo levantar las restricciones de las visitas de altos funcionarios de la isla a EEUU. Los ministros de asuntos exteriores y de defensa de Taiwán visitaron Washington en 2001 y 2002. En 2001, Chen Shui-bian hizo tránsito en EEUU visitando la Bolsa de Valores de New York y el Museo Metropolitano, se reunió con congresistas y alcaldes, ofreció grandes banquetes y se entrevistó con industriales y empresarios, etc. Nada que ver con la visita que Clinton autorizó a Lee Teng-hui en 1994, una parada de 90 minutos en el aeropuerto de Hawai con prohibición expresa de contactar con las autoridades locales, obligándole de facto a rehusar descender del avión. A finales de 2001, el secretario general del Yuan ejecutivo de Taiwán se entrevistó con el vicesecretario de Estado, Richard Lee Armitage y funcionarios a cargo de la seguridad nacional y asuntos asiáticos. En marzo de 2002, el ministro de defensa de Taiwán se reunió en EEUU con el vicesecretario de defensa, Paul D. Wolfowitz y el secretario asistente, James A. Kelly, responsable de los asuntos de Asia oriental y el Pacífico. Hasta ahora siempre ha primado el carácter privado en las visitas, pero no pocos temen que se produzca a corto plazo una visita de Estado formal.
Segundo, el estrechamiento de los vínculos militares. Más allá de la venta de armas, existe un plan de cooperación militar que reduce ambigüedades y ajusta las conexiones con Taiwán en lo político y en lo militar para resolver con eficacia cualquier crisis de emergencia. Las declaraciones de Bush en el sentido de hacer todo lo que esté a su alcance para ayudar a Taiwán en su autodefensa, realizadas poco después de acceder a la presidencia, son equiparadas por Pekín a la posición del Gobierno norteamericano. Según el diario China Times, en 2003, la Comandancia del Pacífico de EEUU, con la excusa de prepararse para una posible evacuación de los residentes estadounidenses en la isla, enviará un equipo de oficiales para participar en los ejercicios “Han Kuang No. 19” de las fuerzas armadas de Taiwán. Dichos oficiales permanecerán en el Centro de Mando de la Comandancia Militar Hengshan de Taiwán, situado en Taipei, durante las maniobras, que serán de gran escala. De producirse, será la primera vez desde el establecimiento de relaciones diplomáticas con Pekín en 1979.
Tercero, se amplía el respaldo de EEUU a la participación de Taiwán en las organizaciones internacionales. La Administración Bush, por ejemplo, no ha apoyado públicamente el intento de Taiwán de acceder a la ONU, pero ha hecho ciertos cambios notables en su actitud, pasando al silencio donde antes había clara objeción. El tema de la participación de Taiwán en la OMS es otro indicio evidente. No solo respalda el intento de Taiwán de obtener el estatus de observador en la OMS, sino que también trata de convertirlo en miembro formal de la misma sugiriendo la participación de expertos de Taiwán en la comisión de asesores o en las reuniones auspiciadas por la OMS, y el incremento de la cooperación médica entre EEUU y Taiwán.
Cuarto, se promueve el intercambio de información sobre asuntos importantes a fin de fortalecer la confianza mutua. Antes del viaje de Bush a China a comienzos de 2002, EEUU informó de la visita a Taiwán, enviando un funcionario a la isla para prometer que no dañaría sus intereses y que no haría ninguna concesión en este tema. A su vuelta, la parte norteamericana volvió a informar a Taiwán.
Todos estos elementos indican con claridad que las relaciones entre Taiwán y EEUU se encuentran en un momento excelente desde el inicio del mandato de Bush. Ello amenaza directamente la política de una China, cuyo quid es Taiwán, y la base política fundamental de las relaciones China-EEUU.
La pugna por Asia Central
China asegura que EEUU no se retirará fácilmente de Afganistán, o de Asia central y meridional. Al lanzar la guerra antiterrorista, EEUU ha obtenido acceso militar a Pakistán en el sur de Asia, y a Uzbekistán, Tayikistán y Afganistán en Asia central. Afganistán es el centro donde confluyen todas las vías de comunicación de Eurasia central y, por lo tanto, asegura Ge Lide, profesor de la Universidad Nacional de Defensa de China, reviste gran importancia estratégica. Para EEUU, el control de Afganistán y Asia central podría permitirle la expansión de la OTAN hacia el este simultáneamente desde el este y el oeste, a la vez que sirve de vínculo a las fuerzas militares de EEUU en Europa, especialmente en Turquía, y en la región de Asia-Pacífico. En ese caso, asegura Ge Lide, EEUU podrá arrebatar espacio estratégico a Rusia en el norte y amenazar la seguridad del oeste de China por el este; mientras que por el oeste podrá contener a Irak e Irán, proporcionando así ayuda coordinada a sus tropas en Oriente Medio, a la vez que mantiene vigiladas a las dos potencias atómicas, India y Pakistán, por el sur. Habida cuenta de su enorme rentabilidad, la expansión estratégica de EEUU en esta región no ha hecho más que empezar.
