¿A las puertas de la III Guerra Mundial?

Los enfrentamientos en Ucrania han creado importantes divisiones entre los socios de europeos de la OTAN. De un lado, Francia y Alemania se oponen a la entrega de ayuda militar al gobierno ucraniano y buscan propiciar un acuerdo entre las fuerzas en conflicto, con el presidente francés François Hollande y la canciller alemana Ángela Merkel viajando entre Moscú, Kiev y Minsk para mediar una propuesta que resulte aceptable a las partes. Del otro, Polonia, los países bálticos, y en general los que fueron parte de la antigua órbita soviética, solicitando dureza y que se arme al gobierno de Kiev. En este último sentido se inclina el secretario General de la OTAN. 

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Palabras chave Rusia Occidente Ucraína
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Los enfrentamientos en Ucrania han creado importantes divisiones entre los socios de europeos de la OTAN. De un lado, Francia y Alemania se oponen a la entrega de ayuda militar al gobierno ucraniano y buscan propiciar un acuerdo entre las fuerzas en conflicto, con el presidente francés François Hollande y la canciller alemana Ángela Merkel viajando entre Moscú, Kiev y Minsk para mediar una propuesta que resulte aceptable a las partes. Del otro, Polonia, los países bálticos, y en general los que fueron parte de la antigua órbita soviética, solicitando dureza y que se arme al gobierno de Kiev. En este último sentido se inclina el secretario General de la OTAN. 

La postura del Reino Unido, expresada por Cameron, pareciera encontrarse equidistante a las dos anteriores, pues mientras insiste se le dé un empuje a la paz alerta en contra de una negociación que “apacigüe” a Rusia. Entre tanto la Administración Obama sopesa si entrega armas al ejército ucraniano enfrentado a los rebeldes pro rusos.  El Senado de ese país, controlado por los Republicanos, presiona porque así se haga, tal como se evidenció en la última edición de la Conferencia de Seguridad Europea de Múnich, celebrada los días 7 y 8 de febrero. De su lado, en el último Informe de Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, hecho público el pasado 6 de febrero, se otorga prioridad fundamental a este tema, enfatizándose la plena disposición a ayudar a Kiev y a contener a Moscú. Mientras la prensa occidental y parte importante de su liderazgo demonizan al presidente ruso Vladimir Putin y lo presentan como un nuevo Hitler, algunas de las voces más experimentadas en política exterior en Occidente, tanto a nivel político como académico, advierten acerca de la ligereza con la que las capitales occidentales han subestimado los legítimos intereses geoestratégicos de Moscú en relación a Ucrania. Entre estos últimos se encuentran Henry Kissinger y los ex primeros ministros alemanes Helmut Kohl y Helmut Schmidt, así como el catedrático de la Universidad de Chicago John Mearsheimer, máximo exponente de la escuela realista en relaciones internacionales, y Stephen Cohen, de las universidades de Princeton y Nueva York, mayor especialista estadounidense en Rusia.

Según Kissinger: “Ucrania fue parte de Rusia durante largo tiempo…Europa y Estados Unidos no entendieron el impacto de sus acciones, comenzando por las negociaciones entre Ucrania y la Unión Europea y culminando con las demostraciones en Kiev…Ucrania siempre ha tenido un significado muy especial para Rusia y fue un error no haberlo comprendido” (Interview with Henry Kissinger, Spiegel Online, November 13, 2014). Mearsheimer apunta en el mismo sentido al señalar: “Las acciones de Putin deberían ser fáciles de comprender. Ucrania, una inmensa extensión de tierra plana que fue atravesada por la Francia napoleónica, la Alemania imperial y la Alemania nazi para atacar a Rusia, sirve como un estado tapón de inmensa importancia estratégica para Rusia. Ningún líder ruso toleraría que una alianza militar, que hasta fecha reciente fue la enemiga mortal de Moscú, se posicionara dentro de Ucrania. Ninguno permanecería de brazos cruzados mientras Occidente ayuda a instalar a un gobierno que esté determinado a integrar a Ucrania a Occidente. A Washington podrá no gustarle la posición de Moscú, pero debería entender la lógica que la respalda. Esto es geopolítica 101: las grandes potencias serán siempre extremadamente sensitivas a las amenazas que rodean a su territorio” (“Why the Ucraine Crisis is the West’s Fault: The Liberal Delusions that Provoked Putin”, Foreign Affairs, Sept/Oct, 2014).

