A inicios de febrero de 1949, ya con la victoria del Partido Comunista sobre el Partido Nacionalista como un hecho, en una paradigmática muestra del pésimo nivel de objetividad y de conocimiento de la realidad de parte del periodismo norteamericano, Time señalaba que aquel joven, Mao Zedong, llegado de la provincia de Hunan había logrado “rehacer”¦ [el] mapa [del mundo] con una pluma de acero zambullida en sangre. Mao Tse-tung [Zedong] estaba añadiendo China al dominio del comunismo mundial.” Lejos de ser producto de la mente perversa de Mao, o algo por el estilo, los acontecimientos de ese año eran solamente un estadio más en la larga lucha por definir el futuro de China de forma independiente, arduo proceso que se remontaba a poco más de un siglo atrás en el contexto de desastres naturales, rebeliones campesinas, ineficiencia del gobierno imperial y agresivos embates de las potencias extranjeras.
Lejos del simplismo de la revista estadounidense, la historia de China no ha sido binaria de buenos contra malos, capitalistas contra socialistas, pueblo-partido contra nacionalistas-imperialistas; por el contrario, ha sido un proceso multifacético donde, inclusive, las masas no siempre han caminado al lado del partido.
A 30 años de su deceso y pese a lo escatológico que pudiera parecer, el ejercicio de evaluar el pasado, presente y futuro de Mao Zedong, 1893-1976, de su pensamiento como se dice en el canon oficial, es un ejercicio fructífero por lo menos en tres sentidos: primero, permite recapitular sobre el pasado de China a través de una figura esencial de su historia; segundo, se pone en la balanza las diferentes maneras de estudiar a China; tercero, el más importante, permite enunciar propuestas para su estudio. Partiendo de lo anterior, en las páginas que siguen abordo algunos elementos importantes: elaboro una sucinta comparación entre la época de la juventud de Mao y la actual, la del inicio del siglo XXI; el impacto actual de su pensamiento, tanto en China como en el mundo; finalmente, explico su aportación en aspectos esenciales de la construcción de la nueva sociedad, por lo que enfatizo lo relativo a la rectificación de los nombres. No me ocupo sustancialmente de su vida, sobre la cual ha surgido de manera paulatina mucha información.
Mao, nacido el 26 de diciembre de 1893 en el pequeño poblado de Shaoshan en la provincia de Hunan, pese a ser un pésimo soldado de los ejércitos hasta hacia poco imperiales Qing, mostró una gran persistencia para formar un ejército que resistió todas las inclemencias naturales y humanas, inclusive por mucho tiempo el desinterés de las masas que pretendía liberar; nunca llegó a ser un intelectual distinguido, además de que despreciaba a todos aquellos que pudieran caber en esa categoría, pero sus palabras, recitadas por millones sobre todo durante la Gran Revolución Cultural Proletaria (1966-1969), son muestra de su gran voluntad para lograr sus objetivos, además de que adquirieron un gran poder movilizador que muy pocas plumas han logrado.
A la muerte de Mao, 9 de septiembre de 1976, a los 82 años, pocas cosas estaban claras, era imposible saber los resultados de antemano, sobre todo lo relacionado al grupo que terminaría dominando el aparato político-partidario-militar y, en función de lo anterior, el rumbo económico que el país podría seguir, aunque se podría vislumbrar a condición de estar informado de lo que pasaba en el campo y la conformación de los grupos palaciegos de Zhongnanhai, lugar de residencia de los gao ganbu (cuadros altos).
Similitudes y diferencias entre la China actual y la de la juventud de Mao
La China de la juventud de Mao Zedong, sobre todo la de las dos primeras décadas del siglo XX, se parece más a la de inicios del siglo XXI que a la China por él imaginada. La afirmación se puede constatar al menos en los siguientes aspectos:
1. Al igual que en el amanecer de la centuria pasada, en las actualidad las relaciones en el mundo entre las sociedades y los gobiernos están reconfigurándose, sobre todo buena parte de las primeras tratan de abandonar los atavismos. Es discutible si se avecina un conflicto internacional de gran envergadura, lo que es incuestionable son los cambios en las relaciones de fuerza existentes entre los estados y las grandes transformaciones identatarias que viven las sociedades, en gran parte gracias a los procesos migratorios. Las sociedades y los gobiernos de nuestros días ya no pueden, por lo menos sin que todos lo crean, alegar homogeneidad y deseos de lograr de manera factible la unicidad cultural (religiosa, lingüística, étnica).
2. En China la influencia intelectual externa, sobre todo en materia de educación y economía, es enorme, lo que no quiere decir una aceptación completa de todo lo foráneo.
