Taiwan y la diplomacia china de vecindad

El histórico encuentro celebrado en Singapur entre los máximos líderes de China continental y Taiwan, Xi Jinping y Ma Ying-jeou, muestra una significativa dimensión bilateral pero también de alcance regional y global. En efecto, de una parte, el Partido Comunista sale en auxilio del viejo enemigo, el nacionalista Kuomintang, a fin de intentar mejorar sus expectativas electorales demostrando ante la opinión pública que es el partido idóneo –frente al soberanista Minjindang de Tsai Ing-wen- para manejar las siempre delicadas relaciones bilaterales. Desde la derrota electoral de noviembre de 2014, el KMT arrastra una grave crisis de liderazgo. Los sondeos de opinión de cara a las elecciones legislativas y presidenciales de enero vaticinan un fiasco mayúsculo que supone también un revés considerable para la estrategia continental de acercamiento que tiene en el KMT su principal punto de apoyo.

El histórico encuentro celebrado en Singapur entre los máximos líderes de China continental y Taiwan, Xi Jinping y Ma Ying-jeou, muestra una significativa dimensión bilateral pero también de alcance regional y global. En efecto, de una parte, el Partido Comunista sale en auxilio del viejo enemigo, el nacionalista Kuomintang, a fin de intentar mejorar sus expectativas electorales demostrando ante la opinión pública que es el partido idóneo –frente al soberanista Minjindang de Tsai Ing-wen- para manejar las siempre delicadas relaciones bilaterales. Desde la derrota electoral de noviembre de 2014, el KMT arrastra una grave crisis de liderazgo. Los sondeos de opinión de cara a las elecciones legislativas y presidenciales de enero vaticinan un fiasco mayúsculo que supone también un revés considerable para la estrategia continental de acercamiento que tiene en el KMT su principal punto de apoyo.

Por otra parte, el PCCh, ante las previsibles dificultades posteriores con una presidencia taiwanesa en manos no tan amigas, decidió dar un paso al que se resistía para cerrar la estructura del diálogo bilateral, aunque su futuro final es incierto. A mayores, dos mensajes. Primero, la apuesta por el diálogo para resolver las diferencias; segundo, dicho diálogo debe basarse en el llamado Consenso de 1992 (solo existe una China aunque cada parte la interpreta a su manera), que rechazan los soberanistas.

El problema de Taiwan es clave en la política china. No existe sueño chino sin Taiwan. Y la modernización del país, aun cuando China lograra la supremacía mundial, estará incompleta si este asunto, asociado a las humillaciones derivadas del periodo de declive (cesión a Japón en 1895 por el Tratado de Shimonoseki), no se sustancia volviendo al regazo de la Gran Tierra. Lo que Xi Jinping pretende es sentar las primeras bases para abandonar el ambiguo statu quo actual surgido tras el final de la guerra civil china.

Cara y cruz de una misma estrategia

Taiwan forma parte de los “intereses centrales” de China, como también lo son otros enclaves territoriales situados en unas costas por donde históricamente penetraron las fuerzas de países rivales que la precipitaron en la decadencia. Para satisfacer sus ambiciones, China ha trazado una doble estrategia que complementa los intereses económicos con aquellos otros relacionados con la seguridad. La diplomacia de vecindad es una de las grandes novedades en la estrategia exterior china en tiempos de Xi Jinping. Su extranjero próximo es un trampolín para dar el salto a la supremacía global.

Los conflictos territoriales en los mares de China son bien conocidos. Los principales le enfrentan con Japón (islas Diaoyu/Senkaku) y con Vietnam y Filipinas (islas Spratly/Nansha y Paracel/Xisha). China continental (República Popular China) y Taiwan (República de China) defienden idénticas posiciones en este aspecto pero son incapaces de una coordinación política de sus reclamaciones. Antes de reunirse con Ma Ying-jeou, Xi Jinping visitó Vietnam para evitar que Hanoi se sume a un frente anti-chino al que podría unirse India, con quien tiene pendientes algunos litigios fronterizos.

En las aguas meridionales, China viene desarrollando en los últimos años una estrategia de consolidación de lo que considera sus derechos de soberanía mediante la transformación de arrecifes y el afloramiento de islas artificiales de uso militar potencial. Estas acciones son vistas con recelo por parte de sus vecinos quienes temen que una China más poderosa sea también una China más agresiva.

Beijing prima la utilización de la economía como arma esencial para desanudar estos problemas y evitar que se compliquen al tiempo que consolida posiciones de influencia. Desde la llegada al poder de Xi Jinping (2012), la revitalización de la Ruta de la Seda, con sus versiones terrestre y marítima, constituye el proyecto estrella, avalado por diferentes mecanismos de financiamiento, incluido el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII).

Pero, además, las autoridades chinas contemplan la puesta en marcha de diversos corredores económicos que enlazarían China con Rusia a través de Mongolia, China con Eurasia, China con Asia Central y Occidental, la península de Indochina, China con Brasil y China con Bangladesh pasando por India y Birmania.

 

Con estas iniciativas, China pretende realizar millonarias inversiones para construir infraestructuras, incrementar sus lazos con el resto de Asia y con Europa y reforzar su posición como centro comercial regional. Todo ello le granjeará una mayor influencia regional y global.


La hipoteca de la seguridad

El signo del siglo XXI se decidirá en Asia. La estrategia estadounidense de “reequilibrio” de la región con el doble ariete del Acuerdo Transpacífico o TPP –que excluye a China- y un reforzamiento de su presencia militar en la zona con un papel más activo en los litigios territoriales que enfrentan a Beijing con algunos de sus vecinos, representa un importante desafío para el Partido Comunista. La visita de Estado de Xi Jinping a EEUU en septiembre último no despejó dudas y mantiene las espaldas en alto.

La estrategia china de respuesta es multilateral. Tanto contempla la mejora sustantiva de sus capacidades militares, especialmente marítimas, como el impulso de nuevos acrónimos como la CICA (Conferencia sobre Interacción y Medidas de Confianza en Asia) o la RCEP (Asociación Económica Integral Regional), una plataforma económica que excluye a EEUU, como la firma y mejora de diversos TLCs (con los países de ASEAN, con Japón y Corea del Sur, etc). 

China necesita un entorno pacífico para desarrollar sus estrategias económicas, complementarias de su reforma interior. La transformación de su modelo de desarrollo es inseparable de la apertura de canales externos para drenar sus excesos de capacidad en numerosos sectores. Existe un claro hilo de continuidad entre ambas políticas. El agravamiento de las tensiones territoriales puede perjudicar la consecución de dichos objetivos. Es por ello que deberá conducirse con extrema prudencia utilizando sus holgadas capacidades tanto para neutralizar hipotéticos bloques de oposición como para desactivar los principales focos de tensión que pudieran nublar las expectativas de recuperación de la grandeza perdida. Para los países vecinos, ese vaticinado regreso triunfal de China a la Historia no debiera suponer el retorno de los “reinos tributarios” o cualquier expresión similar de soberanía limitada.