China en 2012, el dragón en apuros

La celebración del XVIII Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), previsto para octubre, será el gran acontecimiento político en el gigante asiático el año 2012. La elección de una nueva cúpula dirigente, con Xi Jinping y Li Keqiang a la cabeza, abrirá paso a una nueva generación de líderes que deberá afrontar los grandes desafíos de la presente década, entre ellos, la probable culminación general del proceso de modernización iniciado a marchas forzadas en 1978.

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La celebración del XVIII Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), previsto para octubre, será el gran acontecimiento político en el gigante asiático el año 2012. La elección de una nueva cúpula dirigente, con Xi Jinping y Li Keqiang a la cabeza, abrirá paso a una nueva generación de líderes que deberá afrontar los grandes desafíos de la presente década, entre ellos, la probable culminación general del proceso de modernización iniciado a marchas forzadas en 1978. La plasmación del nuevo modelo de desarrollo y la definición de las bases de una estabilidad sociopolítica renovada serán sus mayores retos en el ámbito interno. Los equilibrios que pueda reflejar la composición del próximo Comité Permanente del Buró Político ofrecerán señales del rumbo chino en los años venideros.

En el orden económico, todos los esfuerzos deberán centrarse en contrarrestar el impacto de la crisis económica global y de deuda europea y en mantener la estabilidad financiera doméstica. El crecimiento podría sustituir a la inflación como el asunto prioritario de la agenda económica. La inflación, relativamente controlada en 2011 (5,5 por ciento, superior al 4 fijado por el gobierno), podría rondar el 3,5 por ciento en 2012. Tras la cifra de crecimiento de 2011, ligeramente por encima del 9 por ciento, los expertos vaticinan que podría rondar el 8,5 por ciento en 2012 (en 2010 fue del 10,4). Se anuncia una política monetaria prudente y una política fiscal proactiva. La rebaja en el coeficiente de reservas bancarias por primera vez en tres años anuncia un probable fin del relativo endurecimiento del acceso al crédito. El sector inmobiliario proseguirá su regulación y ajuste con un fuerte impulso a la construcción de viviendas sociales.

La disminución de las exportaciones a los mercados occidentales ha comenzado a repercutir en algunas de las empresas del sur de China, especialmente en Guangdong (responsable de la cuarta parte de las exportaciones del país), originando cierres, huelgas y movilizaciones sociales que se han extendido hasta Shanghai. El primer semestre de 2012 promete ser difícil y lo será también para Huang Huahua, el gobernador provincial y una de las probables figuras clave del nuevo estrellato chino.

El cambio de estrategia en marcha pasa por prestar más atención a los mercados emergentes, en especial de América Latina, y el fomento del consumo interno, que se apuntan como orientaciones correctoras para evitar una ralentización pronunciada del crecimiento con el consiguiente agravamiento de las tensiones sociales. El aumento de los costos laborales, la apreciación del yuan, y la desaceleración de las exportaciones auguran tiempos difíciles en el sur del país, uno de los principales motores de su transformación.

Taiwán, la provincia rebelde, celebrará unas elecciones decisivas el 14 de enero y pondrá a prueba la estrategia de apaciguamiento impulsada por Hu Jintao, a diferencia de su antecesor, Jiang Zemin, más influido por el lobby castrense. De ganar el Kuomintang, se avizora un horizonte de entendimiento y activación de la aproximación bilateral, que ha experimentado cambios históricos entre 2008 y 2010. Pero de triunfar los soberanistas del Partido Democrático Progresista, las aguas pueden bajar revueltas en el Estrecho de Taiwán.

En política exterior, desactivar las tensiones con EEUU será la principal preocupación de China. El proteccionismo comercial, las políticas monetarias, Tíbet o Taiwán, seguirán enturbiando las relaciones bilaterales. La estrategia Pivot to Asia, reiterada y enriquecida por la administración Obama en la cumbre de APEC celebrada en Hawai en noviembre último, es leída en Pekín en clave de contención, tanto económica como militar. El aumento de las tensiones en el mar de China meridional con el apostamiento de infantes de marina norteamericanos en Australia presagia dificultades añadidas. La campaña para las elecciones presidenciales de noviembre hará lo propio, convirtiendo a China en la gran culpable de todos los males de EEUU, lo que dispensará más baches que alegrías, con un claro predominio de la exacerbación de los diferendos sobre las expectativas de cooperación.

La imagen de China apenas ha mejorado en Occidente. El congreso del PCCh puede avivar las tensiones en Tibet o Xinjiang, donde ya se vienen reforzando las medidas de seguridad desde hace meses, recordando a los países desarrollados los graves déficits democráticos que alberga la que pronto podría convertirse en la primera potencia económica del planeta. Los esfuerzos del gobierno chino por edulcorar las sombras del régimen, promoviendo su imaginario cultural a gran escala en todo el mundo sabrán a poco en tanto no de señales de una sincera voluntad de democratización de sus estructuras, alentando nuevos códigos de valores que trasciendan esa ausencia de humanidad que parece haber cuajado en buena parte de la sociedad china. No todo puede arreglarse con dinero. Por fortuna, habría que concluir.