El futuro de Xinjiang y la defenestración de Wang Lequan

La defenestración de Wang Lequan, secretario del PCCh en Xinjiang, en el cargo desde 1994, es la última pieza que se cobra la crisis desatada en julio del año pasado, con resultado de casi doscientos muertos y un millar de heridos. Su caída alegrará especialmente a la comunidad Han de Xinjiang, muy crítica con su actuación durante los incidentes, y probablemente dejará indiferente a buena parte de los uigures residentes en la región autónoma, escépticos ante las señas de identidad de su relevo.

La decisión del Buró Político quiere enviar el mensaje de un nuevo comienzo en uno de los frentes de inestabilidad más complejos que afronta el PCCh y el gobierno chino. No obstante, a la vista del sustituto, Zhang Chunxian, hasta entonces gobernador de la provincia central de Hunan, y el reiterado y exclusivo acento en la aceleración del desarrollo económico y social pocas cosas parecen cambiar.

La combinación de represión y desarrollo dificilmente podrá estabilizar la región si no se acompañan de medidas políticas serias que activen la confianza y mejoren la comunicación entre las diferentes comunidades superando el abismo que las separa. De las decisiones del Buró Político parece desprenderse que la clave del problema consiste en superar el atraso de la región y mejorar el bienestar de la población. No obstante, sin despreciar la importancia de dichos asuntos, el olvido de la política dificultará en extremo la consecución de una mínima normalidad.

No es demoliendo a mansalva casas en Kashgar como se gana la confianza de los uigures. Solo reconociendo y exaltando su identidad podrá ganarse su lealtad. Para ello sería preciso abordar una reforma política profunda que permita la asunción progresiva de responsabilidades efectivas por parte de los uigures en todas las áreas esenciales de la vida en Xinjiang, y, en paralelo, promover una reforma legal que proteja el pleno y real ejercicio del autogobierno con los controles institucionales que proceda. En tanto este camino no se recorra, el problema tenderá a agravarse porque acentuará la marginación y frustración de los uigures, beneficiarios residuales, como se ha demostrado hasta el momento, del modelo de desarrollo impulsado en la región por el PCCh, imitación a la baja de lo aplicado en el Este y debedor de la satisfacción de inexcusables necesidades estratégicas en el Oeste chino.

La coincidencia del apartamiento de Wang Lequan con la reciente publicación de un artículo del primer ministro Wen Jiabao elogiando al ex secretario general del PCCh, Hu Yaobang, pudieran justificar, no obstante, cierta esperanza de inicio de un rumbo político orientado a favorecer el diálogo o evidenciar incluso, a sensu contrario, la aparición de fisuras en la alianza del primer ministro y el jefe del Estado y secretario general del PCCh, Hu Jintao. A Hu Yaobang se le recuerda, entre otras cosas, por su intento de formulación de una nueva política en Tibet, ordenando la retirada de numerosos funcionarios Han de la región. ¿Emularán los dirigentes actuales la decisión de Hu Yaobang haciendo lo propio en Xinjiang?

Hu Jintao parece haber tomado las riendas del problema. Su trayectoria en el cargo no coincide del todo con la de Hu Yaobang. Su práctica política se ha caracterizado por una orientación de mayor compromiso con determinados aspectos sociales (siguiendo en esto a su antecesor), aunque relativamente frustrante en sus resultados, pero aplicando mayores restricciones en asuntos sensibles, con una visión especialmente rígida de la defensa de la estabilidad política.

El apartamiento de Wang Lequan puede ser una simple maniobra de distracción que lo acabe dejando todo igual. Por el contrario, debería ser una oportunidad para alentar nuevos enfoques del problema nacional en China, lastrado en exceso por temores que evidencian su vulnerabilidad. En la defensa de un progreso con identidad reside la clave de la estabilidad.