El cisne negro se apodera de Venezuela

Una vez le preguntaron al Primer Ministro británico Harold McMillan qué era lo más difícil de su trabajo, a lo que respondió: ¡Los eventos, los eventos! Con ello se refería a los acontecimientos inesperados que todo lo alteran y que obligan a sustraer la atención de cualquier curso planificado de acción.

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Una vez le preguntaron al Primer Ministro británico Harold McMillan qué era lo más difícil de su trabajo, a lo que respondió: ¡Los eventos, los eventos! Con ello se refería a los acontecimientos inesperados que todo lo alteran y que obligan a sustraer la atención de cualquier curso planificado de acción.

Estos eventos a los que tanto temía McMillan constituyen lo que en la actualidad se conoce como “cisnes negros”, término acuñado por  Nassim Nicholas Taleb en un libro que marcó pauta (The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable, New York 2007). El término alude a un acontecimiento sorpresivo que sacude nuestro marco de certidumbre y su peculiar nombre recuerda el impacto que sufrieron los colonos ingleses en Australia al toparse con cisnes negros. Esto echaba por tierra la creencia europea de que los cisnes sólo podían ser blancos.

Un “cisne negro” tendría tres características básicas. Primero, se trata de un evento que va a contracorriente de las expectativas. Segundo, acarrea un impacto extremo. Tercero, aunque luego de ocurrido sus causas parecen obvias, nadie sin embargo logró anticiparlas.  De estos supuestos el tercero requiere de cierta aclaratoria.

Tomemos como ejemplo a la Primera Árabe. Esta tomó a propios y a extraños por sorpresa, sacudiendo hasta sus tuétanos a esa región. No obstante, las señales premonitorias de la misma estaban visibles desde varios años antes: una población mayoritariamente joven y por tanto desafecta a regímenes gerontocráticos; altísimos niveles de desempleo juvenil y acceso de los jóvenes a las herramientas tecnológicas de movilización. A pesar de que luego de la tempestad todo ello se hizo evidente, nadie logró atar los cabos antes de la misma.

En las últimas décadas hemos sido testigos de numerosos cisnes negros. Desde el emerger del fundamentalismo en Irán hasta el colapso del imperio soviético en Europa Central y del Este, desde la invasión a Kuwait por Irak , hasta el 11 de septiembre, desde el colapso de los mercados financieros en el 2007-2008, hasta el emerger de ISIS o los sucesos de Crimea. La erosión de los partidos tradicionales y la sorpresiva llegada al poder del chavismo en Venezuela en 1998, fue una clara manifestación de un cisne negro en América Latina. El propio triunfo de Trump y el Brexit, dentro del inesperado emerger del populismo en Estados Unidos y Europa, caerían dentro de esta misma categoría.

En cada uno de esos casos las explicaciones sucedieron a los eventos pero nunca los anticiparon. Y en cada uno de ellos el impacto sufrido por los marcos de certidumbre resultó inmenso. Según Taleb, ello se debe a una suerte de bloqueo mental determinado por las pautas prevalecientes de aprendizaje. El énfasis que se pone en los hechos y en lo preciso, a expensas de lo general y de lo abstracto, limita la capacidad perceptiva.

Lo que Taleb no señala expresamente, aunque lo deja implícito, es que esas pautas se han visto potenciadas por el predominio contemporáneo de lo anglosajón y de lo tecnocrático. Herederos de la tradición filosófica empírica, la aproximación de los anglosajones a los problemas viene determinada por el enfoque casuístico: el énfasis en el arbol y no en el bosque. La tecnología de la información, que por fuerza debía nacer en esa parte del mundo, vino al rescate de esa deficiencia integradora. Ello ha conducido a un manejo tecnocrático de la información.

Los analistas económicos y políticos buscan predecir los eventos basándose en modelos que incluyen una inmensa cantidad de variables. Los modelos más sofisticados incluyen diferentes rangos de probabilidad para los escenarios planteados. Los modelos económicos tienden a ser más cuantitativos y más elaborados probabilísticamente. Sin embargo, ni unos ni otros han resultado predictores adecuados frente a la periódica aparición de cisnes negros. Este querer definir por adelantado todo el universo de situaciones posibles, llevando el casuismo a su máxima expresión, se ha visto confrontado a límites evidentes.

Venezuela confronta en estos momentos un clásico cisne negro. De a noche a la mañana, una oposición carente de liderazgo, desarticulada y desmoralizada, ha encontrado un líder, se ha unido y se ha lanzado a la conquista de la calle. Más aún, ha puesto en marcha la noción de un gobierno “legítimo” que ha sido reconocida por una parte muy importante de la comunidad internacional. En el proceso, Miraflores ha roto relaciones con Washington y se ha adentrado en la peligrosa espiral del no reconocimiento de su decisión. Ello lo confronta al dilema de hacer respetar su decisión a riesgo de un “casus belli”, o de evitar la escalada a costa de una pérdida de credibilidad.

No faltarán los análisis “ex post facto”que busquen hacer obvias las razones de lo ocurrido. Sin embargo, lo cierto es que todos han sido tomados por sorpresa por la rápida dinámica de los acontecimientos. Los “eventos” a los que aludía McMillan, se han apoderado de Venezuela.