Chen Shui-bian (centro foto) fue arrestado el 12 de noviembre por su presunta participación en un caso de corrupción y lavado de dinero en el exterior. | |
El ex presidente taiwanés, Chen Shui-bian, ha regresado a la prisión de Tucheng, en el distrito de Taipei, después de permanecer hospitalizado tras cinco días en huelga de hambre. Chen fue arrestado el 12 de noviembre por su presunta participación en un caso de corrupción y lavado de dinero en el exterior. La Corte Suprema denegó la petición de puesta en libertad porque no había sido firmada por él mismo, circunstancia que rechaza en protesta por su detención. Previamente, también había sido detenido uno de sus principales asesores, Ma Yong-cheng.
La estrategia de defensa de Chen, con una habilidad y astucia reconocida por socios, aliados y rivales, se basa en ser víctima de una persecución política y judicial, presentándose a si mismo como el último obstáculo capaz de impedir un arreglo entre el KMT y el PCCh que conducirá a la unificación con el continente. La “venganza” fraguada por sus rivales políticos se plasmó en una declaración en la que denuncia tanto la “muerte” del sistema judicial como el retroceso democrático que vive Taiwán, reafirmándose por igual en su oposición “al comunismo y a la dictadura”.
Pese a las reacciones de apoyo en su propio partido y en movimientos independentistas de la isla, lo cierto es que el actual desarrollo de los acontecimientos era más que previsible en virtud de lo accidentado del tramo final de su mandato, en el cual, las sospechas de corrupción y la movilización social demandando su dimisión adquirieron niveles inéditos en la política de la isla. La figura de Chen, principal reclamo y valor del PDP a inicios del siglo, es hoy un pesado lastre del que necesita emanciparse para lavar su imagen y consolidarse como una alternativa creíble y de futuro al gobierno del KMT. Cabe imaginar, pues, que, progresivamente, irá quedando fuera de escena, aunque en el momento presente su status dificultará el logro de acuerdos entre gobierno y oposición, incluso en temas de cierta urgencia como las respuestas a la crisis económica, un desentendimiento que, paradójicamente, puede acentuar la proximidad de Taipei y Beijing.
Es altamente improbable, por otra parte, que este episodio trastoque la actual estrategia de Taipei en relación al continente. Muy al contrario, la marginación del PDP y la virulencia de la crisis económica parecen haber ofrecido un activo más a la cooperación bilateral y ya se anuncia un nuevo encuentro al máximo nivel que podría celebrarse en Nanking, antigua capital de la República de China, con la cooperación financiera como eje central.
Las evidencias contra Chen Shui-bian parecen de tal calibre que, aún respetando la presunción de inocencia, la probabilidad de que se organice un amplio movimiento social en su apoyo parece remota. Cabe esperar que la justicia haga su trabajo de forma objetiva e independiente. Ni su victimismo ni la dimensión política del proceso pueden dejar en entredicho la solidez democrática del sistema taiwanés.