China, un camino propio

1.A juzgar por los resultados, China ha tenido un gran éxito en su proceso de modernización. Basta con recordar algunos datos: en 1949, su PIB se correspondía con el de 1890; en 1960, representaba el 4% del PIB mundial; en 2013, rondará el 20% y en pocos años podría convertirse en la primera economía del planeta. Hay quien vaticina que en 2050 representará el 40% del PIB mundial y EEUU, el 14%. Si nos referimos al PIB per cápita, en 1978 hablamos del 4% del de EEUU, y hoy en torno al 20%. Si nos referimos a su efecto en la reducción de la pobreza: 1980, el 84%; en 2012, el 10%.  Los datos varían según las fuentes, pero revelan una tendencia evidente más allá de que discutamos la veracidad o el fundamento de tal dato u otra previsión.

1.A juzgar por los resultados, China ha tenido un gran éxito en su proceso de modernización. Basta con recordar algunos datos: en 1949, su PIB se correspondía con el de 1890; en 1960, representaba el 4% del PIB mundial; en 2013, rondará el 20% y en pocos años podría convertirse en la primera economía del planeta. Hay quien vaticina que en 2050 representará el 40% del PIB mundial y EEUU, el 14%. Si nos referimos al PIB per cápita, en 1978 hablamos del 4% del de EEUU, y hoy en torno al 20%. Si nos referimos a su efecto en la reducción de la pobreza: 1980, el 84%; en 2012, el 10%.  Los datos varían según las fuentes, pero revelan una tendencia evidente más allá de que discutamos la veracidad o el fundamento de tal dato u otra previsión.

2.Si indagamos en las razones del éxito, podemos señalar:

En primer lugar, una política económica acertada. Esa clave inmediata alude a un modelo resultado de una combinación de inversión exterior, oferta de mano de obra abundante y barata y orientación de la producción hacia el exterior. Pero ello se ha unido a virtudes innatas presentes en la sociedad que ya Fray Martin de Rada supo reconocer en su Historia del Gran Reino de la China: “en esto del comerciar los chinos parten el cabello”, decía. Incluso durante el maoísmo, la economía china no dejó de crecer pese a los zigzags y las convulsiones. Y podríamos sostener que la gaige y la kaifang no representan una ruptura sino que, por el contrario, recuperan y profundizan el periodo que llamamos de restauración burocrática de los años 60, tras el fracaso del Gran Salto Adelante. No hay por lo tanto una ruptura absoluta sino una continuidad en unas políticas que enfatizan la importancia del desarrollo económico como condición indispensable para alcanzar la modernización del país.

En segundo lugar, cabría aludir a la aplicación de una estrategia propia, elaborada y decidida en el país sin seguir los dictados externos, ya sea en un primer momento de la URSS o más tarde a instancias del FMI o del BM, aunque en paralelo pudieran mantenerse relaciones con estos organismos con vistas a facilitar la progresiva inserción en la economía internacional. El gradualismo, la experimentación, el hibridismo sistémico o la concepción estratégica del proceso se han afirmado como notas dominantes de esta trayectoria.

3.Pero si no nos contentamos con estas alusiones a lo más o menos inmediato, podríamos abundar en otros argumentos de mayor profundidad.

En primer lugar, el hecho de partir de la propia realidad me parece una observación  destacable. No me refiero a las variables empíricas, que también son muy importantes en un país como China. Me refiero sobre todo a la fuerza de la identidad china (historia, cultura, civilización), por todos reconocida. Desde personajes como Confucio, Lao Tsé, Sun Zi, o fenómenos sociopolíticos como el mandarinato, principios de organización como la armonía, la virtud, la jerarquía… hasta la medicina tradicional, la pintura o la expresión poética, en todo hallamos signos de una autenticidad diferente que ha redundado en concepciones distintas del individuo y la sociedad. Ese planeta diferente, el planeta chino, no ha sido nunca un planeta científicamente pobre. Joseph Needham nos inventarió quince siglos de grandes aportaciones científicas de China.

Cabe señalar en tal sentido que la modernización china responde a un proyecto que va mucho más allá de lo económico, que no se plantea al margen de su identidad cultural –a pesar de los breves movimientos modernizadores que también han culpabilizado a la identidad cultural como responsable de su atraso- y que esta nutre un proyecto de dimensiones históricas que debe llevar a China a ocupar una posición central en el sistema internacional. Es la idea de progreso con identidad. Un proyecto de modernización que no tenga en cuenta una identidad de ese calibre, probablemente fracasaría.