3. La mayoría de los conocimientos y habilidades vitales para sobrevivir y destacar en el antiguo orden socioeconómico dominante entre 1949 y 1979 son, por decir lo menos, considerados por los grupos económicos dominantes como una atrofia.
4. Existen muchas expresiones políticas no gubernamentales soterradas, de gran debilidad y de influencia por demás limitada que en el futuro cercano se manifestarán con gran fuerza y posiblemente cambiarán sustancialmente al país.
5. Se vive una revolución, en la actualidad en su mayor parte pacífica, en la cual toma parte prácticamente todo elemento conforma la sociedad china.
6. La identidad de los chinos está en profunda transformación. Se vive una reconfiguración de las identidades como se empezaron a construir a mediados del siglo XIX y la identidad dominante está siendo socavada incluso por sus propios componentes.
Las diferencias no podrían ser más abismales:
1. La interrelación con el exterior no registra los niveles de violencia que se vivieron hace un siglo, pero sobre todo no estamos ante la presencia de una presa fácil para los poderes internacionales.
2. Las entidades estatales, aún en gran medida diseñadas bajo influencia maoísta, están en franca renovación. En lugar de convertirse en traba, se han transformado y han mostrado su racionalidad en materia de gobernabilidad.
3. Las fuerzas sociales y políticas centrífugas no tienen aún la fuerza con la que contaban en el pasado.
4. China abarca un espacio antes solamente imaginado.
5. El poder central, encabezado por el Partido Comunista, controla en lo sustancial la política y la economía.
6. El lugar de China en el mundo, prácticamente en todo nivel, desde el ocupado en los organismos internacionales hasta su influencia cultural, no podía ser más desigual; no obstante, en la actualidad es envidiable su sitio respecto a la centuria anterior.
Impacto del pensamiento de Mao
Por los no tan simples hechos de haber llegado a ser el dirigente principal de la revolución y principal gobernante hasta su muerte en 1976, la presencia en China de Mao Zedong será permanente, aunque intermitente. La misma dependerá de los siguientes factores, al menos destaco los más importantes:
1. Utilidad política que el grupo o grupos políticos dominantes encuentren a su figura.
2. La permanencia y espacio que ocupe su figura dentro del sistema educativo, sobre todo en la transmisión del mito y de los hechos; lo cual, en buena medida, está en función de la primera variable.
3. Es poco probable que las generaciones actuales en el poder y por lo menos las dos próximas, recurran de manera decidida a su pensamiento para sustentar sus acciones.
4. No obstante lo anterior, no se descarta en algún momento el surgimiento, sobre todo fuera del aparato de Estado, de grupos descontentos, particularmente perjudicados en lo material por las políticas oficiales, que de diferentes maneras se podrían enfrentar a las instituciones estatales recurriendo al arsenal conceptual de Mao.
A nivel internacional el impacto de Mao fue enorme sobre grupos políticos que buscaban el poder por diferentes vías, sobre todo en los años sesenta y setenta del siglo XX. Paradójicamente, el éxito y permanencia de los grupos reivindicadores de alguna forma de parte de la herencia maoísta fueron grupos urbanos, específicamente en grandes concentraciones citadinos de lugares mexicanos como la capital y Monterrey, pero no solamente. Por si fuera poco, llegó a inspirar más a intelectuales europeos que del Tercer Mundo. En términos generales, bajo el impacto de las políticas de Deng Xiaoping y sus fracasos nacionales, todos los grupos relacionados con el maoísmo entraron en un terrible proceso de descomposición política que, en su mayoría, terminó en su desaparición a veces precedida por actividades extremadamente violentas destinadas al fracaso, como ha sido en Perú, o sumidos en un impasse sin miras de solución, Nepal; o han renegado, no siempre explícitamente, del maoísmo y se han embarcado en las más extrañas alianzas políticas con el fin de ser parte a como de lugar del “parlamentarismo burgués”, como ha acontecido en México.
Imposible esperar, durante un lapso muy, muy largo que el pensamiento de Mao tenga influencia alguna, así sea mínima, en el plano internacional. Es imposible debido a diversos factores, uno de ellos muy importante es el discursivo fundamentalista que rechaza cualquier discurso conscientemente politizado y anti-stablishment. Por lo demás, se necesita una enorme dosis de buena fe, una gran simpatía por él, o requerir utilizarlo para defender o justificar algo como para encontrar en sus textos algo más que destellos de originalidad o grandeza. Peor aun, es típico de sus textos estar aquejados de un enorme divorcio entre teoría y práctica: al adecuado diagnóstico de las Grandes contradicciones sigue la aplicación de la eutanasia con el Gran Salto Adelante.
