China y la seguridad: entre la psicosis y la política

Tras los últimos atentados terroristas atribuidos a movimientos afines a los uigures de Xinjiang, la psicosis por la seguridad ha aumentado en toda China. El hecho de que los episodios violentos de esta naturaleza ya no se circunscriban a dicha región autónoma y puedan afectar incluso a la capital, Beijing, ha desatado el nerviosismo de las autoridades. Que en plena visita a Urumqi de Xi Jinping para animar a las fuerzas de seguridad, se produzca un atentado, revela una creciente capacidad para hacer perder la cara al gobierno.  

Apartados xeográficos China e o mundo chinés
Idiomas Castelán

Tras los últimos atentados terroristas atribuidos a movimientos afines a los uigures de Xinjiang, la psicosis por la seguridad ha aumentado en toda China. El hecho de que los episodios violentos de esta naturaleza ya no se circunscriban a dicha región autónoma y puedan afectar incluso a la capital, Beijing, ha desatado el nerviosismo de las autoridades. Que en plena visita a Urumqi de Xi Jinping para animar a las fuerzas de seguridad, se produzca un atentado, revela una creciente capacidad para hacer perder la cara al gobierno.  

Por otra parte, los “incidentes de masas” también están al orden del día, especialmente en relación a proyectos industriales con impacto ambiental, como hemos constatado recientemente en las movilizaciones registradas en Hangzhou o en Maoming, que no siempre se desarrollan de forma pacífica. A ello habría que sumar los ataques en autobuses, como el recientemente producido en Yibin, Sichuan, con varias decenas de heridos, algunos en estado crítico. Los ataques a guarderías, por el contario, han remitido tras reforzar la seguridad.

Las motivaciones en uno y otro caso son diferentes. Los episodios individuales de ira, frustración o desesperación insertan su lógica en muchos casos en las quiebras de una sociedad resquebrajada por las dinámicas de la reforma y apertura que han volatilizado la igualdad y la solidaridad. Por el contrario, la violencia de raíz terrorista obedece a causas netamente políticas, es organizada y no se limita a mostrar su denuncia de una situación determinada sino que pretende erigirse en medio de presión para conseguir objetivos políticos. El apoyo exterior, especialmente de los movimientos de igual signo existentes en Asia Central y su retroalimentación está facilitando la extensión del discurso antiestadounidense y antioccidental en particular de los movimientos yihadistas a la propia China, antes prácticamente marginal, salvo amenazas puntuales como la esgrimida ante sus operaciones en Argelia. La mayor implicación de China en cuestiones de seguridad en Afganistán podría elevar también los riesgos de agravamiento del problema.

El temor a que pueda producirse un atentado de cierta envergadura ha forzado al gobierno a multiplicar la seguridad. China quiere evitar que se interrumpa la percepción de que este es un problema lejano o que se quebrante la calma en el interior y este del país donde acciones incontroladas podrían provocar efectos desastrosos, con un gran impacto público. La policía desplegó 150 vehículos de patrulla armados en las calles de Beijing, mientras muchas instalaciones estratégicas han realizado ejercicios antiterroristas. Otras ciudades han fortalecido la seguridad y aumentado las patrullas armadas en las calles; la policía de Shanghai se ha armado en una iniciativa que se irá generalizando a otras grandes ciudades

La eficacia disuasiva de estas medidas es cuestionable, aunque políticamente deviene inevitable para calmar la psicosis entre una población que se siente cada vez más vulnerable. No obstante, la amplitud de poderes de que disfruta la policía en China y la falta de controles, incluido el judicial, pueden dar lugar a situaciones complicadas y añade riesgos de otra naturaleza que no conviene ignorar.

El traslado de los ataques de Xinjiang a otras regiones representa un salto cualitativo al que las autoridades también han respondido elevando el control militar y extremando la represión en la propia región. En su viaje a Xinjiang del pasado abril, Xi Jinping, endureciendo el tono, animó a las fuerzas de seguridad a mejorar su eficiencia, exhibiendo igualmente gestos hacia la población uigur con voluntad inclusiva.

Pese a todo, no debiéramos pasar por alto que una parte nada despreciable del pueblo uigur no ve con buenos ojos la política del gobierno central, considerándola paternalista e insuficiente para procurar beneficios reales a dicha colectividad afrontando los problemas pendientes, desde el modelo de desarrollo a la inmigración han o el empoderamiento de las comunidades locales. Recientemente, Beijing ha enviado a Urumqi un equipo de capacitadores en el uso de armas para enfrentar mejor las operaciones antiterroristas, pero se echan en falta respuestas políticas que cierren el inmenso foso abierto el 5 julio de 2009 cuando un millar de uigures pasaron a cuchillo a varios cientos de Han (casi 200 muertos y 1.700 heridos). Sin medidas políticas de alcance, lo más probable es que las tensiones se agudicen.