En segundo lugar, el proceso de transformación experimentado por China a partir de 1949 se ha acompañado de un esfuerzo de adaptación de las grandes corrientes de pensamiento internacional a las especificidades del país. Aquella identidad no impuso un cerrojo frente al exterior. Por el contrario se debía compensar con una apertura que nunca más la aislaría del resto del mundo. Pero exigía adaptaciones. Dicha actitud obedece a un imperativo evidente: la traslación mecánica es imposible. Recordemos que la esencia del proceso que condujo a la victoria al PCCh es la siguiente: el campesinado conquistó las ciudades para liberar a la clase obrera! ….

Lo que explica, a fin de cuentas, el arraigo y la capacidad de supervivencia del PCCh es el haber convertido la adaptación en el núcleo esencial de su actividad. Me adapto, luego existo. Antes y después de la Revolución, la heterodoxia es una nota distintiva del proceso chino. La podemos llamar Larga Marcha, Gran Salto Adelante, Revolución Cultural, la propia gaige y kaigang son expresiones de ello. Y el proceso no se ha agotado ni mucho menos.

Sin anular lo propio, lo que desde China se plantea es adaptar, copiar e imitar aquello que considera mejor, pero sin aplicar una adhesión ciega. Digámoslo de otra forma en clave actual: China no quiso entonces ser la URSS pero tampoco ahora necesariamente quiere ser EEUU. Esa adaptación conlleva la asunción de una dualidad e hibridez creciente, producto de una evolución inevitable en la que se entremezclan elementos propios y extraños con el denominador común de la esperanza de contribuir en positivo al desarrollo económico y social. Sus equilibrios y contradicciones evolucionan. Pueden coexistir la planificación y el mercado; la propiedad pública y la privada. Otra cosa esw lo que prima. Es una experiencia política inédita y sin precedentes.

La longevidad que explica la pervivencia del PCCh radica en haber aprendido de los errores de otros partidos comunistas que sucumbieron a la atrofia e incluso de la capacidad para reconocer en otros partidos, de espectros ideológicos diferentes cuando no antitéticos, signos positivos. La sucesión de reformas, un movimiento constante, responde a un anhelo de innovar y de mejorar la capacidad de administración y gobierno, con base en la flexibilidad. A más inflexibilidad, más posibilidad de colapso. En esto radica su fuerza y en estar atento a las demandas sociales.

Cabe hacer mención igualmente de la importancia concedida al hecho de poder decidir su propio ritmo, las prioridades y contenidos. Esto es lógica consecuencia de la importancia concedida a la soberanía y a la necesidad de evitar caer en redes de dependencia, especialmente en relación al hegemón y principal rival estratégico. Es, sin duda, uno de los aspectos más delicados del proceso y principio clave para preservar su autonomía y originalidad.

4.Hablamos de resultados exitosos, pero también asimétricos.

En el ámbito económico, es verdad que los resultados son muy positivos, pero las sombras son igualmente poderosas, ya hablemos del medio ambiente, los desequilibrios territoriales o las insuficiencias tecnológicas. No todo es oro cuanto reluce. Aumenta la conciencia sobre los daños colaterales del crecimiento y sus insuficiencias. Su corrección se impone, pero no será ni mucho menos fácil.

En el orden social, las quiebras son muy importantes. China es el tercer país con mayor número de millonarios, pero las desigualdades son enormes y hasta peligrosas si analizamos la evolución de los índices del coeficiente Gini. Con el IDH en la posición 102, la justicia sigue lejana. No debiera olvidarse que quienes más han contribuido al auge del país permanecen a la espera de recibir los beneficios del crecimiento.

En lo político, la superación de las carencias parece una clave irrenunciable para el éxito. Abrir cauces a la participación social, a la representación, la transparencia, exige un esfuerzo de adaptación como se ha planteado desde lo económico para afianzar la democracia y la legitimidad del sistema político. Esto no significa que China deba asumir a pies juntillas valores y estructuras ligados al desarrollo del mundo occidental –por otra parte tan en cuestión en sociedades que acumulan frustraciones crecientes- pero tampoco eludirlos de forma dogmática. También aquí, las redes sociales plantean desafíos que no pueden resolverse recurriendo en exclusiva al control y la represión.

En cuanto a su papel en el mundo, como consecuencia del proceso vivido en las últimas décadas, China, a diferencia del pasado, ha conformado un modelo de relaciones caracterizado por una amplia interdependencia con el exterior. Esto no tiene parangón histórico. En consecuencia, no puede subsistir de espaldas al mundo y debe precisar su proyecto a sabiendas de que progresivamente tendrá que reforzar sus compromisos globales.