Dueño de una posición clave en la región de Asia-Pacífico, EEUU ha tomado, por primera vez, el espacio estratégico en la India y las áreas de unión de Asia Central y el Medio Oriente, lugares controlados en un tiempo por Gran Bretaña, y llenó el espacio estratégico dejado por la ex Unión Soviética después de su desintegración, sin que llegara a ser ocupado por Rusia. Por tal motivo, no ha quedado espacio para que China extienda su influencia en Asia y es objeto directo de una estrategia disuasiva que tiene en Irán su segunda referencia. Por ello apuesta por el establecimiento de una base regional consolidada, incluyendo el fortalecimiento de relaciones con ANSEA y el establecimiento de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), políticas que sin duda, asegura Pang Zhongying, profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Qinghua, darán lugar a la hostilidad estratégica del Pentágono.
China es consciente de que hoy dispondría de una oportunidad histórica para extender su influencia en la región asiática, valiéndose de su posición geopolítica continental y su conocido apego a los principios del confucianismo, asegura Pang Zhongying, en lugar de las prácticas hegemónicas, comunes en algunos países occidentales. La integración económica regional tiene a China como referencia central, más aún ahora que forma parte de la OMC.
En lo económico, tres son las potencias en la región asiática: EEUU (superpotencia económica con una fuerte presencia militar); Japón (que ha liderado la economía de Asia oriental durante medio siglo); y China (la tercera potencia en términos comerciales). Mientras las economías de EEUU y Japón presentan un perfil incierto, la economía china continuará creciendo con rapidez en los próximos diez años, convirtiéndola en la esperanza de la economía asiática. Para el profesor Huang Chihlien, Presidente de la Sociedad de Asia y el Pacífico del siglo XXI de Hong Kong, China será la mayor economía de Asia si mantiene su acelerado crecimiento durante ocho más. Esto significa que China mantendrá casi 30 años de elevado crecimiento, algo sin precedentes en la historia humana.
Integración regional
Asia es importante para China no solo por su desarrollo económico, también en función de su seguridad nacional. Por ello, el fortalecimiento de la cooperación con los países de la región es esencial. En los últimos años ha participado en las reuniones de la ANSEA más China, Japón, la República de Corea (10+3) y las reuniones de la ANSEA más China (10+1).
Los mayores esfuerzos de China se centran en la consolidación de la Organización de Cooperación de Shanghai, nacida seis años antes bajo la denominación de “Grupo de los cinco de Shanghai”, ahora refundada y ampliada a seis. En enero de 2002 se reunían en Pekín los ministros de relaciones exteriores de los seis países que la integran: China, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán. La OCS había sido creada seis meses atrás y entre sus planes más urgentes ya figuraba la creación de un centro antiterrorista, a ubicar en Bishkek, Kirguizistán, asegura Zhao Changqing, director de la Oficina de Asia central del Instituto de Estudios sobre Europa del Este, Rusia y Asia central de la Academia de Ciencias Sociales de China. El terrorismo islámico era el más común de todos los problemas a todos ellos: integrantes del Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) penetraban en Kirguizistán y Uzbekistán desde Afganistán; Al Qaeda proporcionaba entrenamiento a guerrilleros chechenos y uigures; gran cantidad de droga que circulaba por estos países tenían su origen en Afganistán.
Las nuevas relaciones entre Rusia y la OTAN han reducido el potencial de la OCS. En tres países miembros de la OCS (Uzbekistán, Kirguizistán y Tayikistán) EEUU ha establecido bases militares. El entusiasmo de cada país respecto a la OCS es diferente. La incertidumbre respecto al futuro y la presencia de EEUU en la región puede darle una oportunidad limitada para fomentar la estabilidad y la cooperación económica regional. China no tiene dudas al respecto y apuesta por la cohesión interna y la potenciación de su papel en la región, superando una primera fase inicial que ha justificado el rechazo de nuevos miembros (India).