A largo plazo, una vía para cerrar heridas es construir una explicación del pasado más adecuada para un mejor porvenir, lo cual deberá pasar por la desacralización. Mao y su legado, durante los siglos porvenir, estarán en disputa y serán interpretados de diferente forma, un poco a la manera que intermitentemente se recurre a la construcción de un pasado mítico para dar forma a la identidad china o se retoma a algún personaje para explicar la conducta política propia o de otros, como el caso de Confucio (551 a.n.e ““ 479 a.n.e), o de los grandes rebeldes que dirigieron levantamientos campesinos, como hizo Liu Bang (247 a.n.e – 195 a.n.e.). La desacralización es un proceso lento, la mayoría de las ocasiones, y siempre difícil. Evoluciona a contracorriente de poderosos intereses políticos y económicos.
Rectificación de los nombres
Escrito de forma esquemática, durante siglos China se ha debatido y formado, primero que nada, entre legalismo y confucianismo; y posteriormente entre las fuentes intelectuales nativas y las aportaciones no chinas, del budismo al marxismo. No se trata de fuerzas siempre contrapuestas, mutuamente excluyentes. La historia de China, en ocasiones explicada erróneamente en función solamente de las aportaciones confucianas, es un complicado tejido de eventos y de aportaciones intelectuales de diferente origen que han forjado esa nación como hoy la pretendemos conocer.
Perteneciente a ese contexto, el pensamiento Mao no se formó en el vacío, pero tampoco es producto unilineal de una sola tradición política; por el contrario, el aparato conceptual de Mao es una construcción intelectual cuyos cimientos son diferentes tradiciones, sobre todo la nativa confuciana-legalista con la proto-estaliniana, las que se entrelazan desde sus bases.
A partir de lo anterior es posible encontrar, al menos desde mi perspectiva, la aportación teórico-práctica más profunda y duradera de Mao a su entorno a partir del triunfo de 1949 al combinar la idea marxista de que las sociedades están compuestas de clases sociales opuestas que se enfrentan en una lucha que tiene como ejes sustanciales la explotación y la lucha por el poder con la rectificación confuciana de los nombres.
¿Cómo se unen ambas tradiciones en el pensamiento y actividad de Mao?
En su explicación más amplia, no puramente lingüística, la rectificación a la que se hace mención en la parte 13 del documento conocido como Las Analectas es el constituir una relación vertical y autoritaria entre gobernantes y gobernados de prácticamente cero movilidad sociopolítica, lo que embona perfectamente con la idea de una sociedad estratificada y binaria de clases sociales contrapuestas, irreconciliables. El gobierno chino, sobre todo durante la década de los cincuenta, con el auspicio intelectual y político del Gran Timonel, llevó adelante una rectificación sociopolítica de los nombres, proceso del cual ya habían sido realizados ensayos sobre todo durante los cuarenta en la norteña Yan”™an, bastión de las fuerzas del Partido Comunista.
En la China posrevolucionaria los seres humanos fueron rectificados binariamente en revolucionarios y contrarrevolucionarios, de forma tal que no había posibilidad de escapar a la clasificación gubernamental, y que es además un etiquetamiento sociológico heredado a los descendientes de los rectificados enemigos de la revolución, como se pude ver, por ejemplo, en el filme China mi dolor (Da Sijie, 1989) cuando un niño suple a su abuelo en la tarea de barrer las calles, castigo que reciben los enemigos del pueblo.
Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, la vieja rectificación se ha hecho cada vez más difusa para dar paso paulatino a una nueva clasificación donde las personas serán puestas como en el pasado, de acuerdo a elementos económicos, su lugar en la producción, e ideológicos, su lealtad con el país. La gran diferencia será la mayor flexibilidad, donde lejos de las similitudes con un sistema de castas, teóricamente e institucionalmente será más fácil escalar socialmente sin temor a ser tachado como enemigo del pueblo, temor que no será totalmente desterrado durante un largo periodo.
Mientras que en lenguas occidentales, fundamentalmente inglés, google nos da apenas 1, 920,000 referencias, 1300 de ellas en México, en chino simplificado existen 16, 500,000 de referencias sobre Mao, no todas ellas originadas en China. Se trata solamente de un indicador de la presencia limitada del dirigente chino en el mundo de hoy, pero que nos alienta a dirigir nuestra vista más al futuro que al pasado; lo que quiere decir, entre otras cosas, romper nuestros esquemas y construir nuevas formas de analizar la realidad social china, proceso que debe ser facilitado por nuevos enfoques en la manera en como estudiamos el pasado y sus personajes.