¿Porqué Estados Unidos abandona al Medio Oriente?

En estas últimas semanas la prensa internacional ha venido insistiendo sobre el distanciamiento de Washington frente al Medio Oriente y en particular con los estados árabes. El reciente desacoplamiento de Arabia Saudita de la órbita estadounidense, como resultado de lo que percibe como el abandono a sus aliados en la región por parte de aquel, se inscribe dentro de este capítulo. La renuencia de Obama a implementar su propia línea roja frente a Siria, unida a la resistencia del Congreso y de la opinión pública a dejarse involucrar en otro conflicto en esa región del mundo, dejaron claro el estado de ánimo predominante en ese país. No en balde en un discurso pronunciado en días pasados, con ocasión de los 40 años de la implantación de la planificación estatal en Francia, el Primer Ministro de ese país Laurent Fabius señaló: “Estados Unidos no parece ya dispuesto a dejarse absorber por crisis que no responden a la nueva visión de su interés nacional”. La pregunta obvia a formularse es la siguiente: ¿Qué cambió?

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En estas últimas semanas la prensa internacional ha venido insistiendo sobre el distanciamiento de Washington frente al Medio Oriente y en particular con los estados árabes. El reciente desacoplamiento de Arabia Saudita de la órbita estadounidense, como resultado de lo que percibe como el abandono a sus aliados en la región por parte de aquel, se inscribe dentro de este capítulo. La renuencia de Obama a implementar su propia línea roja frente a Siria, unida a la resistencia del Congreso y de la opinión pública a dejarse involucrar en otro conflicto en esa región del mundo, dejaron claro el estado de ánimo predominante en ese país. No en balde en un discurso pronunciado en días pasados, con ocasión de los 40 años de la implantación de la planificación estatal en Francia, el Primer Ministro de ese país Laurent Fabius señaló: “Estados Unidos no parece ya dispuesto a dejarse absorber por crisis que no responden a la nueva visión de su interés nacional”. La pregunta obvia a formularse es la siguiente: ¿Qué cambió?

            Varios factores responderían a la pregunta anterior, pero dentro de ellos destacan tres. El primero, y más obvio, es el desgaste producido por los costos humanos y materiales de las guerras de Irak y Afganistán. A los varios miles de muertos e incontables heridos se añadirían el 1,3 millón de millones de dólares gastados en esos conflictos, el segundo de los cuales aún continúa. Nada más natural que la saturación de los estadounidenses con respecto a lo que ocurre en esa región del planeta. Sólo Israel, país en torno a cuya defensa e intereses vitales existe un consenso de vieja data entre Demócratas y Republicanos, se salvaría de ese nuevo aislacionismo. Pero aún así Washington parece estarle dando clara prioridad a sus intereses por sobre los de Jerusalén en las negociaciones nucleares con Irán, lo que en sí mismo marcaría un hito histórico. 

 

            El segundo factor sería la pérdida de significación del petróleo del Medio Oriente en los intereses nacionales de Estados Unidos. A cuarenta años del embargo petrolero árabe que sucedió a la guerra del Yom Kippur, el cual condicionó la dependencia geopolítica hacia esa región, Estados Unidos avanza aceleradamente hacia la autosuficiencia energética gracias a la revolución del esquisto. De hecho, de acuerdo a la Agencia Internacional de Energía el próximo año Estados Unidos se convertirá en el primer productor mundial de petróleo, cosa que de acuerdo a algunos analistas ocurrió ya.

 

            El tercero, y probablemente más significativo de los factores, es el cambio de orientación en las prioridades de la política exterior estadounidense. Luego de haber focalizado su atención obsesivamente en el Medio Oriente, a expensas de no prestarle demasiada al emerger de China, Estados Unidos se encuentra con que dicho país le está ladrando en la cueva. Ojalá sin embargo Washington coloque la rivalidad con China en su justo contexto -el económico- y no busque darle contenido bélico a sus diferencias, como ocurrió en el Medio Oriente. A fin de cuentas, sólo invirtiendo domésticamente en infraestructuras, educación o capital físico, amén de alta tecnología, Estados Unidos podrá confrontar exitosamente el reto chino.