El Foro Regional de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático, creado a mediados de los noventa, es otro foro de seguridad regional indispensable para fomentar la confianza mutua a través del diálogo, la seguridad y la cooperación.
En ese ámbito regional, China concede una particular importancia a la mejora de relaciones con los vecinos. Es el caso de India. En Asia Meridional, India es una pieza clave en la estrategia de EEUU para contener a China. La creación de una red de transporte regional es el elemento central de la nueva época de cooperación bilateral. El principal proyecto consiste en la construcción del llamado puente continental del suroeste de Asia que implica la puesta en funcionamiento de un ferrocarril a través de Asia meridional, empezando por el golfo de Beibu, en la frontera entre China y Vietnam, bordeando el norte del subcontinente sudasiático y dirigiéndose hacia Asia sudoccidental, Europa e incluso África. El puente continental ya ha tomado forma, y solo restan dos secciones. Una está situada en Irán suroriental y termina en Zahedan; la otra, considerada la llave del puente continental, cubre el tramo de Kunming a Lydo, en la India, vía Myitkyina en Myanmar. El desarrollo de todos los proyectos de comunicación estimularía la cooperación entre los dos mil 300 millones de personas que habitan China y la India, pudiendo transformar Asia.
En relación a Vietnam, una vez normalizadas las relaciones a inicios de la década de los 90, el tono cooperativo se mantiene como lo demuestran los intercambios de visitas al más alto nivel entre las autoridades de uno y otro país. China y Vietnam comparten fronteras terrestres y marítimas. Hoy día practican políticas similares, enfrentándose a problemas idénticos en su transición.
China es uno de los principales socios comerciales de Vietnam. En diez años, el volumen del comercio bilateral pasó de 30 millones a 2.815 millones de dólares. Pero aún les queda mucho por hacer. A finales de 2000, China ocupaba la posición 24 entre los suministradores de capital foráneo de Vietnam. Vietnam ocupa la posición 27 entre los socios comerciales de China. La mejora de las comunicaciones terrestres puede facilitar la cooperación fronteriza entre la provincia de Yunnan y la región autónoma de Guangxi y tres provincias vietnamitas, Lao Cai, Gao Bang y Lang Son.
Los principales competidores de China son Estados Unidos y Japón. En octubre de 2001, Bush firmaba un acuerdo comercial con Vietnam y cada vez más empresas estadounidenses invierten en la zona, que se presenta como alternativa a China por su posición geográfica, recursos naturales abundantes y mano de obra barata. En cuanto a las grandes infraestructuras, Rusia “heredó” buena parte de la influencia ejercida antaño por la URSS, limitando sus posibilidades de actuación en este campo.
En relación a Afganistán, vecino clave para China en términos de mantenimiento de la estabilidad fronteriza y de control de las milicias armadas del Turkestán oriental, es bien consciente de que los recursos de petróleo y gas natural descubiertos en Asia central y el mar Caspio atraen la atención y el apoyo financiero de los países occidentales a este país. Los datos indican que los yacimientos alcanzan cerca de 200.000 millones de barriles y miden 7,9 billones de metros cúbicos. Es la última reserva de petróleo y gas no explotada, lo cual destaca la gran importancia geoeconómica de controlar Afganistán.
En la década de los noventa, EEUU planeó construir una línea desde el mar Caspio hasta Pakistán y la costa del océano Indico a través de Afganistán, pero el plan fracasó en 1998 debido a los obstáculos planteados por el régimen de los talibanes.
Rusia sigue gozando de una posición estratégica clave en Asia Central, asegura Fu Xiaoqiang, subdirector del Centro de Estudios del Tercer Mundo asociado al Instituto de Estudios de las Relaciones Internacionales Contemporáneas. Su único rival posible es la ruta del oleoducto controlado por Europa occidental, que se extiende en sentido oeste desde Bakú hasta el Mar Mediterráneo. Lógicamente, esto ha hecho de Afganistán el objetivo de la disputa. Durante su visita a Turkmenistán a principios de 2002, el Presidente ruso, Vladimir Putin, llamó a establecer una alianza de producción de gas natural que incluye a Rusia, Turkmenistán, Kazajstán y Uzbekistán, con el propósito de impedir que EEUU reasuma su proyecto de oleoducto so pretexto de la reconstrucción de Afganistán y rivalizar con la creciente influencia de EEUU en la región. Putin expresó la esperanza de que los cuatro países usaran un mismo conducto para coordinar la cantidad y el destino de sus exportaciones de gas natural.
