El Cisne Negro al rescate del pato cojo

A pesar de sus convicciones, pero en función de sus acciones, Angela Merkel tuvo gran responsabilidad en el emerger populista en Europa. En efecto, la Canciller alemana actuó como factor de incubación por excelencia del resentimiento anti sistema en Europa. Este último papel lo jugó por caminos diversos pero convergentes.

Apartados xeográficos Europa
Idiomas Castelán

A pesar de sus convicciones, pero en función de sus acciones, Angela Merkel tuvo gran responsabilidad en el emerger populista en Europa. En efecto, la Canciller alemana actuó como factor de incubación por excelencia del resentimiento anti sistema en Europa. Este último papel lo jugó por caminos diversos pero convergentes.

En primer lugar, al propiciar políticas de austeridad draconianas a los países endeudados del Sur de Europa. En segundo lugar, a través de su insistencia en políticas de austeridad que mantuviesen bajo control los déficit fiscales europeos, aún frente a la evidencia de los altos costos sociales que ello representaba. En tercer lugar, al buscar imponer un sistema obligatorio de cuotas de recepción de inmigrantes a los países de la Unión. En cuarto lugar, desarrollando políticas domésticas que estimulaban nuevos flujos migratorios no sólo hacia su país sino también hacia Europa. Buen ejemplo de esto último se puso en evidencia en agosto de 2015, cuando declaró que Alemania estaba lista a abrir las puertas a cientos de miles de inmigrantes más. Ello, luego de haber recibido a más de un millón de desplazados de Siria y del Medio Oriente en los dos años precedentes.

Merkel se transformó así en el nutriente más significativo al rechazo anti sistema y a la expansión populista en Europa. A su cuenta debe cargarse el emerger de partidos y movimientos como Podemos, Cinco Estrellas, Syriza, Justicia y Ley, Fidesz, Vox y tantos otros a lo largo y ancho de la geografía europea. A pesar de representar la antítesis del populismo, nadie como ella lo fomentó tan exitosamente.

Más aún, en su propio país fue directamente responsable de que el partido Alternativa para Alemania obtuviese 92 escaños en el Parlamento Federal. Ello lo transformaba en la primera agrupación política de extrema derecha en lograr tal hazaña desde los tiempos del nacional socialismo. En las elecciones de septiembre de 2017, Alternativa para Alemania no sólo se constituyó en la primera fuerza de oposición, sino que llevó a la Democracia Cristiana a su peor resultado desde 1949 y a sus socios Social Demócratas a su mayor derrota electoral en un siglo. El fortalecimiento del populismo y el debilitamiento creciente de los dos grandes partidos tradicionales en Alemania, fueron vástagos de las políticas de Merkel.

Luego de los vapuleos sufridos por la Democracia Cristiana en contiendas electorales federales y regionales en Alemania, Merkel decidió tirar la toalla. En octubre de 2018, anunció que no se presentaría nuevamente como candidata a liderar a su partido en la convención que a tal fin se celebraría en diciembre de ese año. Ello, por extensión, la imposibilitaba para renovar su mandato como Canciller una vez que este expirara en 2021. Para hacer aún peor las cosas, la sucesora de su escogencia Annegret Kramp-Karrenbauer se vio obligada a renunciar al liderazgo del partido Demócrata Cristiano en febrero de 2020, ante la falta de apoyo recibido por este. Entre tanto Friederich Merz, rival de Markel dentro de su partido, intentó en más de una ocasión acabar con su mandato prematuramente.

En inglés existe la expresión “lame duck”, cuya traducción al castellano sería la de pato cojo. Ella designa a un mandatario cuyo tiempo remanente en el cargo es limitado y cuyo poder ha entrado por tanto en fase de erosión marcada. Para comienzos de 2020, Angela Merkel encarnaba a la perfección esta imagen de animal herido. Carente de futuro político, Merkel veía desmoronarse a la vez su base de poder actual.

La súbita aparición del Covid 19 cambió todo de manera drástica. Mientras políticos inconsistentes como Trump ven hundirse su imagen frente a este reto mayúsculo e inesperado, Merkel ha estado a la altura de este, logrando elevar su popularidad a niveles estratosféricos. Ello, a su vez, ha proporcionado un segundo y decisivo aire a su poder.

Algunos analistas atribuyen este éxito a su condición de científica (Merkel es Doctora en Física) y a la de ser hija de un Pastor Luterano. Lo primero le ha permitido manejar la crisis con una alto nivel de racionalidad, mientras lo segundo le ha brindado la capacidad para mostrar empatía en momentos difíciles. Merkel se ha transformado, en efecto, en prototipo del líder eficiente. En tanto tal, ha sabido trasmitir a su pueblo calma, seguridad y rigor científico. Ello, acompañado de una calidez afectiva con el cual nunca antes se la había asociado.

Mientras tanto, las decisiones adoptadas para hacer frente al coronavirus son alabadas unánimemente. Junto con Corea del Sur, Alemania es presentada como ejemplo de conducción acertada, sensata y eficiente frente a la pandemia. Mientras Italia, España, Francia o Reino Unido se han visto asolados por el coronavirus, un país con mucho mayor población como Alemania ha evidenciado un número muy inferior de decesos y un rápido descenso en el número de infecciones.

El Cisne Negro representado por el Covid 19, vino así a rescatar al pato cojo de Alemania.