La China del Dragón

La “Fiesta de la Primavera” anuncia el Nuevo Año chino

Decía Guy Sorman que cuando uno llega a China tiene siempre la sensación de alunizar más que de aterrizar. China es otro planeta, un sitio distinto. A pesar de los cambios y las modernizaciones de las últimas décadas, aseguraba a este periodista francés, Zhao Fushan, uno de los intelectuales más destacados de China, que el alma de un pueblo no puede cambiar tan de prisa, sobre todo cuando se trata del imperio y la civilización más antigua de la Tierra.

Para muestra, un botón. Los chinos están en otro siglo y pasan muy de largo de nuestros bizantinismos sobre si en el año 2000 hemos entrado o no en el siglo XXI. En efecto, nos llevan una ventaja considerable. Aunque adaptados formalmente al calendario gregoriano, impuesto tras la fundación de la República de China en 1912, lo cierto es que aún veneran su propio calendario. Sus siglos nada tienen que ver con el nacimiento de Cristo, y su cómputo ha comenzado en el sexagésimo aniversario del emperador Huang Ti, en el año 2367 a.n.e. El próximo siglo chino empezará en nuestro año 2044.

Según Suzanne White, a diferencia de nuestro calendario, que siempre termina en un 31 de diciembre y comienza el día uno de enero, el año chino es una entidad flexible que nunca empieza o termina dos veces seguidas en la misma fecha. Según esta experta en astrología oriental, el año chino puede terminar en cualquier momento entre la segunda mitad de enero y mediados el febrero. Este año, el ecuador se produce en la noche del 4 al 5 al febrero.

Los chinos también dividen el tiempo de modo diferente. El calendario gregoriano establece siglos de cien años, subdivididos en períodos de diez años, de forma que diez décadas equivalen a un siglo. Sin embargo, los “siglos” de los chinos son de solo sesenta años chinos de extensión, peculiares también porque están subdivididos en cinco períodos de doce años cada uno. Cada uno de estos años se corresponde con un signo animal. El ciclo se inicia con la rata, sigue con el buey, el tigre, el gato, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo, el perro y termina con el cerdo. La secuencia siempre se sucede en el mismo orden. Este año nuevo que ahora comienza es el año del dragón.

La fiesta más importante del mundo chino

Con la política de reforma y la apertura impulsada por Deng Xiaoping a comienzos de los años ochenta, las costumbres han cambiado ligeramente, pero la importancia de la Fiesta de la Primavera se ha mantenido intocable. En el ámbito oficial, una maratoniana gala televisiva especial hará los grandes honores de la ceremonia. Desde hace medio año, un numeroso grupo de actores y logistas preparan un ambicioso programa que comenzará a emitirse a las siete de la tarde del día cuatro, finalizando a altas horas de la madrugada del día cinco. La Televisión Central China ha alquilado cinco satélites para transmitir el espectáculo a todo el mundo chino, incluído Taiwán.

Hasta hace unos años, la que podríamos llamar “noche vieja” se celebraba en familia, alrededor de una suculenta cena, preparada con el rigor y la vistosidad de la gastronomía oriental. En el campo se mantiene aún esta y otras tradiciones, pero en el ámbito urbano los hábitos, especialmente entre los más jóvenes, se han modificado sustancialmente. Cenas poco formales, muy ligeras, preferiblemente en restaurantes, son el primer plato de una noche que culminará para muchos en los muy populares bailes de salón o en las discotecas. Igualmente, no son pocos ya quienes optan por aprovechar los tres días festivos y dedicar el “puente” a hacer turismo, tanto dentro como fuera del país.

En el medio rural, aún importantísimo en la sociedad china actual, el contenido es menos lúdico. El primer día del año nuevo se rinde homenaje a los antepasados, ofreciéndoles presentes en forma de comida. Venerados los difuntos y rendido culto a los dioses quemando incienso en los templos, los más jóvenes deben presentar sus respetos a los mayores. El incremento de la capacidad adquisitiva de los chinos ha transformado los viejos hung pao (sobres rojos con pequeñas cantidad de dinero) en algo más que una propina para asemejarse poco a poco a nuestros “reyes magos”. Por todas partes, el tiro de petardos se convierte en deporte nacional.

El Año del Dragón, un año especial

El dragón, nuestro monstruo medieval, es, para los chinos, su mascota preferida. Bestia compuesta de maravillas o divinidad del agua y de la lluvia, como señaló el profesor Elliot Smith, se trata de una especie fundamental en su mitología. El dragón, como recuerda Donald A. Mackenzie, aparece en mil y una historias y es referencia de mil y un potingues de propiedades curativas. El chino que ve un dragón resultará agraciado por la buena fortuna. Los propios emperadores, como los faraones egipcios, tenían barcas con forma de dragón que utilizaban en las ceremonias de obtención de la lluvia.

Siendo asi, es natural que el dragón esté presente en todas las fiestas de la primavera. Su danza ya era popular en la época de la dinastía Song (960-1279). La máscara y el cuerpo del dragón que se emplean en el baile pueden ser de color dorado, verde, jaspeado o rojo fuego. El dragón puede tener entre nueve y veinticuatro secciones y cada una de estas puede llegar a medir hasta dos metros. Su colorido y movimiento le hacen especialmente vistoso.

Para cualquier chino, cualquiera que sea el lugar geográfico donde se encuentre, la admiración por el dragón forma parte inseparable de su patrimonio vital y cultural. Por ello, esta Fiesta de la Primavera, que inaugura el Año del Dragón, será celebrada por todo lo alto. Toda la tradición destaca su carácter especial. En el pasado, otros años del dragón han dejado su peculiar impronta. En 1964, por ejemplo, se realizó la primera prueba nuclear china; y en 1976, se registró el gran terremoto de Beijing y la muerte de tres figuras míticas de la Revolución: Zhu Enlai, Zhu De y Mao Zedong. Nadie se atreve a aventurar si el presente será bueno o malo, pero en todo caso, anuncian los pronósticos, nunca resultará indiferente.