¿Cómo interpreta China los cambios en las relaciones Rusia-EEUU? La política pro-occidental de Putin, el retorno a Occidente, acentúa una nueva alianza con Washington, cerrando el período de transición de la posguerra fría. ¿Se alejará Rusia de China? Rusia no va a interferir en la política interna de China pero seguirá interesada en sus cambios políticos, e incluso puede verse tentada para actuar de mediador entre China y Estados Unidos. Por otra parte, el hecho de que Rusia se haya convertido en cuasi miembro de la OTAN y permitido a las fuerzas de EEUU entrar en Asia central ha complicado la seguridad de China. Paradójicamente, Rusia reclama la ayuda de Washington para salvaguardar la seguridad de su Lejano Oriente, en la parte siberiana, donde la inmigración china ha disparado algunas alarmas sobre la pérdida de control de esas regiones.
A China no le interesa alejarse de Rusia, pero esta introducirá el cambio en sus relaciones con EEUU y la OTAN como un factor de peso en las relaciones bilaterales, sobre todo para urgir de China un fortalecimiento de las relaciones económicas ““hoy muy pobres”“ y apoyo en el acceso a la OMC. Pero no conviene perder de vista que EEUU siempre conservará recelos estratégicos profundos respecto a Rusia, que sigue siendo un país con un enorme potencial.
Los recursos petrolíferos y de gas en Asia Central son también importantes para China. A partir de 1993 se convirtió en un país importador. En 2001, importó 81,71 millones de toneladas de petróleo crudo y refinado, y el volumen total de importación ascendió a 15.100 millones de dólares. Las demandas chinas de petróleo se incrementarán en un 10 por ciento anual en los próximos 15 años. La estrategia de seguridad petrolera es crucial para su economía. En ese mismo año, las importaciones de Rusia y Asia central ascendieron a un 8 por ciento del total. La mayoría fueron transportadas por barcos cisterna debido a la falta de oleoductos. China puede garantizar un suministro estable a largo plazo mediante un programa de oleoductos que planea tender desde Asia Central, a través de Xingjiang. Pero las propuestas de EEUU pueden perjudicar los intereses chinos.
Además de la campaña antiterrorista e intereses económicos, EEUU también tiene un plan estratégico global, que incluye el estacionamiento de tropas en Asia Central. Ahora dispone de tres bases militares en Afganistán y nueve en Asia Central. En Asia Sudoriental, la ampliación de la colaboración militar de EEUU con Filipinas, Indonesia, Tailandia y Singapur generan preocupación en China. En su conjunto, el avance de EEUU en Asia central y Meridional podría ir en detrimento de la estrategia energética de China.
EEUU necesita la cooperación china en el problema de la península de Corea. Después de la Declaración Conjunta Norte-Sur de 17 de junio de 2000 se han sucedido los altibajos pero con un nivel de diálogo bilateral entre las dos Coreas con un calado inocultable que ha abarcado numerosos temas de interés común: comunicaciones, familias separadas, colaboración económica, diálogo militar. En apariencia, la presión estratégica ejercida por EEUU, que no simpatiza con la política comprensiva de Corea del Sur, actuó de catalizador. La RPDC es todavía una de las importantes razones de la existencia de la alianza EEUU-RC.
Cooperación y aumento de los intercambios deben sellar la reconciliación intercoreana. La reunificación deberá esperar un tiempo para que los intereses de las potencias vecinas, China incluida, se ajusten a cualquier cambio estratégico.
En suma, el Imperio del Centro afronta un enorme desafío para hacer un hueco a su creciente poderío en un contexto de inevitable sensación de cerco que dificultará la expansión de su influencia regional y mundial.
Fuentes consultadas:
Beijing Information; China Today; China Times; Taipei Times; Asiaweek; Géopolitique; Issues&Studies; Straits Times; Korea Times; South China Morning Post; Renmin Ribao; Perspectives chinoises; Far Eastern Economic Review; The New York Times; Washington Post; Asian Survey; Parameters; Pacific Review; NBR Analysis; North Pacific Policy Papers; Stratfor; Nautilus Special Forum; Asian Perspective; China Daily; Despachos de las agencias Xinhua y CNA.