El XVI Congreso del Partido Comunista de China se iniciará el próximo 8 de noviembre. En su día, el Comité Central había anunciado su celebración en otoño, si bien nadie imaginaba una fecha tan tardía. El aplazamiento guarda relación con el encuentro bilateral China-USA, a celebrar el 25 de octubre, y al que asistirá Jiang Zemin. De esta forma, se le evita a Hu Jintao, el esperado sucesor, una reunión que, en medio del proceso de transmisión de poderes que culminará al año siguiente en la reunión del Parlamento chino, sería muy precipitada.
En los prolegómenos del cónclave chino se viene hablando mucho de personas, muy importantes en el imaginario chino, y poco o nada de políticas. ¿Hay políticas en juego? Los documentos y discusiones que preceden al XVI Congreso del Partido Comunista alientan nuevas estrategias de impulso del proceso de modernización chino que podrían dar inicio al alejamiento del denguismo, es decir, a esa filigrana de combinación entre mercado y socialismo, no tanto para ahondar en la democratización del sistema político como para reforzar la autoridad del Partido atrayendo a sus filas a un empresariado que obtendría a cambio mayores facilidades para desarrollar sus proyectos.
Después de la admisión de China en la Organización Mundial del Comercio, en deciembre de 2001, los empresarios no estatales del gigante asiático confían en que el XVI Congreso será fuente de buenas noticias. Si examinamos las modificaciones introducidas en la Constitución en los años 1982, 1988 e 1999, se constata que el gobierno chino ha venido ofreciendo un apoyo legal y político creciente a la economía no estatal, tanto colectiva o social como privada. En los últimos 20 años, la contribución de la economía no estatal al PIB pasó de menos del 1 por ciento al 43 por ciento, convirtiéndose en el elemento de mayor vitalidad y dinamismo, en especial la colectiva o vinculada al aparato burocrático. Pero China aún no tomó una decisión definitiva respecto a esa crucial elección entre economía planificada y economía de mercado, combinando ambas en un marco mixto de equilibrios no siempre fáciles.
Las relaciones entre el Partido y los empresarios en la China de la reforma ha sido uno de los temas más debatidos en la última década. La decisión final respecto a la admisión en su seno es simbólica, pues muchos miembros del Partido ya eran millonarios, pero otros se han enriquecido en la periferia del Estado-Partido como consecuencia del proceso de modernización y favorecidos por las reformas, y aunque por ello debieran estarle eternamente agradecidos, los dirigentes chinos nunca las tienen todas consigo y siempre abrigan el temor del desafío al poder. Fagocitando una vez más lo habido y por haber, y ubicando a los empresarios privados en las llamadas fuerzas avanzadas de la producción, la doctrina de las tres representaciones ““ junto a la cultura y las grandes masas- argumenta teóricamente la extensión del manto partidario a los nuevos ricos.
En ese marco general, el XVI Congreso, que sancionará las aportaciones de Jiang Zemin como muestra de agradecimiento ante su inevitable jubilación total o parcial, puede derribar algunos diques importantes e iniciar el proceso de erosión del significado de los cuatro principios irrenunciables enunciados por Deng Xiaoping para evitar la deriva capitalista de un proceso de reforma que fundamentalmente aspiraba a proporcionar mayor bienestar y poder al milenario Imperio del Centro, sin plantearse por ello el cambio de sistema político.