Estados Unidos: El porqué de su declive.

Una numerosa literatura política y económica reciente habla del declive estadounidense. Gran parte de ella proviene del propio establishment académico e intelectual de ese país. Autores como Fareed Zakaria, Arianna Huffington, Ian Bremmer, Thomas Friedmman, Michael Mandelbaum, Tyler Owen, David Autor, Niall Ferguson, Edward Luce o Zbigniew Brzezinski se enmarcan allí.

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Una numerosa literatura política y económica reciente habla del declive estadounidense. Gran parte de ella proviene del propio establishment académico e intelectual de ese país. Autores como Fareed Zakaria, Arianna Huffington, Ian Bremmer, Thomas Friedmman, Michael Mandelbaum, Tyler Owen, David Autor, Niall Ferguson, Edward Luce o Zbigniew Brzezinski se enmarcan allí.

 Entre las razones más comúnmente citadas para explicar la decadencia en curso se encuentran las siguientes:

            Primero, la conjugación de una deuda nacional que sobrepasa los 16 millones de millones de dólares con los costos de pensión y beneficios de salud que corresponderán a 77 millones de “baby boomers”, que iniciaron ya su proceso de jubilación y que se adentran en sus años de vejez. Ello conlleva, entre otras consecuencias, la inmensa dificultad de sostener al dólar como divisa de reserva mundial y a la economía de ese país como predominante globalmente (Brzezinski, Strategic Vision, New York, 2012; Bremmer, Every Nation for IItself, New York, 2012).

            Segundo, el caos de su sistema financiero que desencadenó en 2008 la mayor crisis económica global en setenta años y que se presenta como una bomba de tiempo sistémica susceptible de llevar al mundo a una nueva crisis.

            Tercero, la decadencia de sus infraestructuras. De acuerdo a un Informe de la Sociedad Civil de Ingenieros Civiles de Estados Unidos de 2009 las infraestructuras del país alcanzan a una clasificación “D” (siendo “A” el nivel de las de China): “D” en aeropuertos, “C” en ferrocarriles y vías férreas, “D” en autopistas y carreteras y “D” en sistemas de energía eléctrica. En efecto, las infraestructuras de Estados Unidos ocupan el puesto número 23 en el mundo y se estima que el país debería gastar 450 millardos de dólares al año durante los próximos cinco años simplemente para mantener sus infraestructuras en su estado actual (Brzezinski, Op. Cit.; Huffington, Third World America, New York, 2010; Zakaria, The Post-American World and the Rise of the Rest, London, 2009).

             Cuarto, su desigualdad social en ascenso y la desaparición de su movilidad social. Ya desde comienzos de milenio su desigualdad social superaba a la de la India con el 10% de mayores ingresos detentando el 69,8% de la riqueza nacional y el 50% de menores ingresos el 2,8%. En India el 10% más rico detenta el 52,9% y el 50% de menores recursos el 8,1%. Valga agregar que entre 2002 y 2007 el 65% de las ganancias económicas en Estados Unidos fueron a parar a manos del 1% más rico y que los 400 billonarios (mil millonarios) del país poseen más riqueza que los 150 millones de habitantes de menores recursos. Se habla, en tal sentido, de la desaparición creciente de la clase media de ese país  (Brzezinski, Op. Cit.; Luce, Time to Start Thinking, London, 20012).

              Quinto, la crisis profunda de su sistema educativo. No en balde en el Programa de Evaluación de Estudiantes Internacionales de la OECD del año 2011 los estudiantes de matemáticas estadounidenses ocuparon el puesto número 32 (frente al número 1 para los de Shanghái) y en una encuesta nacional de 2010 una mayoría de los consultados señaló que humanos y dinosaurios coexistieron. En igual sentido más del 20% de sus adultos evidencia un nivel de lectura equivalente al quinto grado lo que se corresponde a una edad promedio de once años de edad  (Erik Hanusek and Paul Peterson, “Why can’t American Students compete with the rest of the world?”, Newsweek, 5 September, 2011; Luce, Op. Cit.).  

                Sexto, el caos de su sistema de toma de decisiones políticas el cual oscila entre la fluidez extrema en lo que atañe a los intereses especiales y a los grupos de presión y el bloqueo extremo en temas de interés nacional. Un ejemplo reciente de lo último condujo al cierre de la Administración Federal y a la amenaza inminente de insolvencia por parte del Estado. 

                  Séptimo, la desconfianza internacional que inspira su liderazgo político. Ello abarca desde el temor global por los efectos de la confrontación entre sus poderes públicos y sus guerras innecesarias “de escogencia” hasta el rechazo a sus actos de espionaje por parte de sus aliados más cercanos.

                   Bajo condiciones como las anteriores parece inevitable concluir que, al igual que las grandes potencias que la precedieron en el tiempo, Estados Unidos se ha adentrado en su fase de decadencia.