Ese papel de China en el mundo no está del todo claro pero lo menos dudoso es que China aspire a un predominio global, en primer lugar, porque no encaja con sus tradiciones. Igualmente porque su agenda interna le exigirá atención prioritaria por décadas para garantizar la estabilidad. Pero también porque requiere un potencial del que carece por el momento, es decir, sobre todo, de una ideología que pudiéramos calificar de universal, asimilable por los demás. La influencia cultural e ideológica es viable eficazmente en su entorno pero entendido como reto ideológico a Occidente plantea numerosas reservas. Por eso son precisas otras fórmulas con el axioma de sustituir el concepto de liderazgo dominador por el de las virtudes de la diversidad.

5.El proceso de modernización se encuentra en una fase decisiva. Los próximos años serán determinantes para afianzar lo logrado o, por el contrario, estancarse o retroceder. Los desafíos cabe referirlos a cuatro frentes principales:

En lo económico, la plasmación de un nuevo modelo de desarrollo que permita pasar de una economía de imitación a otra de innovación es un asunto central. Esto exigirá modificaciones estructurales, una nueva cultura industrial, un gran impulso tecnológico, un salto histórico que eclipse la obsoleta idea de una China convertida en el taller del mundo. Esa etapa se ha cumplido, pero darle forma a la nueva fase será un proceso laborioso y complejo.

En lo social, la inversión en justicia y en políticas públicas orientadas a la corrección de las desigualdades constituye una obligación inexcusable para democratizar y socializar los éxitos de las décadas pasadas. No se trata solo de aumentar los salarios para mejorar la capacidad de consumo de la población sino de arbitrar mecanismos de una justicia omnicomprensiva que recupere valores que han ido cediendo terreno frente a la sacralización del crecimiento a toda costa.

En lo político, el reto mayor se sitúa en la democratización, siguiendo lo planteado en el XVII Congreso del PCCh (2007). Esto exige una reflexión profunda y, otra vez, adaptada, que necesariamente evitará ser una réplica exacta de la democracia practicada en otros países pero que deberá tener en cuenta tanto sus virtudes como sus déficits. El propio PCCh, con sus más de ochenta y cinco millones de miembros, puede ser una escuela de referencia a este nivel, pero la conformación de un sistema político progresivamente renovado, el top level design, plantea urgencias que de otro modo pueden derivar en emergencias que afecten a la estabilidad.

En política exterior, el reto principal consiste en hacerse un hueco en el centro del sistema asegurando una alternancia pacífica en un contexto de profundización de la multipolaridad y el multilateralismo. En dicho proceso, la conformación de nuevas alianzas y la habilitación de mecanismos que eviten la confrontación son dos ejes indispensables, al igual que la moderación de las tensiones territoriales.

6.A modo de conclusión, me gustaría significar cuatro ideas:

  1. La motivación última de China es promover su desarrollo, su modernización, conforme a un parámetro histórico que pretende cerrar el ciclo de decadencia ilustrado por las guerras del Opio del siglo XIX. Quiere ello decir que la dimensión histórica y civilizatoria no debiera menospreciarse en atención a la significación coyuntural que pudiera manifestarse en lo económico o en el plano de las relaciones internacionales.
  2. Pudiéramos aceptar que el objetivo último no es suplantar mecánicamente a EEUU u Occidente. No se trata de una carrera hacia la cima, aunque la cima le espera si todo se desarrolla de forma natural. El sueño de China es ser China misma. Ahora bien, esto inevitablemente va a generar tensiones ya que por su magnitud será difícil de encajar sin ajustes significativos. La capacidad para gestionar esa transición con holgura y mano izquierda resultará clave.
  3. Esto exige a China un esfuerzo mayor para hacerse entender y explicarse adecuadamente. No se trata tanto de influir mesiánicamente como de facilitar la comprensión para ser aceptada. No procurar la imitación (la imposición de su modelo) pues es imposible de copiar, como el reconocimiento del valor de la diversidad abriendo puertas a una ecología sistémica.
  4. En suma, China tiene que seguir su propio camino, con la dificultad añadida de que no está hecho, que debe crearlo al mismo tiempo en un ejercicio que plantea retos de grueso calibre en todos los órdenes.

(Ponencia presentada en seminario celebrado en Santiago de Compostela el 5 de julio de 2013). Organizado por: Observatorio de la Política China y el China Center for Contemporary World Studies.