Entre 1860 y 1932 el Partido Republicano resultó virtualmente hegemónico en Estados Unidos. Excepción hecha de las presidencias demócratas de Cleveland y Wilson, los republicanos controlaron la Casa Blanca durante 58 de esos 72 años. A partir de 1932 la contabilidad se equilibra con una ventaja para los demócratas. En efecto en los 83 años transcurridos desde entonces los republicanos han gobernado 36 años frente a 46 de los demócratas. Los indicios parecen mostrar que la ventaja de estos últimos habrá de ampliarse. En efecto, los demócratas disfrutarían de una mayor opción de cara a las elecciones presidenciales de 2016.
Entre 1860 y 1932 el Partido Republicano resultó virtualmente hegemónico en Estados Unidos. Excepción hecha de las presidencias demócratas de Cleveland y Wilson, los republicanos controlaron la Casa Blanca durante 58 de esos 72 años. A partir de 1932 la contabilidad se equilibra con una ventaja para los demócratas. En efecto en los 83 años transcurridos desde entonces los republicanos han gobernado 36 años frente a 46 de los demócratas. Los indicios parecen mostrar que la ventaja de estos últimos habrá de ampliarse. En efecto, los demócratas disfrutarían de una mayor opción de cara a las elecciones presidenciales de 2016.
¿Por qué ganaron las elecciones parlamentarias del 2014?
Esta última aseveración pareciera ir a contracorriente del triunfo obtenido por los republicanos en las pasadas elecciones parlamentarias de 2014. En esa ocasión dicho partido no sólo obtuvo su más contundente victoria electoral en la Cámara de Representantes desde el año de 1928, sino que también ganó, aunque de manera más modesta, en el Senado. ¿Cómo puede afirmarse entonces que el viento sopla a las espaldas de los demócratas para las próximas elecciones presidenciales? Comencemos por contextualizar el triunfo republicano en las legislativas de 2014 para luego analizar los elementos que favorecen a los demócratas para las presidenciales del 2016.
La victoria republicana en la Cámara de Representantes no guarda necesariamente correlación con el nivel real de fortaleza de dicho partido. Ello en virtud de dos consideraciones. La primera es que la configuración de los distritos electorales a nivel nacional favorece a los republicanos. Tal situación se remonta al triunfo de este partido en las asambleas legislativas estadales del año 2010. Dado que el rediseño de los distritos electorales cae en mano de las asambleas legislativas de los estados, los republicanos se aprovecharon de esa victoria para modificar gran parte de esos distritos en términos favorables a sus núcleos poblacionales. La segunda razón es que la base poblacional demócrata se encuentra fuertemente concentrada en los grandes centros urbanos a expensas de una distribución más equitativa en el conjunto del país. Ambos factores crean, de partida, un sesgo favorable a los republicanos en relación a la elección de los miembros de la Cámara de Representantes.
A su vez, el triunfo republicano en el Senado en 2014 estuvo fuertemente influido por la combinación de dos elementos. El elevado número de retiros por parte de senadores demócratas en funciones y el menor nivel de participación en unas elecciones legislativas desde el año de 1942. Lo primero abrió un importante frente de vulnerabilidad a los demócratas, en la medida en que los senadores que se presentan a reelección rara vez son derrotados. Lo segundo porque la baja movilización electoral favorece usualmente al voto castigo, que es el más motivado. En este caso dicho voto se dirigió esencialmente en contra de las fallas evidenciadas en la implementación inicial de la Ley de Salud Pública de la Administración Obama. Desde luego, esto último influyó también en relación al triunfo republicano en la Cámara de Representantes.
¿Por qué se encuentran en desventaja frente a las elecciones presidenciales del 2016?
Si el triunfo republicano en 2014 no es necesariamente trasladable a las presidenciales del 2016, cabría preguntarse entonces de que ventajas disfrutan los demócratas de cara a estas últimas. Tales ventajas son las mismas de las que disfrutó Obama frente a Romney en la confrontación de 2012. El extremismo republicano en materia de costumbres e inmigración y su rechazo a las políticas sociales se identifican con un sector específico de la población a expensas de enfrentar a muchos otros. El suyo es un voto mayoritariamente blanco, preferente masculino y de edad adulta que antagoniza de manera significativa a mujeres, homosexuales, hispanos, asiáticos, negros y jóvenes.
Basta con destacar tres hechos. La fuerte campaña republicana en contra de los servicios de salud asociados a la planificación familiar; sus posturas anti inmigratorias y el situarse en la acera de enfrente a la población de menores recursos. Lo primero no sólo los enfrenta a una amplia mayoría de la opinión pública sino que antagoniza a una mayoría de la población femenina del país, según indica una encuesta de Reuters/Ipsos del 19 de agosto pasado. Lo segundo los coloca en choque de trenes con un 20% de la población del país de origen hispano o asiático. Lo tercero les sustrae a una parte muy importante del 15% poblacional representado por los hispanos y del 12% representado por los negros.
El repliegue del Partido Republicano hacia sus espacios medulares y la fuerza creciente de un sector radicalizado dentro del mismo que no se muestra dispuesto a negociar sus principios, no les augura nada bueno en relación a las elecciones presidenciales del año próximo.