20060606 teheran javier solana manouchehr mottaki

El inevitable Irán “nuclear”

Javier Solana e Manouchehr Mottaki, clic para aumentar
Hasta hace unos meses, la dirigencia iraní estaba convencida de que la ONU denunciaría su programa nuclear, se implementarían sanciones y, eventualmente a mediano plazo, el país tendría que prepararse para algún tipo de acción punitiva y unilateral por parte de EEUU e Israel, ya sea a base de ataques aéreos selectivos a sus instalaciones o una guerra a gran escala. Pero este último escenario es aparentemente menos probable, tomando en cuenta lo inflamado que está el Oriente Medio actual. (Foto: Javier Solana, izquierda, con el ministro de Exteriores iraní, Manouchehr Mottaki, durante la reunión en Teherán el 6 de junio de 2006).
 

Las gestiones del representante europeo Javier Solana en Teherán destinadas a propiciar una solución negociada al programa nuclear iraní permitió un posterior ablandamiento retórico entre EEUU e Irán que pueden abrir limitados canales directos de diálogo. Es muy probable que estos pasos persuadan a Washington a buscar una solución directa a la crisis iraní que pero todo depende de cómo lo perciban en Irán, de su inquebrantable deseo de alcanzar el programa nuclear y de los dilemas existentes en ambos actores.

Por un momento, parecía que se impondría una solución diplomática a la crisis internacional generada por el programa nuclear iraní. El representante europeo para Política Exterior y de Defensa, Javier Solana, agilizó los contactos directos con las autoridades iraníes tras una visita a Teherán a principios de junio. Esta gestión fue bien recibida tanto en Irán como en EEUU.

Reunido con el principal negociador iraní en materia nuclear Alí Laríjani, y el ministro de Exteriores Manuchehr Mottaki, Solana explicó la propuesta del llamado G5+1, los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, Gran Bretaña, Rusia, China y Francia), además de Alemania, la cual consiste en retirar el dossier iraní de la ONU y levantar posibles sanciones, a cambio de que Teherán desista en su proyecto de alcanzar uranio enriquecido, paso previo a la consecución de una bomba nuclear.

Tanto Laríjani como Mottaki saludaron positivamente la gestión de Solana, que cuenta por vez primera con el total respaldo de Washington, aunque declararon su intención de discutir "ciertas ambigüedades" que no precisaron. Los iraníes recalcaron a Solana su interés en obtener un programa nuclear que le permita paliar sus carencias energéticas.

Aunque no se gestionara una entrevista personal con el presidente Mahmud Ahmadíneyad, éste también recibió con buenas intenciones la gestión europea. En Washington, el presidente George W. Bush declaró su satisfacción por el inicial ambiente de receptividad a la propuesta occidental. Para Solana, estas positivas señales iniciales parecen reafirmar su percepción de que la diplomacia europea posee interesantes canales de negociación para resolver crisis globales.

Cómo lo ven desde Teherán

Pero, ¿está justificado este actual clima de confianza? Existen razones a favor y en contra, aunque es evidente que se manifiesta un cambio significativo en Occidente en cuanto al tratamiento del dossier nuclear iraní.

Desde que el presidente Ahmadíneyad enviara una carta directa al presidente Bush, sugiriéndole una posible solución, la cual generó efectos tan intrigantes como esperanzadores, se está apreciando un repentino viraje en los círculos de poder en Teherán acerca de cómo negociar con EEUU y la Unión Europea.

Los factores de poder en Teherán se mueven en diversas direcciones. La máxima autoridad del Consejo Supremo de la Revolución, el ayatoláh Alí Khamenei considerado el mentor político de Ahmadíneyad, declaró el pasado fin de semana, previo a la visita de Solana, que si Occidente persistía en su "desafío" hacia Irán, este país no dudaría en utilizar el "arma energética", mediante drásticas subidas del precio del petróleo. En otro discurso en el interior del país, Ahmadíneyad reafirmó estas palabras.

Tras la reunión de Solana con Laríjani y Mottaki, aparecieron Khamenei y Ahmadíneyad en la televisión iraní saludando la iniciativa como un "gesto positivo" que "acorraló la política arrogante del Gran Satán", en clara referencia a EEUU. Pero, a pesar de estos gestos, es posible que la cúpula del poder iraní se encuentre ligeramente dividida en cuanto a la actual situación que se le presenta.

Hasta hace unos meses, la dirigencia iraní estaba convencida de que la ONU denunciaría su programa nuclear, se implementarían sanciones y, eventualmente a mediano plazo, el país tendría que prepararse para algún tipo de acción punitiva y unilateral por parte de EEUU e Israel, ya sea a base de ataques aéreos selectivos a sus instalaciones o una guerra a gran escala, escenario aparentemente menos probable tomando en cuenta lo inflamado que está el Oriente Medio actual.

Pero ahora, con esta ventana abierta, los iraníes muestran su cautela. Tanto Ahmadíneyad como el ayatoláh Khamenei se enfrentan a una posición ambigua, consistente en mostrar una cara amable a Occidente mientras que en el interior del país, se ufanan por reforzar la retórica agresiva. Otros dos personajes influyentes como el ayatoláh Hashemi Rafsanjani y el ex presidente Mohammed Khatami, defienden el derecho iraní a conseguir energía nuclear pero abogan por las negociaciones con Occidente.

