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Turquía en su hora decisiva

Manifestación en Estambul, clic para aumentar
Tras la votación parlamentaria, las elites laicas e islamistas se lanzaron a las calles a realizar multitudinarias manifestaciones, cada una por su lado. Por lo tanto, la pugna inicial entre Erdogan y los militares dio paso a un pulso social en las calles, cuya finalidad mediática parecía limitarse a la capacidad de convocatoria de los actores involucrados en la crisis. (Foto: Opositores al candidato a la presidencia del gobierno en una manifestación en Estambul el 29 de abril de 2007).
 

Los recientes acontecimientos en Turquía revelan un acelerado movimiento del péndulo político en un año electoral que se presume clave para descifrar la definitiva orientación nacional para los próximos cinco años. Esta coyuntura puede determinar ciertos cambios en la posición geopolítica turca y en sus negociaciones con la Unión Europea.

La crisis se manifestó a la hora de designar al sucesor del actual presidente, Ahmed Necdet Sezer, el primer civil en ocupar este cargo en la historia republicana turca, cuyo mandato finalizaba el 12 de mayo. Por tradición, el puesto presidencial quedaba en manos de un veterano militar.

Constitucionalmente, la designación de un nuevo presidente se realiza en una votación en la Asamblea Nacional, bajo la atenta mirada de la casta militar, que se abroga unilateralmente el derecho de garantizar el cumplimiento del artículo 2 de la Constitución turca, que preserva el carácter laico y republicano.

En principio, el primer ministro islamista Recep Tayyip Erdogan especuló con su propia candidatura, pero las presiones por debajo de la mesa motivaron a que se decantara por su ministro de Asuntos Exteriores, Abdulláh Gül.

Del Parlamento a la calle

La primera votación parlamentaria realizada el pasado 27 de abril designó a Gül como presidente, apoyado por la mayoría del partido islamista de la Justicia y el Desarrollo, AKP, gracias a la presencia de sus 354 diputados de los 550 que componen el poder legislativo.

La votación parlamentaria se llevó a cabo sin el quórum suficiente debido al boicot de la oposición, liderada por Deniz Baykal y el Partido Republicano del Pueblo, CHP, contrarios a la nominación de Gül. Ante la falta de quórum, el Tribunal Constitucional invalidó esta votación.

La posibilidad de que se creara un gobierno islamista bicéfalo, con Gül de presidente y Erdogan como primer ministro, así como la posible victoria electoral legislativa del AKP en las elecciones inicialmente pautadas para noviembre próximo, inquietó a la poderosa casta militar, que mostró a través de su página web, horas después de la votación parlamentaria, su inconformismo y "preocupación" con la designación de Gül.

El peso decisivo de la Presidencia de la República está determinado por ser un cargo consultivo influyente dentro del Consejo de Seguridad Nacional, principal escenario de la toma de decisiones en Turquía, donde prevalece abrumadoramente la fortaleza del componente militar.

En este sentido, el presidente cuenta con poderes de veto sobre determinadas leyes, es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, nombra a los miembros del Tribunal Constitucional y a los rectores universitarios, así como puede modificar la Constitución con el apoyo parlamentario.

El temor de los militares

Con estas facultades presidenciales, para la casta militar resultaba un evidente factor de preocupación el verse liderados en las altas instancias del poder por un gobierno islamista que, según sus percepciones, "amenaza la integridad nacional y el carácter laico del Estado turco" a través de una "agenda oculta" destinada a "islamizar a Turquía".

Tras la votación parlamentaria, las elites laicas e islamistas se lanzaron a las calles a realizar multitudinarias manifestaciones, cada una por su lado. Por lo tanto, la pugna inicial entre Erdogan y los militares dio paso a un pulso social en las calles, cuya finalidad mediática parecía limitarse a la capacidad de convocatoria de los actores involucrados en la crisis.

Pero lo que encierra en realidad la preocupación militar es la inquietud por ver desplazado su peso político a favor de un gobierno islamita moderado, con la capacidad política y legitimidad social suficiente para llevar adelante una serie de reformas que podrían modificar la Constitución y propiciar un mayor pluralismo democrático.

Este desplazamiento paulatino del poder de la casta militar, popularmente conocida como los "pasas", afectaría también a un entramado industrial fuertemente ligado a los sectores militares y empresariales afines. Esto explica parte de las tensiones bursátiles y en los mercados de valores ante la crisis política en un país considerado potencia emergente.

Como medida de solución parcial, que poco ayuda a concretar una solución definitiva y que más bien parece aparcar temporalmente el enfrentamiento, Erdogan cedió ante las presiones militares, aceptando el rechazo de la candidatura de Gül, adelantando las elecciones legislativas para el 22 de julio y anunciando una posible modificación constitucional que permite elegir al presidente de la república por medio del voto popular y no del Parlamento.