Por otro lado, los gobiernos y la prensa occidentales que ahora demonizan a Moscú y a los rebeldes pro rusos, no sólo aceptaron la manera no constitucional en que fue derrocado el gobierno de Viktor Yanukovich aliado a Rusia, sino que guardaron silencio frente a la represión del gobierno de Kiev a las regiones ucranianas de etnia rusa que se opusieron a lo ocurrido. Como señalaba Cohen, refiriéndose a los acontecimientos de ese momento: “Considerando las profundas divisiones históricas entre las regiones Este y Oeste de Ucrania –étnicas, lingüísticas, religiosas, culturales, económicas y políticas- la rebelión en el Sudeste, centrada en la región industrial de Donbass, no resultaba sorprendente. Como tampoco lo fueron las protestas que allí se produjeron contra la manera inconstitucional -se trató de un golde de Estado- en que el nuevo gobierno asumió el poder, así como contra la súbita pérdida de representación política de su región en la capital. Pero al declarar una operación ‘anti-terrorista’ contra quienes protestaban, Kiev señaló su intención de ‘destruirlos’ y no de negociar con ellos…Desde mayo, Kiev ha llevado a cabo ataques sucesivos de artillería contra ciudades, impactando a edificios residenciales, centros comerciales, parques, kindergártenes, hospitales e incluso orfanatos. Más y más zonas urbanas lucen como zonas de guerra…Y, sin embargo, la Administración Obama ha reaccionado con silencio y aún peor” (“The silence of the American hawks about Kiev’s atrocities”, The Nation, June 30, 2014).

Las contundentes y nada ortodoxas acciones de Moscú en respuesta a lo que percibía como un estrechamiento del cerco geopolítico adelantado por Occidente, y luego a la manera en que fue tratada la etnia rusa en Ucrania, generaron a su vez la imposición de sucesivas sanciones por parte de Estados Unidos y de sus socios europeos. De lado y lado, las apuestas se han ido elevando dando lugar a lo que los expertos denominan como una guerra no lineal o de Primera Generación en Ucrania.

El resultado de todo ello es la posibilidad de que de una corta Guerra Fría escale a una guerra nuclear entre Rusia y Occidente. Así lo cree Cohen en virtud de consideraciones como las siguientes. Primero, esta nueva Guerra Fría no tiene su epicentro en Berlín como la anterior, sino en Ucrania, en la propia frontera con Rusia, zona neurálgica para la seguridad nacional de ese país. Segundo, a diferencia de la anterior Guerra Fría, en ésta la OTAN dispone de manifiesta superioridad en armamento convencional, lo que podría llevar a Rusia a recurrir a armas atómicas tácticas donde es ella quien dispone de superioridad. Tercero, durante la anterior Guerra Fría, las partes desarrollaron un conjunto de reglas aptas para el manejo de las crisis que las enfrentaban y para mantener bajo control sus reacciones, lo cual se encuentra ausente en la actual. Así las cosas, un ambiente cargado de sospechas, resentimientos, malos entendidos y desinformación, debe ser manejado sin la presencia de mecanismos que sirvan para canalizarlos racionalmente. Cuarto, a diferencia de la anterior Guerra Fría, en la cual Estados Unidos disponía de mecanismos que permitían contrabalancear los excesos emocionales en los que pudieran incurrirse, en la actual tal capacidad ha desaparecido (“Patriotic heresy vs. the new Cold War”, The Nation, August 27, 2014).

Ojalá que la prudencia y la cordura prevalezcan.