Estados Unidos: La plutocracia asediada

            Que el dinero ejerce una influencia desmesurada en la política estadounidense es algo que todos saben. Desde la célebre sentencia de 1866 “Condado de Santa Clara”, emanada de su Corte Suprema de Justicia, las corporaciones de ese país disfrutan de todas las prerrogativas que la Constitución otorga a sus ciudadanos. En tanto tal pueden influir directamente sobre el proceso político y la acción de gobierno. Por vía de sus comités de acción política, de sus lobbies y de los llamados triángulos de acero, han venido ejerciendo por décadas un control desmesurado sobre la toma de decisiones gubernamentales. No en balde Arianna Huffington señalaba: “Existen dos grupos de reglas, una para la clase corporativa y otra para la clase media. La clase media juega limpio y ve desaparecer sus empleos. La clase corporativa ha hecho que su derecho a romper las reglas haya quedado incorporado en la definición de las reglas mismas” (Third World America, New York, 2012). Buen ejemplo de ello lo da Edward Luce, cuando relata que en 2010 General Electric no pago ni un sólo centavo en impuestos, por los más de cinco mil millones de dólares obtenidos en ganancia ese año (Time to Start Thinking, London, 2012).

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            Que el dinero ejerce una influencia desmesurada en la política estadounidense es algo que todos saben. Desde la célebre sentencia de 1866 “Condado de Santa Clara”, emanada de su Corte Suprema de Justicia, las corporaciones de ese país disfrutan de todas las prerrogativas que la Constitución otorga a sus ciudadanos. En tanto tal pueden influir directamente sobre el proceso político y la acción de gobierno. Por vía de sus comités de acción política, de sus lobbies y de los llamados triángulos de acero, han venido ejerciendo por décadas un control desmesurado sobre la toma de decisiones gubernamentales. No en balde Arianna Huffington señalaba: “Existen dos grupos de reglas, una para la clase corporativa y otra para la clase media. La clase media juega limpio y ve desaparecer sus empleos. La clase corporativa ha hecho que su derecho a romper las reglas haya quedado incorporado en la definición de las reglas mismas” (Third World America, New York, 2012). Buen ejemplo de ello lo da Edward Luce, cuando relata que en 2010 General Electric no pago ni un sólo centavo en impuestos, por los más de cinco mil millones de dólares obtenidos en ganancia ese año (Time to Start Thinking, London, 2012).

Plutocracia

            La situación anterior se ha incrementado de manera notoria, ante la acumulación desmesurada de riqueza que se producido en el vértice de esa sociedad durante estos últimos años. El Presidente de Walmart gana más en dos semanas que el empleado de una de sus tiendas en toda una vida (Edward Luce, ya citado). Las cuatrocientas personas más acaudaladas de ese país tienen una riqueza combinada de dos millones de millones de dólares (habiéndose duplicado desde 2003)  y los seis herederos de Sam Walton, el fundador de Walmart, tienen una riqueza conjunta superior a la del 40% de los habitantes del país. Más aún, el 0,1% más rico del país obtuvo los dos tercios de las ganancias obtenidas entre 2002 y 2007 por el 1% más acaudalado que, a su vez, concentró dos tercios de lo ganado durante ese período por la totalidad de la población (Erik Brynjolfsson y Andrew McAffe, The Second Machine Age, New York, 2014).

            Señalar que Estados Unidos es hoy una plutocracia, es decir un sistema político controlado por los más ricos, es una verdad de Perogrullo. En un libro recién aparecido, Jane Mayer relata como desde 2010 un grupo de apellidos como Koch, Mellon Scaife, Olin, Bradley o Lynde se han dedicado a reconfigurar al Partido Republicano a imagen y semejanza de sus intereses económicos (Dark Money, New York, 2016).  Aún está por publicarse algún libro que desnude con igual acuciosidad la relación entre dinero y poder político al interior del Partido Demócrata. Sin embargo nadie duda que algo muy similar ocurre allí también. De hecho, nadie encarna mejor que los Clinton la contrapartida a la distribución del dinero por parte de los súper ricos. Con sus fundaciones, sus conferencias pagadas a precios millonarios y sus cofres de campaña, ellos  - y en este caso Hillary su beneficiaria directa-  son perfecta expresión de una plutocracia bien engranada. Tanto elWall Street Journal como The Atlantic reseñaban recientemente como a raíz de un servicio prestado a UBS en sus tiempos como Secretaria de Estado, Hillary Clinton y su marido han recibido donaciones y contratos multimillonarios por parte de esa institución bancaria.

Quebrando los moldes

            Sin embargo, y de manera increíble, la actual campaña presidencial en ese país está rompiendo todas las reglas de la plutocracia. En lugar de dejar que los ricos sigan pagando y los políticos sigan haciendo el mandado, de lado y lado se está anarquizando al sistema. Por una parte los plutócratas se están lanzando directamente al ruedo electoral para competir con sus apoderados, dispuestos a gastar en ello grandes fortunas. Por otra parte se hace un llamado a la “revolución” contra la plutocracia, socavando con ello las bases de sustentación del modelo. En una esquina no sólo Donald Trump, valiéndose de su fortuna para neutralizar al dinero que controla al Partido Republicano, sino también  Michael Bloomberg, dispuesto a gastar mil millones de dólares para neutralizar al dinero que controla a ambos partidos. En la otra, Bernie Sanders llamando a la insurgencia contra el control político por parte del dinero y apelando para ello a millones de pequeños donativos individuales de campaña.

            ¿Cómo evitar que los políticos tradicionales -Clinton, Bush y compañía- luzcan sorprendidos, falsos y desdibujados? No sólo el piso del escenario se está deshaciendo bajo sus pies, sino que los secretos de su oficio están siendo desenmascarados frente a la audiencia. ¿Cómo competir contra contrincantes que de un lado y del otro se atreven a decir cualquier cosa, sin temor a que se sequen sus fuentes de financiamiento?

            Aún es temprano para predecir el desenlace de esta trama. Sin embargo hay algo que si luce evidente: Para seguir resultando eficaz, la plutocracia estadounidense deberá reconfigurarse por completo.