Dos modelos para un país

La crisis política turca descubrió también un conflicto de identidades que determina la presencia de varios países en uno. Por un lado está la Turquía en la que renace el sentimiento religioso, tras más de ocho décadas de secularismo y republicanismo, y que ha logrado conformar una interesante clase media profesional y empresarial.

Otro país es el que manifiesta una Turquía enfocada en la preservación de los valores laicos, así como de la rígida estructura burocrática y administrativa y el peso político de los militares. Es la Turquía de las elites seculares, con una fuerte tradición de gobierno que se remonta a las etapas reformistas del Imperio Otomano desde el siglo XVIII.

Aquí también afloran diversos enfoques, que van desde la preservación del "kemalismo", ideología oficial heredera del legado del fundador de la República turca, Mustafá Kemal Atatürk y conformada por el partido CHP, hasta movimientos nacionalistas, algunos extremistas, socialdemócratas de izquierda y liberales.

Desde la perspectiva democrática, resulta inobjetable que Erdogan y el AKP han demostrado un fiel respeto a los valores democráticos y constitucionales, dentro de una orientación pragmática y moderada, destinada a realizar diversas reformas y modificaciones que Turquía necesita para reformar su monolítica estructura de poder.

En este sentido, no parece existir el presunto "viraje" de Erdogan hacia una "islamización" del país ni tampoco hay evidencias de que lo será en el futuro. La orientación islámica y reformista del AKP, cuyo peso demográfico ha sido notorio en los últimos años con el éxodo rural desde Anatolia a los grandes centros urbanos del occidente del país, comulgó con el carácter laico estatal, moldeando una especie de "Islam laico".

Este factor estuvo legitimado por la impresionante red benéfica asistencial del AKP hacia las clases más desfavorecidas y la labor de las cofradías religiosas y la clase media profesional "islamista" en configurar una variante moderna del Islam turco. El resultado ha sido la mayoría electoral del AKP, que le ha otorgado a Turquía cinco años de estabilidad gubernamental tras varios años de gobiernos con escasa mayoría parlamentaria.

Resulta paradójico que, a pesar de su carácter islamista, diversos sectores dentro y fuera de Turquía han considerado al AKP como una especie de partido conservador más que reformista, tomando en cuenta que el partido de Erdogan forma parte de la familia de partidos demócrata cristianos y conservadores europeos.

Para las próximas elecciones legislativas, las encuestas otorgan una sólida ventaja a Erdogan y el AKP, a tenor de su popularidad en las clases bajas y media. Los cálculos arrojan un nuevo período islamista de gobierno hasta el 2012.

Europa y la geopolítica

La actual situación política turca y la celebración de los próximos comicios legislativos deben ser vistos con suma atención y cuidado en el exterior, principalmente en Europa, espacio geopolítico que confirma la tradicional orientación pro-occidental de la República turca.

En la crisis entre Erdogan y los militares, el representante europeo para la ampliación, Olli Rehn, pidió a los actores involucrados el "respeto por los mecanismos constitucionales" y los "valores democráticos". El mensaje estaba claramente dirigido a la casta militar.

Por su parte, EEUU, tradicional aliado militar turco, tardó en reaccionar para posteriormente adoptar ligeramente la posición europea. El problema para Washington es no querer provocar a la casta militar turca, esencial aliado estadounidense en misiones de estabilización en Irak, Afganistán y Kosovo.

Precisamente, las tensiones entre los militares turcos y Washington pueden afirmarse en la posible certificación de un Kurdistán independiente en el norte de Irak, con la posible anuencia estadounidense. El jefe del Estado Mayor turco, Yasar Buyukanit, ya advirtió de una posible invasión militar turca al Kurdistán iraquí, un escenario que Washington espera evitar a toda costa.

A pesar de que las cesiones de Erdogan ante los militares (defenestración de la candidatura de Gül y adelanto electoral) aparcaron un posible golpe militar en Ankara, la posibilidad de intervención militar directa en la política turca variaría dramáticamente el proceso de negociaciones turco-europeas para una posible admisión a la UE, presumiblemente en el 2015.

Los militares turcos advirtieron hace meses de que el aumento del descontento y la frustración social en Turquía ante los obstáculos europeos de admisión podrían variar la orientación geopolítica turca. El propio Buyulkanit lo interpretó de esta manera: si no es hacia Europa, Turquía entonces miraría hacia Rusia, China y el espacio euroasiático y de Oriente Medio.

Estas tensiones se consolidan si el aumento de la ultraderecha en la sociedad turca, con claras repercusiones hacia temas delicados como la cuestión kurda y el genocidio armenio, así como el asesinato contra periodistas de una editorial cristiana, podrían recrudecer las tensiones religiosas y étnicas en Turquía.

Todos estos factores irrumpen en el escenario turco a corto y mediano plazo, por lo que Erdogan, la casta militar y Europa saben que un nuevo período del AKP en el gobierno será decisivo para descifrar hacia dónde se mueve el péndulo turco.