Con un escenario tan delicado y la pelota en sus manos, es probable que la cúpula iraní tema que cualquier desviación abrupta de su posición oficial provoque una rebelión militar desde las posiciones de los poderosos Guardianes de la Revolución o una revuelta social si se pliegan a las demandas occidentales.

El programa nuclear se ha convertido en una cuestión de orgullo nacional, un elemento muy considerable a la hora de tomar decisiones. Tanto el gobierno como la sociedad iraní observan cómo en sus fronteras o cerca de ellas se acumulan tropas y aliados militares estadounidenses en Irak, Turquía, Afganistán y Arabia Saudita, así como potencias nucleares incómodas como Israel, Pakistán e India. Desde una posición realista de seguridad, el programa nuclear resulta esencial para Teherán.

Es por ello que en Irán podría estar planteándose convertir su caso en uno muy similar al existente entre Occidente y Corea del Norte. A tenor de los actores participantes y los mecanismos que se utilizan, la crisis iraní camina hacia un desenlace similar al existente con el régimen norcoreano: aceptar que posee un programa nuclear pero disuadirlo diplomáticamente para mantenerlo bajo control.

Los dilemas de Washington

En todo caso, y con un barril de petróleo superior a los 60 dólares, en Teherán parecen confiados en que la visita de Solana confirme la percepción occidental de que deben negociar con un Irán prácticamente "nuclearizado". Esto conlleva a comprender que, dentro de la administración Bus, también existen sus dilemas, por lo que en vez de utilizar medidas unilaterales o un discurso punitivo, prefirió dejar esta iniciativa de negociación con Irán en manos de la Unión Europea.

Como Khamenei y Ahmadíneyad, Bush también cree que sus opciones son limitadas. Sus actuales bajos niveles de popularidad se desplomarían aún más si se lanzara a otra aventura militar en Oriente Medio, tomando en cuenta cómo afectaría esto ante la proximidad de las elecciones legislativas de noviembre. Desde este cálculo electoral, temas como la inmigración ilegal cobran ahora más relevancia para Bush que la crisis nuclear iraní.

Bush observa también una situación parcialmente desfavorable en Oriente Medio, principalmente en las fronteras con Irán. A pesar del reciente golpe mediático y psicológico que supuso asesinar al líder de Al Qaeda en Irak, Abu Musab al Zarqawi, en la Casa Blanca siguen con preocupación los acontecimientos en la región.

La lucha interna en Palestina entre el islamista Hamas y Al Fatah es un factor preocupante para Washington. Más al este, la reciente ofensiva talibán y posterior control al sur de Afganistán complica la pacificación del país y sus posibles consecuencias en vecinos clave como Pakistán. En Egipto, estrecho aliado de Washington, una serie de enfrentamientos entre islamistas y cristianos coptos, así como el sentimiento antiestadounidense, amenazan la estabilidad del gobierno de Hosni Mubarak.

En el escenario de África occidental, concretamente en Somalia, las milicias islamistas que antes provocaran el infierno a las tropas norteamericanas en 1993, retomaron el control de Mogadiscio, lo cual puede suponer un triunfo estratégico para los grupos ligados al "yihadismo salafista" vinculado a Al Qaeda, con posibles expansiones hacia Kenia, Etiopía y Yemen, en la península arábiga.

Por lo tanto, endurecer posiciones o propiciar una intervención militar hacia Irán constituiría un riesgo muy elevado, no sólo desde el punto de vista logístico y militar sino político. En Washington temen que un ataque conjunto israelí-estadounidense contra Irán permitiría concretar un temido "eje chiíta" en Oriente Medio, consistente en un Irán apoyado por la poderosa comunidad chiíta en Irak , los movimientos islamistas Hamas en Palestina y Hezbollah en el Líbano, así como otras organizaciones en Egipto y Jordania. De este modo, fracasaría aún más el errático plan para el Gran Oriente Medio concebido por Bush en el 2003.

Es por ello que, para intentar ganar apoyo en el mundo islámico, fuentes oficiales consideran la posibilidad de levantar sanciones directas a Irán, existentes desde 1979, tales como permitir la entrada del país en la Organización Mundial del Comercio, favorecer el otorgamiento de subsidios agrícolas y venta de material tecnológico para uso de aviación civil y militar.

En Washington, la tradicional división entre "palomas", bajo el mando de la secretaria de Estado Condoleeza Rice, y los "halcones", en este caso por el director de Seguridad Nacional John Negroponte, ahonda las dudas sobre negociar directamente o profundizar la confrontación con Irán. Por los momentos, Rice parece estar ganando la partida, pero depende casi exclusivamente de la decisión final de los iraníes.

Aunque se considere que tiene sobre la mesa muy avanzados planes militares, para Washington sería muy costoso organizar un ataque militar contra Irán. El escenario más probable, a mediano plazo, será un Irán capaz de convertirse en una potencia nuclear y un Occidente negociando, sin aplicar excesivas sanciones y temeroso de las consecuencias de un ataque directo.