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Khaddafi se abre al gran capital

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 Khaddafi e Prodi
La reciente decisión de los ministros de Exteriores de la Unión Europea de levantar el próximo mes las sanciones económicas a Libia, ejemplo seguido esta misma semana por la administración Bush en Washington, cierra por completo un ciclo de confrontación entre Khaddafi y Occidente que comenzó prácticamente el día que el coronel libio tomó el poder mediante un golpe de Estado en 1969 y se dispuso a nacionalizar las empresas básicas. (Foto: Khaddafi e o presidente da Comisión Europea, Romano Prodi, Bruselas, 27/04/2004).
 

El aislamiento de Libia por más de dos décadas ha llegado a su fin con el levantamiento de sanciones económicas por parte de la Unión Europea y EEUU. Hace un año, la ONU ya se adelantó en ese sentido. La multinacionales del petróleo y el gas y las firmas financieras que garantizan esos negocios están regresando al “reino de Khaddafi”, quien ha dejado de lado su revolución a favor de la entrada del “gran capital”. Pero los problemas libios tienen que ver ahora con su pobre infraestructura, que hace costosa la inversión extranjera, y el intrigante escenario de la sucesión del “guía máximo”.

Llegó la hora de invertir en Libia. El antiguo “enemigo de Occidente”, acusado de ser baluarte del terrorismo internacional y a quien el presidente George W. Bush amplió con su particular “eje del mal”, está viviendo una frenética etapa de negociaciones entre Muammar al Khaddafi y los gobiernos y multinacionales occidentales, a tenor de los atractivos petroleros, gasíferos y comunicacionales de un país enclavado al norte de África pero con excelentes rutas al Mediterráneo, el Maghreb, Medio Oriente y el África subsahariana.

La reciente decisión de los ministros de Exteriores de la Unión Europea de levantar el próximo mes las sanciones económicas a Libia, ejemplo seguido esta misma semana por la administración Bush en Washington, cierra por completo un ciclo de confrontación entre Khaddafi y Occidente que comenzó prácticamente el día que el coronel libio tomó el poder mediante un golpe de Estado en 1969 y se dispuso a nacionalizar las empresas básicas. En realidad, la apertura a Libia era un hecho que venía consumándose desde hacía tiempo. La ONU levantó las sanciones hace un año, ante los esfuerzos de Khaddafi por entregar a los autores del atentado terrorista de Lockerbie. Posteriormente, el primer ministro británico Tony Blair visitó el país a comienzos de año, seguido en tres ocasiones por su homólogo italiano Silvio Berlusconi. El presidente francés Jacques Chirac y el canciller alemán Gerhard Schröeder anunciaron sus visitas para los próximos meses. Pero la más importante fue la entrevista del secretario de Estado norteamericano Colin Powell el pasado jueves 23 con su homólogo libio Mohammed Abdel-Rahman Shalgam, rompiendo 25 años de incomunicación oficial.

En abril, Washington rompió el velo legal que impedía a sus empresas petroleras iniciar negocios en Libia. Un mes después, Khaddafi fue invitado a Bruselas a una reunión con la Comisión Europea, en un claro indicio de apertura de relaciones.

El precio a pagar

Es obvio que el líder libio se ha dado cuenta de que el aislamiento progresivo no le llevará a buen puerto y que el 11/S cambió por completo el mapa geopolítico mundial. Su mea culpa en los atentados de Lockerbie, la discoteca berlinesa y la línea aérea francesa entre 1986 y 1989 y la entrega de los responsables, permitieron romper la “cortina de hierro” con Occidente.

Desde los bombardeos norteamericanos de 1986, Khaddafi ha dejado de ser una amenazar real para los occidentales. El famoso programa nuclear y químico del líder libio ha empezado a ser desmantelado, bajo supervisión de la ONU y la Agencia Internacional de Energía Atómica, en una especie de colocar sus “barbas en remojo” tras la suerte acaecida por el iraquí Saddam Hussein y la actual crisis con Irán.

El paso dado ahora por Europa supondría autorizar la venta de equipo militar especializado y fragatas, para controlar el flujo de inmigración ilegal que ha convertido a Libia en una importante entrada de clandestinos africanos a Italia, Alemania y Reino Unido. La medida europea fue adoptada por presión italiana, obviamente el país más amenazado en cuanto a la inmigración ilegal, por su estrecha cercanía mediterránea con Libia. La tarea ahora es crear centros de tránsito en suelo libio para frenar la clandestinidad.

La apertura de negocios ha hecho picar adelante a compañías estadounidenses. La firmas bancarias Citibank, American Express y JP Morgan esperan patrocinar los negocios petroleros con el gobierno, especialmente el interés mostrado por ChevronTexaco y Oasis. La línea aérea Continental Airlines obtuvo el permiso del Departamento de Transporte estadounidense para autorizar la conexión de vuelos entre Libia y Holanda desde el pasado 21 de septiembre. En Europa, la francesa Total Fina Elf, la española Repsol YPF y la italiana ENA están a las puertas de jugosos contratos en petróleo y gas natural.

Para Khaddafi, los artífices de la llegada de las inversiones foráneas son su primer ministro Shukri Ghanem y el propio hijo del “guía máximo”, Seif el-Islam, considerado su sucesor. Ghanem proviene de Harvard y fue representante libio ante la OPEP. Siempre fue un convencido de la privatización y animó a los occidentales a realizar negocios en Libia. El hijo menor de Khaddafi, por su parte, no tiene cargo oficial pero mantiene su influencia en la política exterior gracias a la Fundación Khaddafi.

Infraestructuras: tarea pendiente

Con la apertura en la mano, lo que resta por saber es cuánto tiempo y cuánto dinero costará reconstruir un tejido de infraestructuras pobre y dañado por las dos décadas de embargo y aislamiento internacional. Este tema podría afectar parcialmente la actual benevolencia occidental a invertir en el país norafricano.

En este aspecto, Khaddafi ha sido prematuramente astuto a la hora de negociar. Sabe que, con la llegada del capital extranjero, su país se salvará en principio de los onerosos costes de la reconstrucción, los cuales correrán a cargo de las compañías extranjeras.

En el país no existen vías de ferrocarril, ni autopistas y caminos adecuados (aunque muchos de ellos estén pavimentados, especialmente los que llevan a Egipto y Túnez) ni equipamiento idóneo para los barcos y buques y un pésimo estado de la infraestructura eléctrica y de telecomunicaciones, con escasos proveedores de Internet y cables de fibra óptica. Los aeropuertos necesitan reparos en cuanto a tecnología aérea y sistemas computarizados. Se estima que se requieren inversiones iniciales de 8 millardos de dólares cuando los beneficios por concepto de petróleo libio el año pasado llegaron a ser de $14 millardos.

A pesar de la débil infraestructura libia, los inversores extranjeros esperan hacer de este país un “cabeza de puente” del desarrollo que les lleve a otros mercados tanto al norte de África como al sur del Sáhara. Con este nuevo panorama, los viejos sueños de hegemonía política continental de Khaddafi y su revolución pueden hacerse ahora realidad, pero de manera indirecta.

La hora de la dinastía

Como en la Siria de Assad y el vecino Egipto de Mubarak, la Libia de Khaddafi se apresta a asumir la consolidación del poder de la familia del “guía máximo”. La dinastía Khaddafi está en marcha, y ella tiene una pieza clave: el hijo menor Seif el Islam, quien aún no es oficial pero ya fue abiertamente aceptado como el sucesor. Pero también están sus hermanos Saadi, Mohammed, Aicha y Khamis. A sus 62 años, el patriarca Muammar quiere dejar los cabos bien atados.

Todos ellos ocupan altos puestos de poder en su país, por lo que no están exentos de excentricidades y arbitrariedades. Sus ilimitadas utilizaciones de fondos públicos nunca pasaron desapercibidas. Saadi es futbolista y llegó a soñar con fichar profesionalmente con el poderoso Juventus de Turín italiano, a tenor de las acciones de su padre en la FIAT, patrocinante del club. Finalmente, obtuvo una oportunidad en el modesto Perugia.

Mohammed es presidente del Comité Olímpico libio y un importante hombre de negocios. Aicha también hace sus negocios en el campo petrolero, pero destaca más por tener una Fundación de caridad propia y ofrecer una imagen fashion y seductora, a tal punto que la consideran “la Claudia Schiffer” libia. Incluso se le llegó a ver con los niños iraquíes, condenando el embargo de la ONU, y en una manifestación a favor del IRA en Londres, hecho que para muchos evidenció la conexión de Khaddafi con los terroristas irlandeses.

Otros hijos son Khamis y Moatassem, quienes decidieron ingresar en la carrera militar y son miembros de la Guardia especial. Otro es Hannibal, director general de la compañía marítima libia y recientemente arrestado en París por infracciones de tránsito y conducir a rápida velocidad.

Pero la pieza clave del poder sucesorio de “papá Khaddafi” es Seif al-Islam, de 32 años, director de la Fundación Khaddafi. El “niño de los ojos” ofrece una imagen de playboy y yuppie liberal, elegantemente vestido y con ambiciones políticas de alto nivel. Quiere ser la imagen de la Libia moderna en un país donde el 70% de la población es menor de 40 años.

Seif ha realizado sus pinitos internacionales. Su importante participación en la liberación de turistas europeos secuestrados en Filipinas por el grupo Abbu Sayyaf le dio cierto crédito exterior. Egresado de la London School of Economics, Seif el-Islam mantiene los sueños panafricanos y panárabes de su padre y también sus excentricidades políticas. Incluso se ofreció como mediador entre el mundo y Osama bin Laden, en una fantasioso encuentro en las montañas de Waziristán, en Afganistán. También se ofreció recientemente como testigo en el juicio que se le sigue a Saddam Hussein en Bagdad.

Seif el-Islam controla la Compañía Africana de Inversiones, dotada inicialmente de poco más de un millón de dólares, con la cual espera expandir la influencia libia mediante créditos a ONGs africanas y la creación de una unión continental de defensa militar.

Pero lo que empieza a evidenciarse como una realidad sucesoria no deja de ser un juego político intrigante. Las multinacionales y firmas extranjeras ya negocian directamente con Seif y saben que éste tiene el favor paternal para ocupar el poder. Pero, ¿no podría estar gestándose también una silenciosa guerra palaciega entre los hijos de Khaddafi? El tiempo lo dirá.